jueves, 24 de mayo de 2007

Ivan manda este poema a alguien especial

Dedicado a María del Mar:
Otros versos sin ti…

Un pedacito, un borde, una esquirla...
una esquinita, una rendija, una pulgada...
un acento, una hebra, una minuta
diciendo "aquí estuve", brevemente...

Algo en el mundo que me diga que existes
y que no eres tan solo este silencio.

Un latido, una huella, un desvelo...
una letra, un sonido, un sortilegio
como cuando cierras y abres los ojos
y el mundo y la ciudad nacen de nuevo,
como si levantaras las cortinas
y entraran corriendo,
ruidosos y a la vez,
la mañana y los niños...
26/abril/2007

viernes, 18 de mayo de 2007

¡Existen! Documental desde La Habana

Jóvenes realizadores Cubanos
un excelente documental de Esteban Insausti.

Esteban García Insausti, nacido en La Habana en 1971.

Licenciado en Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual, en la especialidad de Dirección para cine, radio y televisión. Estudió además música, devenido también productor musical y director de arte, ostenta además varios postgrados en marketing, Dramaturgia, Estética y Semiótica.
Fue reconocido con el titulo de Master en Ciencias del Arte por la municipalidad de Cultura del estado de Mérida. Ha sido jurado de varios eventos cinematográficos dentro y fuera de su país. Ha impartido Seminarios, Talleres y Conferencias en varias Universidades y escuelas de arte tanto dentro como fuera del país.
Comenzó su carrera profesional en el medio audiovisual a los 19 años como guionista en la Televisión Cubana; se convirtió luego en uno de los primeros realizadores independientes (Sincover producciones), cuya escuela fundamental fue el publicitario (comerciales, spot, trylers) tanto dentro como fuera de Cuba.
Irrumpe dentro de la industria (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) con su primer cortometraje de ficción Más de lo mismo (Sección oficial Cannes 2001, Quincena de realizadores) y se convierte en uno de los jóvenes talentos de la generación más novel dentro de la industria cubana del cine. Su obra ha sido premiada y exhibida en los más importantes festivales nacionales e internacionales (E.U.A, Canadá, España, México, Holanda, Italia), conciliando con éxito la opinión de críticos y público.
Como cineasta es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Sociedad General de Autores de España (SGAE). Es miembro además, del Comité ejecutivo del Festival Internacional de Cine Alternativo de México.

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sábado, 12 de mayo de 2007

Josef y la vaca disidente (Capitulo2 y 3)



