martes, 28 de diciembre de 2010

La huida de Josef (Capitulo 47)

Habían pasado muchos años desde que Josef comenzara a intentar tener una vida normal. Muchas cosas lo habían movido a ese cambio tan drástico aunque no se podía negar a si mismo que lo estaba disfrutando. Había salido de pasar toda su vida metido en el mar, de que sus sonidos solo fueran el ruido de las olas al salir, al ruido de martillos y de motores de carros destrozados por el tiempo, sin mas transición que sus deseos por lograr cosas inmateriales como el amor de Sandra, aquella de la calle ocho que tan inalcanzable parecía. Todo lo que sucedió entre la historia anterior y esta, es digno de contar y será escrito en algún momento. Este salto era necesario, porque la memoria se va borrando.
La tierra le depara a los seres humanos reglas y leyes que no siempre son bienvenidas. Las leyes del “hombre blanco” a menudo hechas en beneficio de unos pocos que tienen poder sobre ellas, por lo general perjudican profundamente a las personas que tienen o desean tener su mundo propio, a comodidad o conveniencia para pasar por el breve estadío la vida lo mejor posible, disfrutando, por el duro trabajo claro está, esas pequeñas cosas que nos permiten este momento de estar en este sitio del cual como mismo hemos venido un día nos largaremos sin tiempo a decidir si se hizo algo bien.
Pues Josef fue victima de una de estas leyes, la del servicio militar obligatorio, largos años perdidos entre enseñanzas absurdas que solo servían para hacerle daño al resto de la humanidad. Hasta un día en que Josef se cansó y decidió huir. Esperaría los años necesarios para que eso cambiase. En este lapso pasaron tres infinitos años que repito, serán contados porque quizás merecen la pena.
Ya nos vamos de aquí. Lleguemos de una vez a la historia.
Josef había reunido todo el dinero posible de sus andanzas de hombre terrestre como “chapista y mecánico” y se había largado de madrugada para la carretera central de la isla de Cuba. Isla alargada hecha a propósito por lo que se que se encargara de la creación, para dar la sensación a sus isleños de que tenían que recorrer un gran país cuando era solo una lista de tierra en el medio de un mar azul y profundo como un abismo. Solo quedaba como todo en esa isla, dos opciones. Josef pensó que quizás quien hiciera esto, en este mismo momento en cualquier otro sitio del mundo tendría cuatro puntos cardinales para huir, el solo tenía dos. Este u Oeste. De nada serviría una brújula, tocando mar Josef sabría enseguida donde estaba según la hora del día. Viento del este por la derecha costa norte y al revés, costa sur. No había mas donde correr. Sin embargo, una vez terradentro, podía dar la sensación de que se estaba en tierra firme porque los ojos no alcanzaban a ver el inmenso azul donde había nacido.
¿Este u Oeste? Esa era prácticamente la cuestión. Al Oeste conocía casi todo. Sus incursiones pesqueras furtivas le habían hecho conocer esa parte de la isla casi a fondo literalmente hablando. Conocía por mar, cada peñasco de la costa, cada herradura, cada coral y por tierra cada camino o pueblo. Era un lugar insuperable en cuanto a hermosura en todos los sentidos de la vida. Gente tan buena, paisajes, fauna. Los amaneceres mas hermosos que recuerda los vio en Pinar del Río, pero quedaba mucha isla hacia el este, mucha isla que mirar, mas terreno donde buscar porque sabría que lo iban a ir a buscar a su casa, aquellos hombres con uniformes y valores en los hombros, mas importantes que el valor de la palabra o el razonamiento. ¡Este! Decidió en voz alta, había mucho que ver.
Huir estaba empezando a tener emociones positivas. Eso de no tener rumbo, ni orden, ni horario, le estaba llevando atrás cuando el único reloj que miraba en su vida era el de las mareas y el sol. Amanecer, meterse en el agua, atardecer, salir, marea alta, esperar y alimentarse, marea baja, entrar a toda velocidad para ahorrase los mínimos metros de inmersión que la naturaleza quitaba por unas horas.
En eso uno de los camiones de carga que iban al oriente del país paró por la posible ganancia de dinero que reportaba llevar junto a la carga a las personas que por una razón u otra decidieran viajar de esa forma por las carreteras. Josef se subió hábilmente escalando por las tablas de la parte trasera no sin antes pagar 15 pesos que era lo que normalmente cobraban los camioneros por esta peligrosa actividad. El aire frío de la madrugada le daba a toda velocidad en la cara, los demás pasajeros se arropaban con sabanas empercudidas de dormir en las calles, sacos y cuantas telas pudieran para protegerse del cortante viento de viajar a la intemperie, pero Josef estaba curado de ese frío. Supuestamente a esa hora el ya estaría metido en un mar más frío aun, con olas que destrozarían un barco si pudieran y que miraban impotentes como un pequeño e insignificante ser humano se escapaba de su furia con la habilidad de una copia de aletas de pez puesto en sus pies a manera de hombre sirena.
El camión llegó hasta Villa Clara, el amanecer de ese día no fue tan espectacular porque las nubes de un viento norte y frío se habían empecinado en no dejar ver el sol rojizo y bello de esa hora. No importaba, el ruido del motor, el aire y los chirridos de toda la carga mas el desvencijado camión era una buena banda sonora para pensar mucho, había mucho que pensar, de todo menos en el futuro. Más bien, había mucho que soñar y muchas emociones para jugar con ellas. Josef disfrutaba de las emociones siempre que se las provocara el mismo, no le gustaban las sorpresas, ni siquiera las buenas sorpresas.
Otro camión, esta vez con el piso lleno de petróleo así que había que ir de pie. Las horas pasaron y el frío se cambió por el terrible calor incinerante de un sol que se colaba entre las nubes para dar en el blanco, justo ahí donde quemaba y dolía. Las mujeres cubrían a los niños como podían con pañuelos gastados, transparentes, que se veían reflejos de algunos pedazos de hilos dorados que quizás alguna vez tuvieron. Los hombres por una curiosa costumbre machista no cedían sus sombreros a aquellas madres, era como si los sombreros amarillentos de yarey fueran parte de sus cráneos y pudieran morir al quitárselos. Josef tapó a una mujer que tenía dos niños, uno en cada brazo, con su abrigo verde lleno de manchones de salitre por todos lados y la mujer le agradeció con una mirada humilde de unos ojos vítreos por las adversidades que tenía que pasar en ese momento.
Otro camión… y otro. El día entero en las carreteras, se pasaba de frío a calor, de llano a montaña, de seco a selva. Josef no tenía idea de cuan larga era su isla porque las cifras nunca le dijeron mucho, lo estaba sintiendo, disfrutando en su propio cuerpo ahora mismo, hasta que llegó a Guantánamo, cuidad rara, de energías raras y apenas podía caminar porque los pies se le habían entumecido de tantas posiciones incomodas adoptadas en su mas reciente medio de transporte. Pero sabía que estaba lejos, muy lejos, todo lo lejos que se puede estar en la isola de Cuba e imaginaba que nadie le encontraría ahí.

martes, 26 de octubre de 2010

Josef despega hacia la "vida terrestre" (Capitulo 20)

((Quédome muriendo en el pasado, el presente ya se encarga de matarme por si mismo)).


