viernes, 23 de febrero de 2007

Un Granito de arena (Apnea III)

Simplemente no puedo escribir nada presente. Pega. ¿Qué voy a contar? ¿Que me despierto entre ruidos de obras quinquenarias y que me desayuno lo primero que cojo apurado para irme al trabajo? Sin embargo aunque deseo vivir así, me la paso recordando mi escabrosa vida anterior. Muchos años sin saber que iba a ser de mí mañana. Aunque no lo puedo contar todo aun. Son historias entretenidas para hacerles a mis nietos en algún momento de la vida. No envidio a Tom Sawyer ni a Huckleberry Finn. Yo soy así como ellos, O peor.
No tengo la lista completa de todas las cosas que hice en Cuba para sobrevivir. No fui a la escuela. La dejé en 9º grado después de repetirlo tres veces. Esa es mi primera carrera. Licenciatura en 9º grado. Hay alguien que odio, me cuesta decirlo y lo ando buscando con sobradas ansias de venganza. Ruffini. Ese maldito ¿Dónde andará? Si alguien le ve por ahí o a sus descendientes que me avise. Pago por ello.
Es decir, al no ir a la escuela me la pasé literalmente mataperreando con todas las de la ley. Está en mi currículo. Doctorado en mataperrerías. De noche miraba las estrellas y me preguntaba si en el 2000 podríamos subir a ellas. Todos me decían que no. Que el 2000 sería como ahora o peor, por eso dejé de estudiar. Mi primer sueño de ser astronauta ya estaba truncado. La gente es sabia. No solo no subimos al espacio si no que ni siquiera sabemos que hay bajo nuestros pies o dentro de nosotros mismos, así que hice bien en no tirar mi tiempo estudiando. Cosa que no quisiera que hicieran nuestros hijos. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. De mis cientos de formas de buscarme la vida ya he estado contando de una. La apnea. Quiere decir contener la respiración en este caso aplicado al buceo. Viví bastante del buceo, más específicamente la pesca. De estas tribulaciones tengo para hacer dos libros entretenidos. Hoy cuento la segunda parte de apnea, esa historia de cuando hacíamos competencias de ver quien era más estúpido, o teóricamente quien aguantaba más la respiración bajo una piscina.
Pues ganarse un Kake por estar cuatro minutos bajo el agua estaba bien. Además eso servía para ver si nos conseguíamos una novia porque siempre estábamos en la fuacata económicamente hablando sin mencionar el desamparo textil que nos caracterizaba. Teníamos mala pinta y digo teníamos porque éramos una pandilla de maleantes sobrevivientes. Hoy los veo. Tan papás, tan mamás, tan profesores e ingenieros, tan jefes que me asusto. Quizás algún día crezca pero mientras gozo con asustarme de ellos. ¡Ay Tom! Como me gusta mi barril.
Llevaba meses ganando, ya la gente me conocía, se habían generado apuestas seguras sobre mi persona y llegué a ganar dinero. Pero un día perdí. Y dejé de hacerlo. Ese fue un momento hermoso y raro, trataré de relatarlo.
Días antes había salido de pescar y como siempre limpiaba en la orilla todo el pescado que había cogido esa jornada que tampoco era mucho, pero me servía de sustento. Me encantaba tirar los desechos o las escamas en la orilla y meter la cara para ver a través de mi vieja mascara como peces y cangrejos se repartían el botín. Hasta los más diminutos corrían con felicidad inexpresiva con ese regalo de la mañana. Los cangrejos, como viejos gruñones arrastraban las mayores partes no sin ser molestados por ávidos peces que no respetaban su trofeo y no paraban de darle tirones con el objetivo de arrancárselo de las pinzas, pero estos seguían su camino seguros de que nadie tenía más fuerza que ellos en sus muelas y así era. Con pequeñas perdidas en el viaje llegaban a su cueva con el día hecho. Si no tuvieran una coraza por cuerpo seguro sonreirían al allegar a la puerta de casa. Y suspirarían aliviados. Venderlo era solo salir a la calle primera y ya alguien me estaba esperando. Por lo general era a 15 pesos la libra. Con el antebrazo como balanza hacíamos un estimado y eso se me pagaba al momento. Me servía para desayunar y guardar algo para coser las velas de mi tabla. Gracias a algo aun existía en Santa Fé un señor muy mayor que le decían el mallorquín y nos cobraba poquísimo por el caro trabajo de coser velas viejas de tablas de surf. Cosía velas de los turistas de la marina Hemingway y cobraba mucho dinero pero nunca dejó de regalarnos su arte a los muchachos pobres de la costa. Ojala aun esté vivo, se me pasó preguntar.