 Capitulo II

Aunque amaba con locura cada surco de la acera de su casa, su perro, su barrio y todas las cosas insignificantes que le rodeaban, a veces se levantaba con ganas de volar de pronto y perder de vista todo aquello que le acompañaba día a día. A veces odiaba el malecón aunque fuera una parte viviente de su cuerpo. Los carros hacían tanto ruido que parecía que lejos de rodar iban arando las calles y la gente imperdonablemente cabizbaja seguía con su vida como si no hubiera más tierra un poco más allá de sus pasos. Alguien le había hablado que en Pinar del Río se pescaba bueno. Que esa zona no estaba tan arrasada como La Habana en cuanto a peces se refiere, así que cogió las cosas y se fue al Lido a intentar tomar algo para el oeste. Temprano en la mañana ya la terminal estaba llena de gente. Es inexplicable como viaja tanta gente todo el tiempo. Gallinas, cajas, ruedas de carro, bolsas de nylon en colores con raras flores estampadas. Mujeres mayores, hombres con caras de campesinos, gente con perros. De todo se sube a un camión de los que va a Pinar del Río. Josef se quedaba en el entronque de Guanajay, así que se montó de último. Un duro banco de madera le dio para sentarse a duras penas con la mochila entre sus piernas. Las caras de los viajantes estaban desencajadas por el madrugón, o por el largo e incomodo viaje que se les venía encima. El camión arrancó sin más. Ya estaba rodando cuando algunas personas seguían tratando de subirse pero el supuesto ayudante del conductor se los prohibía. Se veía algunos con billetes de veinte en las manos ofreciendo pero era inútil la súplica. Era un momento tenso y triste a la vez. Quizás era muy importante para muchas de esas personas no perder ese camión. Ya Josef estaba encima. Le dio un poco de vergüenza ajena y pena en general. Una señora decía que iba ver a su hijo preso y contaba a su lado todos los avatares de cada viaje para llevarle comida. Se vanagloriaba de haber podido conseguir leche condensada. Su estomago estaba hueco a esas horas. Con que gusto se hubiera empinado hasta el final una lata de leche condensada y después medio litro de agua, con pan o galleticas. Se le había prohibido tanto por la escasez empinarse una lata de leche que era una de las cosas que estaba entre sus sueños. Algún día lo haría –pensó- y se acomodó como pudo con la cabeza recostada a la mochila y mirando la monótona carretera como enflaquecía detrás del camión que a pesar de sus humos dejaba entrar un poco de brisa de amanecer por los agujeros de la lona que hacía de carpa donde mucha gente día a día hacia mas de cien kilómetros desde La Habana hasta Pinar del Río.
Lo despertó una de las mujeres que cargaban con grandes bultos. La luz le hirió los ojos aunque intentó volverlos a cerrar lo más pronto posible. El camión estaba vacío. Habían llegado a Pinar del Río y el estuvo dormido como una piedra todo ese tiempo. Por supuesto que no podía volver, además no tenía mas dinero y la idea era pescar para vender por ahí mismo y volver con algo de dinero. Se bajó en una carretera llena de gente desconocida y a pesar de revisar con la vista los bultos de todas aquellas personas ninguno era pescador al menos por lo que llevaban. Contó su capital. Le quedaban quince pesos, a ver si con eso llegaba a cualquier lugar que hubiera mar, si encontraba el mar estaba salvado ¿para donde quedaría el mar mas cercano? Estuvo un par de horas mirando para donde iban todos los carros que le paraban a la gente por ahí. Viñales, Soroa, Piloto, Cinco pesos, Taco taco, Quiñones, El Brujo. Todos iban a cualquier lugar pero ninguno le sonaba a mar hasta que una furgoneta azul muy pequeña mencionó el morrillo. Poca gente iba ese lugar. Se acomodó entre sacos de papas y un par de bidones de 200 litros de petróleo. Ahí se volvió a dormir un poco pero entre una cabezada y otra veía pasar hermosas montañas verdes cortadas por carreteras insignificantes ante tanta naturaleza. El color de todo lo verde iba cambiando en tonalidades a capricho de la humedad o la sequía como si un pintor hubiera esparcido toda la pintura en algunos lugares y en otra se hubiera dedicado tan solo a limpiar un viejo pincel.
La furgoneta paró al pie de un viejo muelle de tablas por donde corrían dos raíles y un carro pequeño de carga que era tirado por personas. Al apagar el motor el silencio parecía un gran manto desde donde solo se escuchaban voces muy lejanas y de vez en cuando el ruido de alguna gaviota. La orilla de este mar donde había llegado Josef parecía de cristal por calmada y clara que estaba. No había que esforzarse para ver peces casi saliéndose del agua. Ya no me muero de hambre al menos – pensó y se acercó metiendo sus pies en el agua. Había pequeños cajices, roncos y mojarras husmeando tan cerca de sus pies que casi se podía pensar en pescar de una patada – esto en La Habana ya no lo hay. Miró alrededor y vio como dos hombres intentaban descargar de la furgoneta los bidones de petróleo. Era un atentado al rico olor del mar que se le salieran algunas gotas. Soltó la mochila y se puso a ayudarlos. Los bidones fueron al carrito con ruedas de tren que iba por los raíles y después fueron descargados en un pequeño barco pesquero de ferrocemento lleno de parches y pintado con varias pinturas que se iban descascarando por turnos. Josef ayudó incluso a inclinar los bidones para que le cargaran de combustible los tanques del barco que se engulló los 400 litros con tranquilidad. También se bajaron sacos de papas, ajos, una lata de aceite de girasol, libras de pan viejo y algunas latas de leche condensada. Repitió su promesa de un día empinarse una lata de leche entera. Se disponía a abandonar el barco cuando uno de los marinos le extendió la mano muy agradecido.