Era un Fiat rojo en una de las lujosas casas de Miramar. Estaba bastante chapisteado y solo había que hacerle el piso. Josef le pidió por este trabajo 150 dólares y el señor aceptó sin miramientos. En tres días Josef ya casi había terminado ese trabajo tan simple y había cobrado incluso. El señor Martín, por ponerle un nombre, era chofer de los camiones cisternas de las gasolineras “Oro negro” y por eso nadaba en dinero porque trasegaba con combustible todo lo que quería, dinero que nadaba en sus bolsillos ante la imposibilidad de comprar, invertir, guardar o hacer cualquier cosa normal que se hace con los dineros en cualquier parte del mundo. En la mochila de Josef abundaban las botellas de ron que le regalaban cada día como era tradicional con los chapistas, solo que Josef no destapaba ni una, no le interesaba, además, un día por probar, intentó trabajar borracho como veía hacer a sus maestros y se llenó de quemaduras ante la imposibilidad de calcular donde caerían las chispas o la falta de reflejos para reaccionar ante las bolas de acero derretidas que se le venían encima. En escasos días había multiplicado sus habilidades por tres y se dio cuenta que estaba perdiendo el tiempo miserablemente con Fizz. El trabajar solo, era como conectarse a una maquinaria de adelantar lo que tenía que hacer, sin conversación, sin borracheras, con su propia organización. Todo marchaba como quizás en algún momento fue el oficio de la chapistería, limitado simplemente a arreglar la carrocería de un carro.
Al tercer día apareció Fizz con dos más de los del gremio de los chapas alcohólicos no anónimos y fingiendo tremenda tristeza se dirigió a Josef de una manera fría y algo amenazante.
Josef estaba soldando los últimos puntos de fijación de la chapa para terminar esa tarde y sentados en el muro le observaban como avanzaba a un ritmo automático y meticuloso.
-¡Ño tremendo cabrón que me ha salido el blanquito este caballeros!
Dijo Fizz en voz alta como para lograr el apoyo de toda la concurrencia que se entretenía viendo como Josef trabajaba en silencio o porque no tenían más nada que hacer.
-A este blanquito yo lo hice chapista y en cuanto pudo, me dejó embarcado. Y ahí está trabajando hasta con mis herramientas, por la espalda…
Uno de los compinches de Fizz decidió meter la pata, pero su cerebro embotado de alcohol no le dejaba generar más palabras que las únicas que se le conocían.
-¡Estas enmojonao blanquito!  ¡Nos has metío linea!
Josef siguió soldando con la mascara puesta, le molestaba muchísimo interrumpir un cordón de soldadura por cualquier tontería externa, además disfrutaba sobremanera viendo como el metal derretido se acomodaba a su antojo y quedaba casi como soldado por una maquina.
- Estas emojoneteao, enmojonaísimo, enmojoneteasimo…..
Iba a continuar diciendo variaciones de la única palabra que sabía decir cuando Josef tiró la mecha y se paró de una forma violenta que no era normal en el. Josef no era para nada violento a pesar de su entorno, disfrutaba cada segundo de paz y lograba estar en ella a toda costa.
Por eso que se dice que “huye de una persona pacifica cuando se violenta” los tres compinches reaccionaron tan rápido como gatos, retrocediendo varios pasos y desconcertados. Josef se acercó a Fizz y este pestañeaba continuamente esperando algún tipo de reacción agresiva como se acostumbraba en esas situaciones. Josef le dijo bajito a Fizz sin ningún tipo de expresión en la cara.
- ¿Cuanto dinero me debes Fizz?
Fiz intentó contar con los dedos pero Josef lo detuvo.
- Me quedo con las herramientas estas, “estamos echaos” frase que había oído decir cuando un negocio se cerraba correctamente entre beneficiarios. Usada para hacerse entender en el mismo lenguaje de la calle.
- Ta bien, estamos echaos – Contestó Fizz con alivio, dándose cuenta de que aquello no iba para peor y mirando de reojo a los compinches para no parecer cobarde.
- Estás superescontraenmojoneteao - seguía a lo lejos como rezando un mantra uno de los alcoholizados acompañantes.
Fizz se retiró cabizbajo y Josef se le quedó mirando en retirada. Fizz era un asco de persona, un despojo de la sociedad pero Josef le tenía cariño y agradecimiento. Tenía claro que no podría hacer ningún tipo de trato ni negocio con el nunca mas. Encomendaba al dios que fuera todas las pobres personas de esta tierra que hicieran negocios con Fizz. Por un momento pasaron por su mente aquellos primeros días en que a pesar de todos sus defectos lo adoptó como aprendiz y le dejó comenzar esa nueva vida para la que se estaba preparando. Ya tenía un oficio terrestre, ya había ganado su primer dinero sin intermediarios estafadores, Ya podía ir a ver a Sandra y decirle que quería luchar junto a ella. Esa era la mayor proposición de amor de la Cuba de aquellos tiempos, nada de te amo, ni me muero por ti, Quiero luchar contigo era la mayor demostración de entrega en un sitio donde no se vivía del trabajo ni de de la decencia o el conocimiento. Se vivía de la lucha diaria.
Josef le gritó a Fizz a lo lejos, le extendió una bolsa con todas las botellas de ron que le habían regalado. El sabía que para nada era un sano regalo a un hombre alcohólico pero se contentó al pensar que al menos bebería ron por unos días y no alcohol destilado de algún combustible o algún tipo de disolvente altamente nocivo que era lo que solían beber.
Fizz se arrodilló ante el Fiat de Martín y cogió una brocha con rapidez para pintar las soldaduras con pintura anticorrosiva como era el procedimiento, Josef se extrañó muchísimo de su reacción.
- ¿Qué haces compadre?
- Ayudándote mi hermanito – A josef le dieron ganas de llorar, sentía verdadera lástima por Fizz, se preguntaba constantemente como se puede llegar a ser así.
- Dale, arranca pal carajo “nos vemos en la carretera” – Fizz dejó la brocha ante la frase de Josef donde cortaba por lo sano cualquier tipo de relación comercial. Fizz dio las gracias varias veces, destapó una de las botellas y después de verter un poco al piso “para los santos” se dio un copioso trago. Se fue, no sin volverse de vez en cuando y sonriente decir adiós como un niño pequeño. Josef le deseó que cambiaran las cosas de su vida en silencio, que algo muy fuerte lo hiciera recuperarse, cambiar, pero no, nada en esta dimensión iba a tener tanta fuerza como para cambiar a Fizz y de esto se sabrá mas adelante.
Como el FIAT de Martín
Josef terminó el fiat y le pagaron 250 dólares con la alegría de haber encontrado a un chapista que trabajaba en serio. A la media hora tenia más de 20 ofertas de trabajos en ese mismo barrio de Miramar, se corrió la voz. Había un chapista que no era borracho y trabajaba bien y rápido. El negocio terrestre crecía por segundos, Josef miraba con extrañeza como su vida se iba “normalizando”

martes, 22 de junio de 2010

Josef y La historia del descapotable. (Capitulo 19)

Quizás su costumbre de ver esas cosas insignificantes en las que que nadie gastaba su tiempo, era una de las causas que lo catalogaran como un tipo raro. Josef no miraba como pasaba el tiempo, se entretenía infructuosamente en esas cosas que nos pasan por delante de la vida como una pequeña hoja que cae o el sonido imperceptible de una ola especial que no iba a suceder en millones de años más. Josef por instinto se dio cuenta que los seres humanos somos testigos de cosas hermosas y gigantescas pero estamos tan ocupados mirando las nimiedades del día a día que no disfrutamos del poco tiempo que tenemos.
Por eso la gente lo veía raro, loco, o un poco retrasado. Josef no respondía a los estímulos normales de la avaricia o la ambición. Por eso también le tenía cariño a Fizz un sujeto que estafaba despiadadamente a quien se le cruzara en su camino, Josef le agradecía haberlo aceptado en su cerrado mundo alcohólico como un aprendiz avanzado. Y Fizz, por no se sabe que razones tenía a Josef por un hermano menor al que debía proteger y enseñar lo justo para que no le superase.

Esta parte de la historia es, bastantes capítulos por delante de donde la habíamos dejado. Es esa historia que está latente cuando pasa el tiempo arrasador de memorias y uno no quiere que se borre a toda costa. Hay que saltarse los tiempos y contarla porque corre el riesgo de ser pisoteada por la vida moderna y la genealogía del ser, que es lo que nos lleva a comportarnos como humanos y pisotear la hierba… y todo un planeta entero. Josef, aunque añoraba con todo su ser las azules aguas del bendecido mar costero habanero se había negado a si mismo la vida de pez y se esmeraba en vivir como un ser terrícola, humano como todos demás. A fuerza de tragar humo de chapas quemadas había aprendido a chapistear carros que era una cosa “terrenal”. Lo necesitaba más que nada por esos sueños extraños que le venían en todo momento de esos comportamientos humanos que consistían en tener pareja, en defender un territorio, en soñar con algo. En lo profundo de su ser extrañaba aquellos obscuros momentos en que no pensaba en nada, solo en llegar al día siguiente. Era una vida cavernícola, marítima que por peligrosa o repetida que fuera quizás en otro momento fue una buena vida.

El aire de salitre le llegaba siempre como recordatorio de antiguas pero efectivas opciones. Había que llegar, había que ser humano, terrestre, terrícola, ser como los demás. Se había comprado un carro convertible, inservible. Ese carro, habían dicho los expertos nunca caminaría. El motor estaba hecho piezas en el maletero, el dueño muerto sin ningún tipo de esperanza de poder arreglar aquella documentación pero Sandra dijo que ese era el coche, el de sus sueños, el que ella veía en el autocine de la “novia del mediodía” el de la costa, las tablas de surf, los sueños. Josef seguía inmensamente fiel aquella predicción porque sus sueños estaban puestos en Sandra y cada paso le acercaba a la vida real.

Al cabo de los años Josef logró arreglar ese Buick Special 52 con que el que quizás soñó alguien el día que lo sacó de una agencia de carros lujosos. Pero Sandra ya no estaba. Cosas de la vida. Las cosas buenas nunca se juntan, las malas si. Josef reunió toda la gasolina que pudo y se fue la “novia del mediodía” un cine, del que nuestros padres nos contaban historias. Las camareras en patines desde luego no existían pero en el pequeño mundo de Josef todo era posible. Con solo cerrar los ojos en la destruida pantalla, salió Humprey Bogart con su interminable cigarro. Y besó a Sandra como se besan a los sueños. Con esa suavidad terrible que va a arrasando la tierra por donde pasa. Ese beso que estremece, pero que despide.

No es el fin, se comentó a si mismo cuando se dio cuenta que el día estaba comenzando a desbaratar sus pensamientos. Ese frío que por suerte recuerda estar vivo a los que madrugan por las calles le daba a Josef infinitas caricias. Josef sintió ganas de mar… y de Sandra. Pero no estaban. Ninguno. Bienvenido al mundo real, se dijo a si mismo. Despierta. Nadie sabe el pasado que nos espera. Cuando miró los primeros rayos de sol el resto del mundo desapareció. Estar vivo era una especie de milagro de los días pares. El flamante y destruido Buick arrancó con su fuerza acostumbrada rompiendo cualquier poesía criminal disuelta en la atmosfera. Le llevó a casa. Quizás mañana, pensó Josef, todo será distinto. Lo que pasa es que para ese entonces, ya no seremos los mismos.


La historia del descapotable (Tarda unos segundos en reproducirse...)

viernes, 4 de junio de 2010

La despedida

Cuando grabé estas imágenes con mi obsoleta cámara de video, algo me decía que era una despedida. Así fué. Una vez que pisé la nueva tierra traté de olvidarme de aquella. Mas de diez años bastaron para demostrarme la imposibilidad de este hecho. Hoy, mas que nunca quiero recuperarla, no funcionó la coca-cola del olvido como muchos dicen. Esa tierra, esa azotea, esas calles me duelen cada día más como si de una enfermedad se tratase por eso no puedo dejarla atrás, ni quiero. Esa es mi tierra y tierra de todos los que la quieran. Por eso a veces mi cuerpo se pasa días sin alma por ahí, porque como esta puede ir a donde quiera, se pierde en los aires de estas imágenes sin fecha de caducidad ni fin de contrato.

El barrio increíble, en diez años no ha cambiado casi nada, exepto que todos los amigos se han ido a otros países y los edificios que se iban a caer ya se han caído, los niños han crecido y desde luego no saben quien soy a pesar de haberlos cargado en mis brazos y algunos haberlos enseñado a nadar y a pescar. Mi padre ya no está porque se quedó esperando un absurdo permiso para que yo pudiera entrar a Cuba de nuevo y se marchó para siempre mutilado por la espera y la injusticia. Se que voy a volver y ojala no sea tarde para recuperar esas familias de barrio,esas puertas abiertas y los niños jugando en todas las casas indistintamente. Esas tribus de pequeños y grandes en busca de aventuras pesqueras por el malecón y la costa de Miramar, la puntilla o el 1830. En el minuto 4:45 sale mi padre y varios niños del barrio, hoy hombres y mujeres que no saben de donde me han visto porque desaparecí un buen día como sus padres y hermanos mayores, a intentar olvidar a otro lado infructuosamente.

miércoles, 2 de junio de 2010

Josef y el próximo paso (Capitulo 18)

Los días transcurrían como si fuera un círculo infinito de monotonía. Para Josef, el sol salía y se ocultaba a una velocidad increíble. Cuando vino a darse cuenta ya habían pasado muchos meses desde que empezó en la ardua tarea de hacerse con un oficio terrestre que le permitiera subsistir sin el interminable peligro de las madrugadas en el mar. Aun seguía teniendo las pesadillas de las persecuciones de las autoridades y los decomisos de capturas y artes de pesca. Por suerte el día a día lo iba alejando de tan terribles momentos, aunque otros momentos tensos se acercaban. Cada vez que llegaba a casa tenía varias citaciones militares a las que nunca acudía. No se veía envuelto en algo relacionado con armas y mucho menos uniformes. Los vecinos contemporáneos habían desaparecido, muchos se habían ido a los Estados Unidos  y otros habíanse perdido en el mar. De esto no se hablaba, era algo común, aceptado. La muerte del “cilindro” le habían acelerado sus deseos de estar con los pies en la tierra, más ese tímido amor que había encontrado por la calle 8 de Miramar en una de sus tribulaciones marítimas de la playa de 12 por la cual pasaba todos los día en espera de un reencuentro. La ilusión iba cada día en aumento por lo nuevo y lo que le esperaba. Fizz, el a veces maestro de oficio y compañero de trabajo, iba degenerando en una persona alcohólica cada día mas irresponsable, en mas de una ocasión no le pagó a Josef lo convenido por su adicción, pero Josef no le guardaba rencor, se sentía pagado con lo que estaba haciendo y aprendiendo, solo que en cuanto se dio la oportunidad Josef despegó por su cuenta y el pobre Fizz se quedó tan solo como siempre había estado. Esa oportunidad llegaba en un día como hoy.

Como de costumbre Josef llegó a las nueve al sitio de trabajo. Era la casa de un médico bastante acomodado en el barrio de Miramar. El Moskovish que chapisteaban estaba tan podrido que hacía rato se había pasado de lo que Fizz llamaba presupuesto, presupuesto era ir pidiendo dinero a los dueños para supuestos materiales que después se gastaban en alcohol y algunas cosas mas sórdidas, para después decir que no había alcanzado y pedir más. Gracias a Fizz y a mucha gente como el, el gremio de los Chapistas-mecánicos gozaba de una terrible fama de alcohólicos y estafadores. Esto complacía a Josef en lo mas profundo de su ser porque entendió enseguida que era una desventaja que le permitiría  entrar en el negocio sin mucha competencia fuerte.
Ya hacía media hora que Josef cortaba plantillas de chapa y las doblaba para que estuvieran listas para la soldadura cuando se acercó un sujeto en una bicicleta, era un señor muy gordo, lleno de cadenas y anillos de oro que resoplaba el pedaleo como una tortura que se inflingía a si mismo por alguna mala acción. Chorros de sudor le corrían por la frente en lo que gritaba sin decir ni siquiera los buenos días.
-¡¡¡Chapa… chapaaaaa!!!
Josef no entendía todo aquel alboroto tan temprano, soltó las herramientas en el piso y fue a ver que sucedía, el extraño sujeto seguía con las extrañas palabras.
-¡¡Chapaaa…!!!
Cuando estuvo frente a él, el sudoroso y sofocado visitante le disparó las palabras.
-¡¡Chapa, cuanto me cobras por chapistearme mi carro!!
Josef comprendió que el era el “chapa” que el era un “chapa” el nombre que se le decía a los chapistas por aquel entonces, lleno de óxido, con las ropas roídas, heridas en las manos, era un típico chapa con todas las de la ley. Fizz no había llegado y este señor sin duda se dirigía a él.
-¡Dime cuanto!
-Tengo que verlo y saber que es lo que le quieres hacer – contestó Josef con aires de profesionalidad, como había visto a Fizz hablar con los clientes antes de que se sumergieran en un camino largo lleno de agónicas estafas.
-¡Ven ahora mismo, móntate en la parrilla!
Josef evitó reírse, se imaginaba que si esa persona apenas podía con su propio cuerpo como sería con él montado en la parrilla de aquella bicicleta rusa que entre óxidos se veía que alguna vez fue azul mate.
-No, dime la dirección y yo voy mas tarde
-Ta bien, dame un papelito.
Apuntó con toscas letras una dirección y se fue no sin antes impulsarse varias veces con los pies antes de pedalear como si fuera un niño pequeño en un velocípedo sin pedales. Josef se quedó mirando la dirección, era fácil de llegar y además cerca.