- No eres de por aquí ¿verdad?
- No…
- Bueno, gracias por ayudarnos a descargar esto, eres pescador por lo que veo.
- Si, quería ir pa la herradura pero me quedé dormido en el camión.
- Entonces vienes de La Habana.
- Si…y no tengo dinero para volver... ¿Donde se pesca bueno por aquí?
- ¿Por aquí? Donde quiera, aquí mismo si te tiras esto esta lleno de peces pero como te cojan.
- ¿Me cojan? ¿Quien?
- ¡Muchacho! Aquí esta prohibido pescar, si sacas una escopeta vas preso ¿Has desayunado?
- No.
Extendió una mano y con tranquilidad cogió una libra de pan y una lata de leche condensada. Josef la aceptó gustoso. Dio las gracias y se alejó un poco del muelle donde no se oyeran los murmullos de los pescadores. Al sentarse en la orilla el agua tibia le acarició los pies descalzos. Las chancletas hacía rato que estaban dentro de la mochila. Con el cuchillo de pesca le hizo dos agujeros a la lata, no se podía estar mejor. Las cosas pasaban por algo, murmuraba para si mismo. Tenía que haberme quedado dormido en el camión y pasarme unos cientos de kilómetros de donde iba originalmente para cumplir este sueño. Aquí, en la orilla de un mar cristalino, calmado, amaneciendo prácticamente empinándome una lata de leche condensada y una libra de pan. Que rico. Que bien. Por momentos se le olvidó a lo que había ido. Le daba igual pasarse lo que le quedaba de vida en esa posición y haciendo aquello. Al tirar pequeñas migajas a la orilla los peces se la disputaban con mucha energía. Vaya lugar mas lindo. Vaya buen día.
Sintió unos pasos por la arena a su izquierda, era el pescador de antes. Un hombre de unos cuarenta años muy musculoso pero con una barriga de embarazo. Se acercó y preguntó sin pensárselo.
- ¿Como te llamas?
- Josef……Josef Mignola.
El pescador ladeó la cabeza como si le sonara raro. La verdad es que su nombre siempre sonaba raro en Cuba. Quizás en otro lado no. No se sabe si venía de italiano, latín o que y para colmo ese nombre inglés que le puso su madre por el actor de una película vieja. Bueno quizás estaba mejor que Maikel o Yosan, pero eso no quitaba que la gente siempre se quedara un rato analizando si no le estaban tomando el pelo.
- ¿José?
- Bueno si, José igual.
Extendió la mano de nuevo, Josef aprovechó para agradecerle una vez más el haberle cumplido un sueño ese día.
- Soy el Cuadrao, el patrón de este barco ¿eres pescador?
- Si, más o menos.
- Es que me dijiste que estabas sin dinero ni siquiera para volver a La Habana. Yo salgo de campaña dentro de un rato y me faltan dos pescadores que me han dejado embarcados –rió profundamente- ¡Que bien viene la palabra embarcado en este momento! Que si no te mareas y quieres estar unos días pescando con nosotros puedes venir. Te ganarás unos cuatrocientos pesos mas o menos en esta semana en dependencia de cómo nos vaya la pesca, lo jodío es que hay que trabajar muy duro y romperse las manos. Veo que tienes careta snorkel y cosas de esas.
- No se que decir.
- Son las ocho de la mañana y saldremos a eso de las doce así que te lo puedes pensar con calma, de todas maneras sin querer ya has hecho tu trabajo de hoy que ha sido ayudarnos a avituallar el barco. Salimos a esta hora porque quizás estemos toda la tarde navegando para llegar en la noche a cayo ratón o cayo levisa que es donde hacemos noche.
- Está bien, voy con ustedes – Josef se levantó de un salto sonriendo para si por lo que creía una buena idea. Quizás esto mismo es lo que necesitaba. Además ni con todo el oro del mundo se le iba a dar la oportunidad de navegar por el litoral norte del un lugar tan hermoso como Pinar del Río.
- ¿Estudias o algo? No vaya a ser que yo este aquí dándote que hacer y mañana debas ir a la escuela o algo.
- No
- ¿Trabajas?
- Si, ahora, contigo.
Los dos fueron riéndose como si se conocieran de siempre. Se montaron en el barco y conoció al resto de la tripulación. Además del Cuadrao que era el patrón estaba también el negro, que era un negro cincuentón con gafas de mucho aumento y cerraba los ojos como si no viera bien, el maquinista que nombraban el rubio y un cocinero muy joven que le decían marinero. Este ultimo no habló nada y parecía algo hostil, tenía un cuchillo en cada mano y se metió rápidamente a la cocina a pelar papas que era lo que estaba haciendo cuando el Cuadrao llamó a toda la tripulación a conocer el nuevo “pescador” como le llamó a Josef con aire casi paternal.
El motor rugió con furia. La palanca que hacia de embrague era un pedazo de hierro horizontal al lado de la torreta del timón, timón lleno de cortes, despintado y con algún que otro mango arrancado. De las cabezas de sus tornillos lloraba un viejo oxido verde que dejaba ver que una vez fueron de bronce. El barco entero estaba descascarado, de no ser por lo que se contoneaba encima de las olas podría decirse que era un pedazo de muro derrumbado que se había caído al mar pero por curioso que parezca sobrepasaba las olas con un poco de maestría y algún orgullo oculto de lo que fue quizás en sus principios, ser un barco decente. El barco se dirigía rumbo oeste del todo sin perder de vista la verde costa Pinareña. Para Josef fue un placer inmenso volver a navegar, las cosas hasta ahora iban saliendo bien. El sol iba cayendo por la proa y el espectáculo era imponente. A veces por la tierra, a veces por el mar. En dependencia de la distancia que llevaran de la orilla el sol huidizo daba de si su mejor espectáculo. El cuadrao se acercó dejando el timón solo. Los demás estaban cada uno en sus faenas conocidas, revisando redes, marino cocinando. El cuadrao le pidió a Josef que lo ayudara a “nevar” que consistía en picar grandes piedras de hielo y esparcirlas por la nevera para la conservación de las capturas. A pesar de estar en el frío del hielo Josef sudaba a chorros. Cortar hielo a base de golpes es bastante difícil y aunque las manos le dolían por el frío al esparcir los picotillos de hielo por toda la nevera, sonreía y no creía que hubiera la posibilidad de que le hubiese pasado algo mejor que esto que le estaba sucediendo. Al salir, las tenues luces de posición del barco y un oxidado reflector le hicieron caer en cuenta que ya era de noche. Todos los marinos estaban echando redes al agua por la popa y Josef se puso en funciones, el resto lo observaba como asombrados de saber en casi todo momento lo que tocaba hacer y se dieron cuenta que Josef tenia alguna experiencia así que dejaron de cuidarlo y se pusieron a la tarea de “calar” todas las redes hasta que bien entrada la noche terminaron los últimos 500 metros de red. Navegaron hasta que se suponía que estaban cerca de la orilla y echaron el ancla. Un café con leche y unos pedazos de pan fue la humilde ¡cena de ese primer día y después se fue a dormir en un colchón de espuma sin forro que daba un poco de mala impresión pero con el cansancio al final era inmejorable. Fueron turnando las guardias. A Josef le tocó a las 5 y 30 de la mañana hasta las 7 y 30 eran un par de horas fáciles. Además con el solo hecho de estar en el mar ya todo estaba arreglado y todas las cosas eran hermosas incluso que te despertaran a las 5 de la mañana con un trago de café negro y la noticia de que tenías que vigilar que el barco no se le soltara el ancla y encallaran en la peor de las condiciones con todo el mundo dormido a bordo.