vehículo Moscovish ruso
Intentó volver al trabajo pero se había desmoralizado un poco. Fizz le debía mas de cuatro mil pesos cubanos y como 20 dólares entre trabajos realizados, acordados y nunca pagados. Al final él hacía el trabajo mas duro, cortar la chapa, hacer plantillas, doblar chapas, sacar golpes, lijar para pintar y Fizz solo soldaba un poco y pasaba tres horas bebiendo o vanagloriándose de cuan bueno era en esto y aquello. Josef consideró que ya sabía bastante como para arrancar solo, Fizz nunca le dejaba coger la soldadura pero como estaba ausente la mayor parte del tiempo Josef había vencido el miedo que siempre le habían metido en el cuerpo de que eso explotaba a la primera y además con los ruidos que hacía de vez en cuando era como para creérselo, había hecho pruebas en pedazos de chapas desechables. No le iba tan mal. La teoría aprendida le estaba viniendo como anillo al dedo y cada día agradecía también a aquel profesor de la escuela tecnológica Ciudad Libertad que amablemente dedicó su tiempo a enseñarle tan productivo oficio.
Fizz no era mala persona, pero el tiempo de estar con el ya había terminado. Si quería seguir adelante en su propósito debería saltar al próximo paso. Dejó de trabajar y siguió meditando como si se tratara de una estatua congelada en una acción. Saltar al próximo paso, esa era la cuestión. Era ya el mediodía y Fizz no llegaba. Sacó el papel con la dirección del nuevo trabajo y recogió algunas herramientas primordiales, un martillo, un par de tas, unas tijeras hojalateras y las mangueras del grupo de soldadura. Memorizó bien la dirección y se lanzó calle abajo en busca del avance, del próximo paso.

viernes, 7 de mayo de 2010

Sueños grises

Los sueños con La Habana suelen ser oscuros, la lejanía le quita el color a las imágenes de la memoria. Solo aquellas viejas grabaciones refrescan aquellos momentos que quizás fueron mejores. Lo malo que las grabaciones, como a la memoria también se le van los matices y las luces.

Vídeo realizado en el año 2000 y reeditado en el 2007.

Videos tu.tv

Déjame Habana….............


Se puede ver en HD en youtube

Como mismo escupiste mi cuerpo a un lugar diferente de la tierra
Como mismo te quedaste por la fuerza con mi alma
Como mismo te robaste todos aquellos sueños secretos
Ahora te ruego que me dejes, Habana.

Como siempre que me llenas las pupilas
Como siempre que las apagas con lágrimas
Como mismo las quemas con tristezas
Te pido que me dejes, Habana

Déjame estar sin mirar tus muros
Déjame no respirar tu atmosfera cansada
Aléjame de oler tu salitre lleno de porquería de la ciudad hundida
Solo te pido que me dejes, Habana.

Se que puedo morirme soñándote
Sin embargo no tengo el valor de ir a por tus besos
Como mismo me llevé mi cuerpo a tus espaldas
Como mismo te dejé mi alma, debajo de tu almohada.

Déjame por favor, Habana.

jueves, 6 de mayo de 2010

La triste historia que nos tocó vivir

Es imposible llevar las cosas de peor manera cuando no se tiene la razón. Por respeto a mis padres, sobre todo a mi padre que ya no está entre nosotros, defensor del sistema cubano a ultranza, cuando manifiesto alguna idea en contra, me queda un poco de cargo de conciencia de que lo estoy haciendo mal. En lo mas lejano de mi mente existe algo que me dice que ojala yo esté equivocado en mi forma de pensar y de hacer y que los que gobiernan en Cuba tienen la razón. Pero los hechos contundentes me van golpeando a cada segundo que llega una noticia de Cuba. Esa lejana idea de pensar que quizás el sistema cubano tenga algo de lógica o razón se despedaza con cada golpe o grito que le dan a las madres cubanas que exigen en silencio y a través de rezos y plegarias la libertad de unos hijos y esposos encarcelados solo por escribir o pensar. 

Con estos hechos, no queda ni remota posibilidad de aunque sea preguntar cuales son las razones, si lo que te van a responder está escrito desde los años 60´s y recalcado en las nuevas generaciones por la fuerza que, alejándose de cualquier tipo de pensamiento o sentimiento humano, son capaces de salir a las calles a maltratar a mujeres que piden por sus familias.

 Ya, el colmo de la ridiculez es el argumento de que somos (y digo somos porque lo soy) mercenarios de la CIA, de que nos pagan y esas estupideces. Desde luego que alguien gana mucho dinero con lo que pasa en Cuba y no soy yo. Sería muy extensa esta entrada si enumero las cuentas y los negocios estatales tomados como privados por los “revolucionarios” para embellecer sus arcas personales. Sería absurdo repetir como, los supuestos logros del comunismo cubano en realidad, son una enmascarada rigidez capitalista aun peor, porque no solo son los propietarios de todos los medios de producción sino que se enriquecen con ellos e inclusive ostentan la propiedad sobre las personas y todo lo que conlleva al restringir todas las libertades de movimiento y pensamiento dentro de la isla, que no sea repetir cotorróneamente* el discurso del dueño de la finca. 

De mas está decir que la tesis comprobada del socialismo cubano que es “repartir las riquezas” pero no crearlas no funciona en este mundo algebraico. Aunque también les faltó agregar que era “repartir las riquezas” pero entre los dueños solapados y camuflados de uniformes militares de altos grados, los mismos que comerciaron drogas con Pablo Escobar o que son capaces de obligar a esa parte descerebrada de la población humilde, a golpear personas por sus criterios, por el temor de hacerlo abiertamente como quisieran con tropas y policías debido a la experiencia acumulada con las demás dictaduras homólogas. En realidad, la dictadura cubana es una tesis de cómo hacer las cosas aprovechando ciertas comodidades geográficas. Entre ellas, que en Cuba no hay frío, porque si con una bajada de temperatura caribeña se mueren 22 pacientes de un hospital desprotegidos ¿que pasaría si existiera el crudo invierno norteño? ¿Qué pasaría si las tierras bondadosas de la isla no dieran esos boniatos que se compran en el mercado negro? ¿Qué pasaría si no hubiera una frontera custodiada por feroces tiburones y peores y violentos guardas? Desde luego que no existiera y esta desgracia es la suerte que la dictadura cubana no sirva de ejemplo para otros países que están tratando de adaptarla con ridículos resultados en todos los sentidos.

  Desde luego que nuestros líderes dictatoriales no son grandes creadores. Aprendieron y calcaron de las dictaduras anteriores y su poca creatividad le ha dado solo para pequeños matices cubanos. El resto es metodología de Hitler (literalmente en el caso de los actos de repudio actuales) Stalin en las fabricas de fusilamientos instaladas en unidades militares, la mas productiva de ellas bajo la tutela del “carnicero” Che Guevara, Pinochet (de él se tomaron las redadas policiales y los arrestos en masa de manera sorpresiva) y una lista interminable de peligrosas máquinas contrarias a la libertad y la vida. Cuba actualmente es un compendio de todos estos cánceres sociales que han ennegrecido la historia humana a través del tiempo de la existencia.
Fidel en uno de sus cursos acelerados de dictador junto al sanguinario Pinochet.

Una  de las cosas mas horrorizantes es como el resto de la población mundial, a falta de criterios o esperanzas deja sus sueños ya sea por la incultura, la falta de información o la testarudez en defender este sistema, que superando las dictaduras anteriores ha invertido mas de los recursos con los que pueden contar en pequeñas victorias pírricas al exportar fuerza de trabajo esclava como medio de pago en lo que los optimistas ven una hermosa labor de ayudas médicas, o militares en el caso de las ayudas al terrorismo mundial y la desestabilización de los gobiernos democráticos en muchos sitios del mundo que aunque no sean perfectos, están ahí por vías electorales y nunca de fuerza o imposición como es el caso de el paraíso de ETA, o en su momento Sendero Luminoso en La Habana.

No queda más que esperar que esto cambie y llorar por los que no lo vieron. Muchas personas desde sus sitios cómodos o protegidos son incapaces de tender una mano a los que dentro de Cuba agonizan en persecuciones injustas, encarcelamientos, torturas y exclusiones. Actualmente Cuba es el reino del racismo de todo tipo, el apartheid, las mafias militares y la desprotección social en todos los sentidos. En lo que yo escribo esto, centenares de asnos uniformados están golpeando personas inocentes porque no quieren callar, o están contando sus retribuciones y mirándose con recelo entre ellos porque saben que el día donde va a haber una estampida de inmoralidad va a llegar y tienen listos sus arsenales para ajusticiarse entre ellos por conseguir ya no logros o dineros, si no una minima supervivencia ante tanta ignominia de la que ellos tienen conocimiento y control.
Queda decir que siempre se puede hacer algo por los que sufren. Se puede firmar por la libertad de los presos políticos. Incluso es de gran ayuda leer, estudiar y comprender antes de apoyar algo que incluso te puede hacer daño a ti mismo. Da igual que seas de derechas o izquierdas, con que seas un ser humano ya vale. Si desde tu posición cualquiera que sea, defiendes la libertad, los derechos de pensamiento y expresión ya eres de los nuestros. Da igual quien te pague o si vives debajo de un puente. Si quieres libertad, eres una persona libre y los que tenemos vagas esperanzas en mejorar la vida, contamos con personas libres para la reconstrucción de nuestra ultrajada islita en medio del mar..

Aquí está esta canción dedicada a los verdaderos mercenarios cubanos.


cotorróneamente* Me acabo de inventar esta palabra. Repetir como una cotorra algo sin sentido, mecánicamente o por obligación

sábado, 1 de mayo de 2010

Josef y el 1º de Mayo (Capitulo 17)

Ni se había dado cuenta que era primero de Mayo. Día en que las calles se llenaban de policías y las costas de militares con relucientes cañones, temblando de que le pudieran aparecer unas manchas de ávido salitre. Cuando llegó a su sitio de trabajo estaba completamente vacío – claro, este día no se trabaja- se dijo a si mismo y volvió sobre sus pasos. A lo lejos solo se oía la voz del televisor de algún entusiasta vecino que quizás para justificar su ausencia al desfile lo ponía como para que quedara claro que al menos seguía la actividad por la tele. Gracias al canto de los pájaros, aquella ciudad no parecía un sitio desvastado por una guerra. Entre tantos edificios destrozados y ni un alma en un día tan soleado podía parecer que había arrasado alguna epidemia o que todos los pobladores habían emigrado de golpe. Ni siquiera padre o madre estaban en casa al despertar Josef, por suerte con la frase de, este no es de este mundo, no se habían tomado el trabajo de despertarlo para la marcha, nunca había ido a una, ni le encontraba el porqué, máxime cuando no cesaban de repetirlo por tantos días en todos los medios e incluso salir embarrado de las semi amenazas de sus compañeros de fechorías, llámese pescadores furtivos o como en estos tiempos, gremio de chapistas, mecánicos y demás trabajadores ilegales.
Hay que ir a la marcha- decía uno de los mas recalcitrantes que además se dedicaba a las peleas de gallos, perros y cuanto animal se pudiera apostar – Uno no puede foquearse*, uno tiene que estar en talla con la vorágine- las palabras le sonaban sublimes y meditadas. Josef volvió sobre sus pasos. Llegó a su edificio desierto y entró a su casa sin saber que hacer ¿A dónde ir? Desde que tenía uso de razón nunca había ido a ningún lado, a no ser las miles de millas marinas recorridas para buscarse el sustento pescando, o ahora, los sitios donde ilegalmente una vez más vivía de su trabajo. El único lugar que conocía en la Ciudad de La Habana era fuera de ella, el mar. Pero nunca había ido a él por entretenimiento o por no tener nada que hacer, pero en casa tampoco se podía quedar. A medida que avanzaba el día, mas y más televisores y radios se sumaban al volumen justificante de estar al menos en sintonía con la actividad. Se oían simultáneamente varios periodistas repitiendo las mismas consignas con un mar de gente de fondo. Josef tomó su máscara de buceo y se alejó mientras pudo.

Cuando llegó a la costa, unos militares le impidieron que se metiera en el agua. Sin decir nada se fue a la entrada siguiente con los mismos resultados. Así fue recorriendo una buena parte de la costa de Miramar oyendo las mas descabelladas excusas como que “hoy” la playa estaba cerrada, que no podía haber bañistas por si entraba algún infiltrado, que la costa era zona militar, que no podía entrar en perímetro armado, que no le daba la gana al teniente y la última y mejor de todas, que si no había ido a la marcha del primero de mayo tampoco tenía derecho a meterse en la playa.
Estuvo a punto de escalar cualquiera de los edificios conocidos y cruzar a la costa desprotegida como había hecho cientos de veces, pero la soberbia del mal día que estaba teniendo no le permitía esa especie de retirada. La costa era suya, y de todos los cubanos. No era propiedad de unos sujetos por muchos cañones que tuvieran, así que siguió explorando cada paso hasta llegar a la calle 16 donde vió lo que sin duda eran unos bañistas tomando sol plácidamente en las agresivas rocas costeras. Se acercó y comenzó a lavar la vieja careta en las pequeñas olas que saltaban un poco mas arriba de donde llegaba el nivel. Josef se sintió observado cuando miró estaban los supuestos bañistas preguntándose con curiosidad, parecía un ambiente cargado hasta que uno de ellos dijo, hablando por todos.
-¿tu no vas a la marcha?-
-No ¿y tu? – Respondió un poco receloso de los anteriores encuentros con los militares.
-Nosotras no somos bien recibidas en las marchas – dicho esto, estalló una risa generalizada. Josef sin entender, como siempre intentó analizar desde sus propias y confusas ideas el porque ni militares ni homosexuales iban a la marcha, quizás tenían algo en común pero al menos no se metían con ellos y gracias a eso él, pacíficamente iba a poder cumplir con su objetivo de darse un chapuzón en el hermoso mar que tanto añoraba constantemente.
-¡te cuidamos la ropa!- le gritaron ya cuando Josef se disponía a sumergirse del todo en el mundo en el que mas tiempo había pasado y alcanzó a escuchar a lo lejos
-Aunque hoy, todos los delincuentes se han ido a la plaza.

foquearse*: Se refiere en la jerga popular a destacarse de manera negativa ante las autoridades o los controles de cualquier tipo.

lunes, 15 de marzo de 2010

La mala suerte de Chulín

Este articulo literario es basado al 100% en un hecho real con personajes reales.