 Capitulo III
No se puede contar como es un amanecer en la costa norte de Pinar del Río. Las palabras lejos de enriquecer quizás hagan mella en el intento. Tantas luces y colores, unido a una temperatura levemente fría y el sonido de pequeñas olas de un mar calmado casi a la perfección son cosas que no caben ni en papel, ni en fotos. La nitidez que provoca la transparencia del azul mar invitan a intentar ver el fondo aunque nunca lo logres, eso si, de vez en cuando enormes colonias de corales asomaban como advirtiendo que tanta hermosura era peligrosa y que si te distraías mucho podías quedarte sin barco en cualquier momento. El motor hizo añicos el suave pasar de la brisa y las olas. El gastado barco puso proa a cayo Levisa. Desde lejos se divisaba una playa infinita y blanca y una costa llena de pinos. Josef estaba tan alelado que despertó cuando la proa del barco encalló en la arena. En la cara de sus compañeros solo sonrisas. Saltaron al agua por la proa como si fueran descubridores. La emoción de ese gesto hizo a Josef saltar sin pensarlo también. Lejos de lo que se imaginaba el agua estaba tibia y perfectamente agradable. La transparencia seguía siendo un enigma. No le quitaba los ojos del fondo que se veía de cristal, con tantos peces y tanta belleza. Todos se pusieron a disfrutar de la hermosa playa, Josef se quedó en la orilla mirando como si esperara a que le dieran su próxima misión pero se equivocaba. Habían encallado ahí por puro disfrute de la playa y el cuadrado se lo dijo invitándolo a meterse con bruscos gestos y una sonrisa infinita. Cuando se le acercó le explicó entre zambullidas como un niño que lo llevan por primera vez al mar.
- Este cayo esta riquísimo, aquí venimos a darnos un chapuzón tranquilos hasta que caiga la tarde porque en medio del sol no hay quien se ponga a recoger redes, además así se queda una horitas mas y a ver si tenemos suerte y pesca algo.
Josef no preguntó nada, cogió la careta, las aletas y se puso mirar. El fondo de arena parecía un desierto en miniatura con pequeñas dunas que daba la impresión de estar sobrevolando el Sahara, de no ser por los peces, tanta transparencia habría creado el efecto de estar suspendido en el aire sin mas. Había tramos de ceibadal que es como la hierba de los jardines marinos. Cientos de criaturas pululaban por todas partes sin inmutarse por la presencia de Josef. Lo ignoraban al no estar acostumbrados a la presencia humana. Ya entrada la tarde se iban a recoger las redes como cada día. De vez en cuando asomaba una tortuga y los pescadores se animaban un poco. Quedaba claro que cada vez la pesca estaba más escasa y difícil. Al cuarto día apenas tendrían unas 350 libras de carne en el barco de las mil aproximadamente que debían capturar en una semana. Los víveres se agotaban, la paciencia, las energías y la esperanza.


Josef notaba que de vez en cuando la tripulación se reunía dejándolo a el fuera y hablaban en voz muy baja. Marinero, al parecer el mas inocente del grupo lo miraba de reojo a cada rato. Josef empezó a ponerse tenso e imaginarse cosas. Quizás querrían irse a los Estados Unidos. Y ¿si lo tiraban al agua en una noche y lo dejaban abandonado por ahí? ¿Y si no le iban a pagar por lo mal que estaba yendo la cosa y no sabían como decírselo? Josef conocía a mucha gente y reconocía por los gestos de la cara si las personas eran buenas o no y estas personas le habían parecido inmensamente nobles y honestas. Decidió tomar iniciativa y dejar claro ese asunto que estaba resultando incomodo para todos.
- Cuadrao – Rompió el silencio con la voz lo mas seria que pudo, los tripulantes dejaron de hablar murmurando y lo miraron con curiosidad.
- Yo no quiero ser un estorbo – comenzó hablando casi mas con las manos que con palabras – yo veo que la cosa está mala, que no hay pesca y que de seguro no habrá dinero. Quiero que sepas que yo con algo que me de pa volver a La Habana ya estaré tranquilo, la cosa está mala, es mas si me desembarcas por aquí mismo con un par de latas de leche condensada yo las vendo y con eso regreso. De todas maneras la he pasado muy bien y me he alegrado muchísimo de poder navegar y de haberlos conocido.
Se hizo un silencio largo. El cuadrado suspiró profundamente, se levantó del techo de la cubierta y fue donde Josef. Lo miró como un padre mira a un hijo y poniéndole la mano por encima del hombro suspiró de nuevo.
- José… ¿Tú crees que le puedo decir a mis hombres que cojan dos latas de leche condensada y se vayan a su casa? Como capitán de este barco no puedo hacer eso. La pesca esta mala… imposible, es verdad. ¿Pero que hace el negro en su casa si les dice a sus dos hijos que no ha pescado nada? O marinero que ni siquiera tiene familia ni casa. ¿Crees que puedo rendirme? Tú eres uno de mis hombres ahora y yo hice un trato. Tú no te vas a casa sin dinero joseíto.¡Arranca el motor negro!
Al negro se le iluminaron los ojos y de un tirón ya estaba en el cuarto de maquinas arrancando el viejo 3D6 ruso que antes había sido motor de un tanque de guerra T-34.
- Vamos a pescar a cayo carmen – dijo el cuadrao ante la mirada extraña del resto de los tripulantes, después de una pausa miró a Josef con lástima – espero joseíto que esto te lo lleves a la tumba, sino muchas familias se quedarán sin comer.
Ya la noche había caído con esa calma de los meses de verano caribeños. Hacía un calor inmundo y no se movía ni gota de viento cuando una luz que resultó ser un cayo en medio del mar se coló sin permiso por entre las maderas de los cajones de redes del barco. Los hilos de las redes brillaban con intención de hacerse notar a pesar de su triste inutilidad por la escasez. La proa abrió un surco en la arena. El motor dejo de andar. Todos fueron a tierra. Josef también. No se imaginaba que tipo de pesca se podría hacer en ese cayo. También era de pinos. En medio del silencio y las pequeñas olas de la orilla se oían a lo lejos unas voces y música muy distorsionada. Los tripulantes empezaron a dar voces.
-¡Juan Tomás! ¡Juan Tomás!
- pasen caballeros – la voz venía de la maleza, se oía también el ruido de un motor pequeño, de esos que suenan como un martillo a todas horas que usan las pipas de agua. Llegaron a una casa rustica de madera donde una planta alimentaba un pequeño antiguo televisor donde Juan Tomás veía una novela acompañado de unos perros que no se inmutaron ante su presencia y una escopeta de dos cañones embadurnada en grasa y oxido que olía a hierro recién sacado del mar.
- ¡Que hay Juan Tomás? ¿Cómo están las cosas? – Juan Tomás respondió sin dejar de mirar la televisión.
- Mala está la cosa cuadrao. El mes pasao tuve un lio con una “vaca loca”
- ¡A si? ¿Que pasó?
- Una de las vacas… se fue nadando. Yo creo que quería irse para los Estados Unidos.
De pronto a Josef le vino una risa pero se la tragó al ver al resto de sus compañeros en perfecto silencio y muy serios. La novela transcurría captando casi toda la atención del anfitrión que aun así prosiguió con la historia. -Yo no se que pasa, están ahí tan tranquilas y de pronto una hace muuúúú y se manda a correr con todas sus fuerzas pa la orilla y entra al mar como una lancha. No me da tiempo a hacer nada y ni siquiera encuentro los huesos aunque sea pa justificar que se murió por accidente. Luego cuando explico que la vaca se fue nadando se ríen de mí. Mira, estoy cansado cuadrao aquí solo en este cayo de mierda cuidando vacas pa que no se las coman la gente de tierra firme y en mi casa se pasa hambre… y aquí también. Namás me dan chícharos y sal ¿se han pensao que yo soy una paloma?
- Que se le va a hacer Juan Tomás, de todas maneras te vamos a dejar una paletica de tortuga que te vas a chupar los dedos, alégrate que al menos estás en tierra firme y no tienes que preocuparte por nada.
- yo no se cuadrao… a veces no se que hago aquí. Llevo años en esto.
Josef se percató que se había quedado solo con Juan y el cuadrao. Los demás hombres habían desaparecido entre la maleza de la costa. Las hojas redondas de la uva caleta dejaban pasar pequeños reflejos de la luna como si enormes manchas redondas quisieran abarcarlo todo. Se oía el zumbido de los mosquitos en todo momento. El cuadrao se despìdió sin más.
- Bueno Juan Tomás, seguimos rumbo que la cosa está mala y quizás terminemos pescando por el cabo y tu sabes la propela que hay que dar pa eso.