Chulín era un joven que nació y se crió entre los barcos, desde pequeño, los grandes lo veían brincando entre los botes como un resorte, con esa habilidad que tienen los niños de hacer cosas en contra de la gravedad y las demás leyes físicas. Pronto aprendió a pescar como su padre Papo, y se convirtió en uno más de ese barrio de pescadores del puente de hierro. Siempre está bromeando, hoy sus hijos y sus nietos son lo mismo que fue el y su padre, lo mismo que fueron mis abuelos y que de seguro serían mis hijos. El roído bote en el que viajábamos mucho antes de nacer, en forma de sueños, aun existe y sobrevive en las grises aguas del río Almendares. Chulín cada día despierta por la madrugada y a duras penas va a pescar. La mala suerte no ha hecho que deje de hacerlo. Una mala suerte enfermiza y sádica que se cebó con el hace unos años sin darle oportunidad de escoger, una mala suerte de esas que andan sueltas por ahí y que lejos de atajarla, vemos con la mirada hacia el suelo como pasa de un sitio a otro rezando porque no nos descubra y se cebe en nuestras vidas.
Al triunfo de la Revolución, Chulín, como casi todos los pescadores que no se fueron se vistió de uniforme verde olivo y cuidó de las pobres fronteras cubanas por años, convencido de que estaba en lugar adecuado y el momento preciso. Como millones de cubanos miraba con orgullo el hecho de que a pesar de ser un joven muy pobre, negro y con un oficio tan difícil, se le hubiera dado la oportunidad de la dura tarea de defender su país ante un Goliat amenazante y destructivo. En aquellos años la vida había cobrado una connotación distinta. Cuba era el eje de la lucha contra el imperialismo, era la pequeña mariposa que con un batir de alas podría ocasionar un huracán al otro lado del mundo y la gente como Chulín ayudaban con su tiempo y su esfuerzo a hacer batir esas coloridas alas del romanticismo político de los 60´s. No existe la cifra de las personas que le pidieron a Chulín salir del país en su bote, el siempre dijo que no. Prefería quedarse en la mariposa de las coloridas alas antes de formar parte de las entrañas del monstruo del que le habían hablado.

 Desde donde estaba, se veía nacer un sol lindísimo en un mar tan azul que dejaba sin aliento, y lo mejor, que pasaban los años y los años y ese mismo mar seguía dejando sin aliento a todos los que vivían de el. No obstante, atrás se habían quedado aquellos tiempos heroicos de Kalashnikov 47 y días esperando una invasión que nunca llegó. En el medio del mar miraba con confianza las enormes barcazas grises llenas de cañones y números rojos gigantes en la proa que le pasaban de un lado a otro constantemente en lo que el le rezaba a los suyos para que no le destruyeran el palangre con las enormes hélices. Frecuentemente estas embarcaciones se arrimaban a barcos pesqueros para pedir la documentación, rutina, decían. Se extendió hasta la lejana capa azul oceánica el controlar a cada rato todo ser viviente que se moviera por los territorios de la isla mariposa en el cual era controlado hasta el último polvillo de los colores de sus alas. Más de un arte de pesca se perdió en las hambrientas propelas de los férreos titanes de mar, no pasaba nada, nisiquiera se podía reclamar, aunque hubiera pasado más de un año para recolectar en un sitio donde no hay nada, tantos anzuelos, tantos cientos de metros de hilo de nylon. A veces entre la marejada y la oscuridad de la noche se sentía el romperse de las maderas laterales de los sufridos botecitos cuando sin necesidad alguna la Griffin (embarcación militar artillada) se pegaba sin razón ninguna a interrumpir la faena para pedir los salados papeles de tantas veces sacarlos para mostrarlos, como si el simple hecho de estar en ese gigante azul fuera razón de ser controlados e investigados. La sabiduría de los pescadores había ideado una vara muy larga con un palillo de tendedera en la punta para hacer llegar los papeles a la Griffin sin que esta averiase más aun las dolidas maderas de los pequeños y viejos botes.

Pero la suerte está ahí, a veces por bajar la cabeza no pasa de largo, a veces no hay ningún remedio contra la mala suerte. Ella te ve, te busca, ataca y se ceba en lo mas profundo de tu ser y como fiera sarcástica y sádica que no te deja hasta que te ve demolido y agotado.
Ese día como de costumbre, los aburridos marinos de la Griffin le pusieron rumbo al barco de Chulín, porque no había mas nada que hacer, le conocían de tanto pedirle los papeles, le conocían porque Chulín fue un guardafronteras de los de antes, de los de semanas de mosquitos en los cayos esperando la invasión, de los de comer solo el pescado que pescaba, de los de tener el sabor en la boca y las manos del oxidado rifle del cual no se separaba para defender su pequeña mariposa colorida de las fauces del monstruo del que había hablado Martí. Iban a mas velocidad de la acostumbrada pero Chulín pensó que los miles de caballos de fuerza de los gigantes motores de la mole podrían detenerla en el momento justo y tomó los papeles en sus manos como de costumbre, cuando levantó la mirada, la gigantesca proa de hierro blindado ya había partido su pequeño barquito en dos como romper un pequeño barco de papel. Solo atinó a preguntarse porque, bastaron una fracción de segundo para que un golpe feroz de una potente maquina unida a una gran hélice le dieran un corte limpio en una de sus piernas en lo que batallaba por subir a la superficie a buscar una bocanada del preciado aire. En el camino, entre tantos trastos que decidían si irían al fondo o a la superficie encontró una tabla, una tabla salvadora que lo ayudó a llegar a superficie. A pesar de haber bastante fresco el agua estaba desacostumbradamente caliente, no había dolor, solo rabia y tristeza al ver los pedazos del diminuto barco generacional esparcidos como si hubiera habido una gran explosión. Ahí pensó que se acababan sus días.

Se comprobó que la tripulación de la Griffin como era de costumbre estaba bajo la influencia del alcohol. Fueron trasladados de provincia y siguen patrullando cualquier parte de la costa Cubana. No hubo juicio ni responsabilidades. Chulín a duras penas logró salvarse con el resultado de heridas graves con peligro para la vida y amputación de una de sus piernas. El ministerio del interior cubano le ordenó a Chulín que no diera detalles de esto, y no los dio, me llegó la historia por otras vías. Como resarcimiento le dieron dos tablas de pino y una lata de tornillos para que remendara lo que hubiesen encontrado de su bote. La unión y ayuda de los demás pescadores hicieron que Chulín hoy se levante temprano y vea su antiguo bote aun flotando en el río Almendares, Se ha subido a el, con ayuda de sus muletas y ha salido acompañado se su hijo a faenar al mar. Hay mucho azul todavía y cuando sale el sol en breves segundo a todo el que esté cerca, la explosión de colores le corta la respiración. Hoy es un día más en la pequeña mariposa isla, un día mas de los que faltan por vivir. Un día más de reírse, de decir nombretes ocurrentes a los demás pescadores y fanfarronear sobre el pez más grande. Hoy es un día más.

Embestida tipica de los barcos Guardafronteras Cubanos.

En este caso, a un barco que se acercó a aguas cubanas a echar flores por las victimas del remolcador "13 De Marzo"

jueves, 11 de febrero de 2010

¿Donde estamos ahora?

¿Alguien sabe donde rayos está nuestra mente? Entre tanta nieve y frío.

Josef y un terrible cambio (Capitulo 16)

Llegó a casa sofocado de tanto pedalear sin reparar que ya era de noche cerrada. Su madre lo esperaba sentada en silencio con casi todas las luces apagadas. Era extremadamente raro que no estuviera puesta la televisión a esa hora con los absurdos discursos de los absurdos noticieros. La amarillenta luz de los bombillos de la cocina proyectaban lúgubres sombras sobre la pequeña sala y los viejos muebles. De vez en cuando se oía una voz proveniente del solar de al lado que por raro que parezca también estaba bastante silencioso. La madre de Josef  le extendió un papel amarillento sin decir nada, Josef vio un escudo impreso en una esquina y supuso lo peor, en lo que intentaba encender alguna luz mas para poder leer el misterioso papel la madre dijo como terminando de aplastar el día.
- Y el cilindro ha muerto…….lo han encontrado hoy por la bahía de La Habana.
El cilindro era una suerte de pescador loco obsesionado con un sitio muy peligroso por la altura de la embajada de intereses de los Estados Unidos que era un agujero de unos 70 metros de diámetro por unos 60 metros de profundidad. Este accidente geográfico submarino de curiosa formación llamado generalmente (Blue Hole) que se encuentra por todas las costas caribeñas es refugio seguro de peces y langostas y trampa mortal de pescadores obsesionados que no miden la profundidad con la emoción de la captura. El Cilindro no era el primero que moría en este sitio, ni iba a ser el último. Josef sabía lo que significaba. Por eso se negó cientos de veces a pescar ahí a pesar de la insistencia de este. Al cilindro le llamaban así por su insistencia de pescar en el sitio que llevaba ese nombre. Josef se entristeció enormemente, le pareció verlo en la puerta de su casa como solía hacer insistiendo pesadamente en ir ahí, contando con lujos de detalles el porque habían ahí tantos peces y lo fácil que era pescarlos, contando como se metía de noche con una linterna para que la policía no lo viera ya que eso era zona vigilada militarmente por la “embajada americana” y como hacía grandes capturas el solo, que serían aun mas fructíferas con un compañero, pero nadie quiso pescar nunca con el y por años se le veía solo de madrugada con su deteriorada figura y su pelo rubio quemado como rayos de sol caídos sobre su cabeza. Nadie sabía su nombre real, ni si tenía familia ni donde vivía. Era uno más de la costa, de la supervivencia, un suspirante furtivo. Aparentaba tener unos 28 o 30 años, quizás menos y ahora que se había ido Josef le echaba en falta aunque no había mediado ni siquiera amistad en ello, pero era alguien digno de admiración que se fue solo y solo se quedó, sin que nadie lo escuchara ni lo acompañara. Josef sabía perfectamente la tristeza de pescar solo aunque el era un solitario perdido. Un amanecer o una buena pesca era nada si no tenías a nadie con quien compartirlo aunque fuera con una simple mirada o cualquier frase absurda venida a menos. El cilindro con suerte estaría ahora en un delfín como soñaban todos los pescadores, daba vida a un ser sagrado y querido y quizás no estaría mas solo. Miles de preguntas venían a la cabeza de Josef sobre esa persona que no existiría más. Levantó el papel y leyó….Citación oficial de comité militar del municipio plaza. Nada, que el día iba a peor.

martes, 9 de febrero de 2010

Josef y la sonrisa (Capitulo 15)

La casa del médico era una antigua y lujosa mansión en Miramar,  barrio rico de La Ciudad de La Habana caracterizado por una arquitectura ostentosa y ordenada. Un pequeño garaje trasero servía de taller para, entre obsoletas herramientas, esconder los prohibidos depósitos de oxigeno y acetileno necesarios para la chapistería. El auto del médico no era más que un oxidado moskovish ruso de pésima tecnología que manos hábiles tenían aun en funcionamiento.
Como siempre Josef con su innata manera de ver las cosas tenía la capacidad de cortar el metal justo para hacer las piezas necesarias que sustituirían los agujeros provocados por la corrosión y la cercanía con el mar. De vez en cuando una bocanada de salitre hacía que Josef meditara un poco sobre si debía estar o no en ese momento y en ese lugar y los cambios que le deparaban los próximos días de su vida. Las manos habían dejado de ser blancas e inmaculadas como solo el mar sabe lavarlas para ser una mezcla de óxidos, cortadas sangrantes y alguna que otra quemadura. Pero no dolían, los sueños, cuando están a flor de piel sirven como anestesia para cualquier padecimiento y Josef estaba lleno de ellos, pletórico de alegrías infundadas por la imaginación, sonriente de planes por venir aun nada definidos, Josef avanzaba a pasos agigantados en el aprendizaje de esta profesión que al parecer le iba a llevar cosas buenas a la vida. En el mar, recordaba días de buena pesca, buenos momentos con los amigos, visiones hermosas de amaneceres, tonalidades de azul insuperables, legendarios encuentros con delfines pero nunca recordaba esa risa sin fundamento que se le escapaba cada vez que soñaba con todo este mundo nuevo que estaba descubriendo.
Y Sandra, ese amor regado, pospuesto y fugaz que había dejado atrás cuando había tomada la errónea decisión que no era un hombre de tierra sino un semipez castigado a andar por un sitio polvoriento y ruidoso en contra de su voluntad, ajeno al silencio y el vaivén de las profundidades marinas. Sandra quizás estaría para cuando el fuera un terrestre común y corriente. Sonrió aun más hasta convertir el martilleo de las chapas en risas. Fizz lo miró extrañado. Comprobó que no faltaba nada en su botella de ron que no se hubiera tomado el mismo y por encima de los ruidos comentó como para si mismo en alta voz.
- El que solo se ríe de sus maldades se acuerda.
Josef movió la mirada levemente pero volvió al trabajo. Habían adelantado bastante y ya se hacía de noche. Al terminar cogió su bicicleta y a toda velocidad y como cada día pasó por delante de la casa de Sandra aunque no le hacía camino. Breves segundos le bastaban para comprobar si por casualidad ella estaba por ahí y tener éxito en un encuentro “casual” con palabras ensayadas miles de veces cada día. Pero no estaba. Estaban los taxistas de la base de taxis de la calle 8, el que vende tamales, Cachita la mulata graciosa, Nene el de los perros de pelea, Luisito Martí el mecánico, Léster el del lada, Billy el gordo de 400 libras, Henry el medico bajito… estaban todos menos Sandra y aún así Josef llegó a su casa sonriendo pensando en el futuro. Cuando entró revisó como cada día su sagrado granito de arena guardado en el desvencijado carné de identidad, sucio de ser manoseado por los policías que se apostaban en el puente de hierro a hostigar a los transeúntes y manchado de la humedad reinante en esa larga isla del mar Caribe.

Un invierno demasiado largo

Este invierno se me hace largo. A medida que se me va el tiempo junto a la vida en el sitio donde no se respira mar, hay gente en mi isla que no permite que las personas respiren en paz. No debiera quejarme, pudo ser mucho peor. Aquel viaje que planeamos a Rusia con la misión de quedarnos en el aeropuerto de Gander, Canadá, el que no se dio porque no pudimos completar los tres mil dólares quizás no hubiera sido tan terrible como ser victimas de nuestro arrojo de quedarnos en Moscú o donde le diera la gana de aterrizar al maldito avión de Aeroflot. Quizás estoy mejor que en Miami con el trauma de ver a mis hermanos de viaje desapareciendo en el mar como muchos, quizás aun hago este cuento porque no tuve la terrible idea de esconder el cuerpo que me lleva por este mundo dentro de un tren de aterrizaje. Quizás el no tener el valor de gritar por mi vida dentro de La Habana o el heredar los miedos paternos de la represión me mantienen más o menos a salvo. Dentro de poco, harán diez años que estoy fuera. Fuera de casa, fuera de peligro, fuera de pobrezas. En una manta fría y segura que se llama Europa. En un sitio donde no tengo ni quiero tener nada, donde no quiero raíces a pesar del buen trato que se me da y de todos los esfuerzos que se vierten en que me sienta como en casa. Gracias a todos. Pero el destierro es una pena menor al saber que tu casa esta ahí enfrente y que unos sujetos desalmados la tienen tomada por la fuerza. La tierra de todos los cubanos está tomada por la fuerza por dos o tres armados hasta los dientes y sumamente peligrosos, por personas que no creen en los hombres ni en los pueblos, por seres que al estar muertos de miedo se tornan más peligrosos aun y solo atinan a modernizar sus armas y medios de extinción de vidas. Ahora se estremece toda la tranquilidad de la lejanía porque lo que yo no hice lo están haciendo otros. Gritar por sus vidas. Incluso hay quien se atreve a desafiar la maquinaria brutal insinuando que Cuba es de los cubanos. Ya no puedo dormir. Solo me queda arrojar lo que tenga en la mano a favor de los futuros muertos o apresados. Letras en este caso. Hacerlas publicas es mi vergonzoso deber y mi miserable acción donde hay tantos campos vacíos en los que se puede ayudar. De niño me leía todas las epopeyas escritas por los supuestos revolucionarios que le ganaron a los malos en la historia de Cuba y cuando le preguntaba a mi padre que hacía en esa época el me contestaba con tristeza que no había hecho nada. Me he quedado con el gesto de su cara para un día cuando me pregunten lo mismo a mí, habiendo tenido oportunidades de hacer algo por los míos decir exactamente lo mismo. No he hecho nada. Solo huí y me refugié en la fría y cómoda Europa. Por eso este invierno se me está haciendo eternamente largo.

sábado, 6 de febrero de 2010

Foto del sitio del hundimiento

Sitio del Río Almendares donde yace hundido el barco donde aprendí a navegar a vela, El Zargaso, que capitaneó mi padre y del cual cuento una historia en la entrada: Puentes rotos. Está marcado con la silueta de un barco en amarillo al sur del puente en la orilla que da a miramar. Miramar es la izquierda de la foto y el Vedado está  a la derecha.

lunes, 1 de febrero de 2010

La Amistad no entiende


En Youtube se puede ver este video en HD real 1080.