Se estrecharon las manos y aun así Juan Tomás no dejaba de mirar la novela de una esclava brasileña que se enamoraba de un burgués joven mientras su dueño le hacía la vida totalmente imposible por amor también. El cuadrao puso rumbo a la proa encallada del barco donde los demás esperaban. Josef seguía sin entender en que momento de la noche o del día iban a pescar. Arrancaron el motor y pusieron proa al norte, a mar abierto con la maquina casi a full que amenazaba con aflojar los dientes a la tripulación de tanta vibración. En la popa del barco una cuerda se iba desenroscando a la misma velocidad que salía el barco, Josef fue a recogerla pensando que podía ser un cabo que se había quedado suelto pero el cuadrado con un discreto guiño se lo impidió. Se quedó inmóvil sin saber que hacer o que sucedía, todos miraban por la popa como si hubiese algo mas que mirar que la negrura de una noche que cada vez dejaba ver menos sombras porque la luna cansada de que no le hicieran caso se iba retirando como buscando lugares mejores, o mas románticos.
El rollo de cuerda se terminó. Todos se miraron entre si como si pasara algo y Josef estaba alerta para ver que se estaba cociendo sin el enterarse de nada. El estrechonazo que dio el final de la cuerda que estaba atada a una robusta cuaderna de hierro hizo disminuir violentamente la velocidad del barco a pesar de su enorme peso.
- ¡A Jalar coñoo!
Con ese grito se pusieron todos, Josef incluido a tirar de la cuerda con frenesí. El chorro de agua que saltaba al pasar las manos por la cuerda empapada los iba bañando a todos. El agua estaba tibia y agradable a pesar de ya haber pasado la medianoche. Una gran maraña de cuerda mojada se hizo sobre la cubierta hasta que se acabó. En el extremo una gran masa blanca se veía en la impecable transparencia del mar nocturno hasta que llegó a la banda del barco. Un par de cuernos asomaron y Josef del susto se le aceleró el corazón tanto o más que el ruidoso motor del viejo barco. Estaba en primera línea. Al mirar atrás vio la tripulación con horribles cuchillos herrumbrosos y machetines pero con una franja niquelada en la parte del filo que denotaba que se había hecho meticulosamente hacia pocos minutos. Las caras de los hombres recordaban una película de piratas o de caníbales. Josef no salía de un susto para entrar en otro. En menos de media hora una vaca fue izada al barco descuartizada, hecha bistec y debidamente helada junto a la carne de tortuga con la cual no tenía mucha diferencia. Josef no cerraba la boca. A eso de las dos de la mañana ya habían terminado. Por la borda con cubos de agua se intentaba convencer a la sangre que ya no le quedaba mas nada que hacer en ese cuerpo ni en ese barco. En el agua se veían pequeños tiburones frenéticos dando coletazos al aire sin sentido y toda clase de peces y calamares esperando un festín anunciado pero que nunca llegaría a sus ayunadas vidas.
- Hemos pescao- Dijo el Cuadrao tranquilamente encendiendo un tabaco – ¿vaya pedazo de tortuga verdad? casi tan grande como un tinglado. Los marineros acomodaban los pedazos de carne dentro de los viejos carapachos de tortugas que Josef siempre se había preguntado para que los guardaban. Nunca se imaginaría esto. Por la radio se escuchaba la voz de Juan Tomás llamando a todas las autoridades que había tenido otro caso de “vaca loca” – otra vaca se fue nadando coño, otra mas- gritaba sin contenerse entre la estática del viejo radiotransmisor canadiense. Después silencio.
Un par de horas después con casi los claros de la mañana llamando al borde de la tierra el Cuadrao destapó un ron Nucay que venía en una botella de cuerpo ancho como las botellas de lejía. La etiqueta era de solo dos colores, el papel amarillento y las letras rojas con un intento de dibujo de un indio a algo por el estilo. Cada uno se dio un largo trago como si de un café con leche se tratase. Josef no fue menos. El ayuno y la dosis le dieron un mareo terrible. El barco puso proa al morrillo en lo que el Cuadrao gritaba sin mas que ya habían cumplido los planes de producción. Una suave brisa de amanecer empezó a agradecer la movida y nerviosa noche que ya le iba quedando menos. De vez en cuando se oía un quejido por la radio. –otra vaca se fue, otra vaca se fue.
En la mañana, ya amarrados en el muelle descargaban y contabilizaban toda la carne de tortuga capturada en esta semana. Se iba metiendo en cajas de plástico grises y seguían rumbo para cualquier lugar menos para los ojos de un cubano. Como si de material sagrado se tratase se envolvía y etiquetaba en el mismo muelle y casi se custodiaba hasta el camión nevera que la haría seguir su rumbo hasta el misterioso y fantástico consumidor final. Josef con el dinero prometido en el bolsillo se despidió con un abrazo de sus compañeros de faena. Caminó al entronque de cabañas y en un par de horas y tres vehículos ya estaba montado en el camión que lo dejaría en el Lido. Se metió la mano en el bolsillo y apretó el bulto de dinero y con la otra se enrolló la bolsa de los equipos de pesca. Iba feliz, económicamente feliz pero aun aturdido y asustado. En su conciencia aun retumbaban las palabras distorsionadas de la radio desesperada con la rayada voz de se ha ido otra vaca. Intentó pensar cosas agradables. Pensó que quizás se compraba una buena bicicleta que tanto soñaba y quedándose dormido hasta La Habana, medio en sueños le dio gracias a la vaca disidente.