Con siete años ya andábamos robándonos los botes de remos de los pescadores para largas aventuras por un río que nos parecía interminable. Tres, éramos al principio los bandoleros que inspirados en los libros de Mark Twain remábamos río arriba con nuestras escasas fuerzas mal alimentadas de pan y azúcar mirando con ojos conquistadores cada piedra milenaria del Almendares y aguzando el oído para descubrir pequeños manantiales entre sus selváticas orillas. El sonido de la pala del remo al salir y entrar repetidamente en el agua componía una suave y cadente melodía que amansaba los calores de las tardes silenciosas de los domingos de agosto, junto a los pájaros que no cesaban de cantar y sobrevolarnos. El calor era tan denso que casi se veía flotar el vapor por encima de las perdidas y muertas corrientes de un agua verde y contaminada que pujaba por mantener la vida a pesar del hombre. Era nuestro río, nuestro barrio, nuestro hogar.
Ni ese día ni en los que siguieron por años pensamos en el futuro. Había mucho por explorar en ese río para estar devanándose los sesos en cosas triviales como lo que podría ocurrir o la existencia humana. Los pequeños botecillos se balanceaban a la orilla con la misma preocupación que teníamos en aquel entonces. Había tanta tranquilidad. Quizás el mundo desde aquel momento se estaba cayendo a pedazos, pero en ese rinconcito de la tierra tres niños vagaban a lo Huckleberry Finn, soñando con ser piratas en medio de la decadencia de una ciudad prohibida y sitiada por unos pobladores uniformados y armados que estarían desde antes de nacer y quizás mucho mas de lo que se esperaba.
Nadie osó decirnos que unos años después yo me iría a España, Félix a Chile y Gabriel a un oscuro país sin nombre que se llama soledad y queda cerca de la calle línea por el barrio del Vedado.
Siempre que voy toco su puerta pero nunca está. Sale su madre que ya no me reconoce y me dice que anda por ahí. Un por ahí extenso, vacío y triste. Me vuelvo sobre mis pasos recordando tiempos divertidos, anécdotas curiosas como que Gaby cada vez que pasábamos por debajo del puente de hierro se colgaba de este para jugar a los piratas y nosotros seguíamos remando hasta que sus gritos nos hacían regresar, algunas veces a tiempo, otras tarde, con el consiguiente baño en el río y la risa de varios días. Robábamos hicacos en una casa de Miramar que el patio da al río y la hazaña consistía en subirnos al bote ya alejándose de la orilla porque unos fieros perros querían despedazarnos de rabia por nuestra asombrosa rapidez. Sonrío y nos veo corriendo y los perros detrás, los hicacos cayendo de nuestros bolsillos y ese salto que solo se ve en las películas y los recuerdos. Gabi era pequeñito, un negro gordo y pequeñito que sus pies apenas le daban para alcanzarnos, la mayoría de las veces también ya se había alejado demasiado el bote y caía al agua. A Gabi le pasaba todo.
Exploramos todo nuestro país del Vedado, entramos de noche a los pasadizos del túnel de línea, nos colamos en cuanto alcantarillado se quedara abierto, nos metíamos en todo patio que tuviera una mata de mangos, aunque no tuviera mangos porque era moral que hubiera una mata de mangos en la cual no hubiéramos subido y explorábamos el bosque de La Habana, el parque Almendares, los campos de tiro, los refugios de la puntilla, escalábamos el Sierra Maestra, nos colábamos en la casa abandonada de 5ta avenida, en la de 28 y 1ra, en los derrumbes, en las pequeñas cuevas.
Un día la policía la cogió con llevarse a la estación a todos los niños que se bañaran en el malecón, sentados dentro del carro patrullero el policía le preguntó a Gabi que si el era maricón. El escándalo de Gabi fue tal que nos soltaron entes de llegar a la unidad y nos libramos ese día.
Desde luego que otras madres le aconsejaban a la mía que no me dejara jugar ni mataperrear con ese niño raro “amanerado” Otro tanto de lo mismo recibieron las madres de los demás que después se fueron sumando a la pandilla. Manuel, quien lleva mas de veinte años preso, Reinol “Hongo mongo” (En USA) que recibía continuas golpizas tumultuarias por lo pesado que era, Hiscler (En Guatemala), Hebert (En USA), Félix (El de Chile) y yo. Éramos una pandilla sin líder y aseguro que de todos quizás yo era el más tranquilo y miedoso de cuanta empresa irresponsable y sórdida se nos ocurriese.
A los 21 años más o menos nos reúne Gabi en su casa con una cara muy seria. Acostumbrábamos a juntarnos para oír música y contar las barbaridades de nuestra niñez. En medio del silencio Gabi con voz tenebrosa nos habla mirándonos a todos.
- Caballeros…………… Yo soy gay………..
Reventó de pronto una risa estruendosa al unísono de todos los de la pandilla, Gabi frunció el ceño y comenzó a rozar con la rabia.
- Claro que eres gay Gabi, desde siempre. ¿A que viene eso ahora?
El negro se fue hinchando y sus saltones ojos se enrojecieron que daban miedo.
- ¿Entonces ustedes lo sabían? ¡Partía de cabrones hijos deputa! ¡Y yo aquí una pila de años haciéndome el macho!
- ¡Pero Gabi! ¡¡No nos jodas ahora con eso!! Tú eres un tronco de maricón desde que eras niño compadre. ¿A que viene esto ahora?
- ¿Y ustedes los sabían? – No cesaba de repetir casi con lagrimas en los ojos – Yo pensaba que el día que ustedes lo supieran ya no íbamos a ser mas amigos.
Nos abrazamos entre todos como un bravío equipo de futbol, riendo a carcajadas y Gabi llorando. Nadie le explicó que la amistad es algo irrompible cuando es de verdad, que un hombre de verdad era un buen amigo como el, sin importar su condición sexual, raza o credo. Tampoco nadie nos lo explicó a nosotros pero venía en nuestras mentes por defecto.  Y por eso Félix el que vive en Chile, Hebert el que vive en USA, Hiscler el que vive en Guatemala, Reinol el que vive en USA y este servidor el que vive en España lo vamos a ver además de Manuel, cada muchos años cuando le dan un pase de esa prisión perpetua que no sabemos ni nunca hemos preguntado porque está.
Y ahí está Gabi. En la republica de la calle Línea y F en el Vedado. En un cuartito que si estornudas te puedes dar con las paredes, pero es difícil dar con el. Al ser negro, bajito, calvo, gay y con voz de pito además de su peligrosa rebeldía nunca ha conseguido un buen trabajo ni nadie fuera de nosotros, sus hermanos de siempre, lo han apreciado tanto. Cuenta con brillo en los ojos sus momentos de gloria cuando una vez lo contrataron para hacer de Bola de Nieve en una película que nunca se ha visto. Cuenta una escena en la que el está tocando en un piano que se hunde en el mar. Nadie sabe si es su sueño o si a través de sus verbos despedazados nos cuenta la verdadera historia de lo que es su vida. Iré a verlo en cuanto pueda, la amistad por suerte, la verdadera amistad de corazón, no entiende de razas, credos, sexos ni políticas.

jueves, 21 de enero de 2010

Ingenieria Inversa

Nunca no son fáciles las cosas a los cubanos, para tener un carro en un sitio donde nisiquiera el estado puede mantener un parque de transporte, hay que realizar ingenieria inversa, lo que se puede explicar como "magia con los hierros"
 Luchando con los cacharros en Cuba, en este caso un Ford del año 1955 con caja mitsubishi, adaptandole una direccion y embrague de furgoneta hyunday H1, tambien tiene carburador de lada, motor de Ford Falcon del 1977, y un montón de adaptaciones más.