jueves, 10 de mayo de 2007

miércoles, 9 de mayo de 2007

Cubanías II

Esto me lo enviaron por E.mail
Gracias Vicky

Curiosidades Cubanas....
El origen del fufú de plátano:
¿Ha comido usted alguna vez el fufú de plátano?
Según Don Fernando Ortiz, el gran investigador del folclore cubano, durante la dominación inglesa en Cuba, después de la toma de La Habana, entraron muchos esclavos llevados por los ingleses. La comida que normalmente se daba a los esclavos era plátano hervido y machacado y se cree que esta forma de comerlo venía de Ghana y Sierra Leona. Los negreros ingleses acostumbraban a decir "food,food,food" (comida, comida,comida!), cuando repartían las raciones a los esclavos; de ahí que éstos comenzaran a darle el nombre de "fu-fu".

Este plato se conoce en el Caribe y, en algunos lugares del oriente cubano, como machuquillo, matajíbaro, mofongo en Puerto Rico; y mangu en República Dominicana.

Los "Fotingos"

Los cubanos del siglo pasado solían llamar a los automóviles "fotingos", pero es interesante saber el por qué, ya que la palabra no existe en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
En 1908, la Ford Motor Company de los Estados Unidos sacó su famoso Ford Modelo "T". Desde el punto de vista técnico el Ford Modelo "T" incorporó la modalidad del sistema de tres pedales: embrague, freno y acelerador.
La publicidad de la Ford describía la novedad como el sistema de "foot it and go", es decir, pisar y arrancar.
Los primeros automóviles arribaron a Cuba en 1899 y eran de fabricación francesa, pero cuando el modelo Ford llegó al país se hizo popular y los criollos comenzaron a usar la palabra "fotingo" (cubanizando la frase "foot it and go") para designar al modelo "T" de la Ford.También le llamaban "tres patas" (embrague, freno y acelerador).
¿Por qué los cubanos les llaman a los campesinos "guajiros"?

Durante la Guerra de Independencia de 1895 en Cuba el campesinado se unió a las tropas libertadoras que comandaba el Generalísimo Máximo Gómez, nacido en la bella isla de Quisqueya y ejecutada por el Apóstol de la libertad de Cuba Jose Martí y Pérez.
La Guerra del 95, como le llaman los cubanos a la Guerra de Independencia, ya casi estaba ganada por los mambises (palabra derogatoria de los españoles hacia las tropas cubanas). Cuando las tropas norteamericanas desembarcaron en Cuba, le llamaban a los combatientes cubanos War Heroes, para el oído de los campesinos y otros cubanos al comando de las tropas sonaba Guajiro. Y por esta razón que el único campesino en toda nuestra América es referido como "guajiro".

El gallo de Morón

Entre los cubanos es popular la frase:"se quedó como el Gallo de Morón,sin plumas y cacareando". Muchos piensan que se trata de un famoso gallo originario de Morón, Provincia de Ciego de Avila, Cuba. Pues bien, la historia es que el Gallo de Morón ni era un gallo, ni era de Morón, ni tuvo que ver con Cuba.
Se trata de una leyenda del siglo XVI, cuando el recaudador de impuestos de Granada se presentó en Morón de la Frontera (Sevilla) a ejercer su oficio. Como el sujeto tenía aspecto de matón y forma de actuar muy grosera se le bautizó como el Gallo de Morón.
Los moronenses se hartaron de los desplantes de aquel gallo y un buen día le atizaron una tunda de palos tan contundente, que éste tuvo que marcharse de Morón sin atreverse a volver por más impuestos. De ese episodio surgió una copla popular que decía: "Anda que te vas quedando / como el Gallo de Morón / sin plumas y cacareando / en la mejor ocasión".
El origen de los "guatacas"

La azada es un apero de labranza que se utiliza en los campos de Cuba para desbrozar los cultivos, es decir, eliminar las malas yerbas y para despejar las guardarrayas en los campos de caña. Los cubanos la llaman guataca.
También llamamos guataca a esos seres abyectos que se dedican a adular a los poderosos, sobre todo a los gobernantes. El origen de esta palabra se remonta a los tiempos del presidente Machado. Con Machado los aduladores se "pasaron de rosca", como se dice en cubano, en otras palabras, estaban en abundancia. Le llamaban El Egregio y le construían arcos triunfales a su paso.
El genial caricaturista Ricardo de la Torriente, del semanario satírico "La Política Cómica", comenzó a publicar unas caricaturas en las que aparecia Machado rodeado de un grupo de aduladores que provistos de azadas o guatacas, precedían al General limpiando la senda que este debía pisar.
El pueblo empezó a llamar a estos aduladores "guatacas" y el mote pegó. Había nacido la palabra guataca y el verbo guataquear. Desde entonces a todo aquel que adula, "hala la leva" o "hace la pelotilla", se le llamó en Cuba guataca.
La hora de los mameyes
En el léxico cubano hay una frase que muchos usamos sin conocer su significado: "la hora de los mameyes”.
Esta frase, según me cuentan, se originó hace más de doscientos años durante la toma de La Habana por los ingleses. Durante ese episodio, los habaneros, con esa costumbre tan cubana de ridiculizar a los que no podemos vencer, dieron en llamar "Mameyes a los soldados ingleses por el color del uniforme que vestían: chaqueta roja-mamey y pantalón negro. Por aquella época La Habana estaba rodeada por una muralla que la protegía de corsarios y piratas. Cada noche a las nueve se disparaba un cañonazo desde la Fortaleza del Morro, para avisar a los habaneros que las puertas de la muralla se cerrarían durante la noche. Y como a esa hora los odiosos "mameyes" se hacían más visibles patrullando las calles, los habaneros bautizaron a las nueve de la noche como "la hora de los mameyes”.

La maquina del tiempo (PM) el documental de la caja de Pandora


El cine es como la máquina del tiempo sin el peligro de desintegrarse en el invento. Como ya una vez dije, cada persona capturada en la cinta se queda contigo para siempre y te visita cada vez que quieras. Esta vez hemos ido mas lejos. Seguro entre estas personas están nuestros padres o abuelos y quizás muchos de ellos ya no estén con nosotros pero por esta vía nos visitan una vez más en lo que fué la antigua vida de La Habana. La sensación que me causó este documental fué muy intensa porque exactamente estas personas han hecho lo mismo que años después me dedicaría yo a hacer que es filmar la gente común, la vida, los pasantes y a dejar constancia de los sonidos de la ciudad. Quizás esto lo hizo un YO anterior porque exactamente tiene el mismo tipo de tomas y encuadres que me gusta hacer aunque ya sería pretencioso y fantástico imaginar que en un futuro me fuí en una maquina del tiempo al pasado y yo mismo he hecho esto. Sueños aparte lo que puede parecer un video monótono, oscuro, es para mí y espero que para muchos de ustedes esa pregunta que siempre nos hacemos de como era la vida antes y como eran nuestros antepasados. Nótese el detalle de la lancha que cruzaba la bahía como si fuera un botero diciendo "regla" pa conseguir clientes, la musica, los trajes, el baile. Es un agujero para mirar al pasado, literalmente hablando. Que lo disfruten.

Mas datos de este interesante documental se encuentran casi borrados por el tiempo. Este material fue (ayudenme en esto) la mecha detonante de la famosa frase de Fidel ...dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada.... Viendolo desde mi perspectiva y tiempo, no hallo nada agresivo, ofensivo ni mucho menos político en este documental que puede pasar por las tomas de cualquier turista que visitase la Habana pero ¿quien entiende los censores? En fin. ojalá el paso del tiempo y el silencio no acabe con este tipo de obras sepultadas vivas en la orgía de la incultura, la censura ciega y el autoritarismo que en todos los tiempos y épocas intentaron clausurar por la fuerza, las ideas, los sueños y la belleza, de esos seres "extravagantes" que gracias a todo con la hermosa capacidad de ver el mundo de otro color nos regalan pensamiento y aprendizaje para vivir y convivir mas cerca de la humanidad y el humanitarismo del que tanto nos alejamos cada monótono día de nuestras vidas.

como dato curioso, escenas de este documental fueron usadas en los créditos finales de la pelicula homenaje a Reinaldo Arenas (Antes que anochezca)