Por esos días cuando salía del agua, había una muchacha lindísima (tengo que repetirlo) lindísima que estaba en la playa solitaria con un perro negro pequeño de estos que parece una frazada de limpiar el piso y se sentaba a mirar el horizonte en lo que el viento le movía caprichosamente su pelo rubio. Era una visión fílmica del sueño mío. Como una de estas películas francesas lentas y aburridas pero que nadie se para del cine y se va porque “hay que verla” Casi sonaba música de piano cuando la veía. Describir estas cosas y no parecer cursi solo lo puede hacer un buen escritor y yo soy mas bien tirando a mecánico automotriz. Pero es que todo se paraba. Que si, que si, que es cursi lo sé. Las olas venían en cámara lenta y el sonido del mar murmuraba cosas que solo había oído en sueños. Es ella, me gritaba una voz dentro de mis costillas a golpe de tambor cardíaco. Es ella, lo sé. Que puedo decir que no suene tonto. En fracciones de segundo, como cuando uno está a punto de morirse, pasó delante de mí, mi vida en imágenes y reflejos. Me hice un recuento de que no era una buena forma de vida y que nunca llegaría a tener algo tan hermoso como un amor correspondido. La vida pasó y pasó como cuando uno se muere porque enamorarse es como morirse. Es dejarse su cuerpo para andar por las nubes. Es tirar el alma contra el piso, pisotearla y no recuperarla jamás. La gente no debería llorar cuando alguien se muere, la gente debería llorar más cuando alguien se enamora. Porque lo pierdes del todo una vez que ha caído y lo más duro que sabes donde va a estar esa alma restregándose por el suelo de los sentimientos que te hacer no ser más nunca tú. De no ser porque Hiscler* me tiró del brazo se me hubiesen podrido los pescados en la mano y no me hubiera dado cuenta ni de las moscas. Sentí que me arrastraba como cuando llevan un perro grande al veterinario que va haciendo un surco con las uñas en el piso. De haber estado atento hubiese oído chirriar mis pies ante la negativa. Pero el negro me llevó a cumplir con mi vida de ese día. Vender nuestro pescadoTengo que hacer un alto para una reflexión un poco burra. El amor es como los sueños creo. Hay gente que no sobrevive a ello. Buscarlos es genial, verlos pasar emocionante, tenerlo ya es indescriptible, pero ese pequeño momento de encontrarlo ante tus ojos es un momento mágico que no les puedo contar bien porque mis dedos se cansarían o no me saldrían palabras. Ahí es donde se prueba de verdad de que estas hecho. Es cuando nada tiene explicación, de cuando pierdes el horizonte y no vez mas allá de ese suceso que te provoca sentirte horriblemente bien. Donde el corazón se te cae al suelo dentro de la piel de las piernas y tienes que subírtelo a su lugar como monedas que se te han caído por el hueco de un bolsillo roto. Es donde respirar duele porque estas aplastado en sentimientos e incertidumbres. Donde cada bocanada te llevas el aire de 20 millas a la redonda y dejas al mundo sin vida porque toda la vida la tienes tu. El amor es expansivo, implosivo y a la vez devastador. Green peace aun no lo sabe. Menos mal. Estaría jodido un movimiento contra el amor.
Me dio igual que me dieran 36 pesos que 50, me dio igual. Poco faltó para que Hiscler me galleteara con razón. El estaba vivo, yo no. En el valle de los muertos de nada sirve el dinero. Caronte se lo queda todo en forma de una moneda que se mete en su bolsillo que cubre sus costillas. Yo ya no existía, me miraba a mi mismo desde arriba y moví mis hilos para volver a la playa. Ya ella no estaba por supuesto. Creía que debería ir al medico, una clínica de desintoxicación por favor. Algo, ayuda, que me peguen en la cabeza con un buen mazo, que me den en la cara con una tabla o que me encierren. Dios mío. Estaba perdido.
Por suerte algunos traumas, enfermedades y lesiones al paso del tiempo ceden un poco y con el amor no era distinto. Unos días después ya estaba dispuesto a ganarme lo que fuera en la competencia de apnea del Cristino Naranjo y fui con mi habitual alarde fingiendo que hacía yoga minutos antes de la inmersión, de lo cual no tenía ni pajolera idea pero lo había visto en una película y eso le daba swing al asunto. Caminé como solía hacerlo.”Suave pa que te conozcan” rumbo a la piscina donde ya otros novatos victimas que no pasarían del minuto me esperaban deseosos de quedar bien delante de sus burguesitas novias militarizadas. Esperando el silbido de comienzo vi acercarse a un concursante nuevo, era un tipo raro, un poco esquelético y con una trusa que más bien parecía un calzoncillo sin elásticos por donde se podía vender de todo. Tenía una mandíbula prominente y un peinado con raya al lado impecable. Vaya sujeto más raro*.
–este es el primero que sale- pensé y me dispuse a acabar aquella batalla ganada. Silbido. Comienzo. Mis cuatro minutos eran imbatibles. Comencé a zambullirme con seguridad y una sonrisa pero cuando estaba a punto de meter los ojos en el agua una visión me dio un flachazo en la mente que me dejó ciego. ¡Ahí estaba ella! De no haber estado bajo el agua la primera explosión de mi corazón hubiera matado unos cuantos. En el reloj de mi mente vi con impunidad como el oxigeno se bajaba desmedidamente como si tuviera ponchado los pulmones. ¡Serás estúpido!- me grité a mi mismo mentalmente – has suspirado ¡has suspirado que te he visto estúpido estúpido!- miré las burbujas como se iban con todo mi tesoro hacia la superficie. No había estudiado nada referente al buceo y la apnea pero estoy seguro que no había que ser tonto para saber una que era una cuestión que, vista de donde se viere, era una contradicción fatal. Aguantar aire no era soltarlo en un suspiro. Era incluso idiomáticamente imposible aguantar antónimo de soltar, concentrarse antónimo de enamorarse. Hacer buceo y respirar sinónimo de

comemierdaenamoradoquevasaperderestacompetenciacomountonto. Por supuesto que a los 36 segundos ya me estaban dando convulsiones y me halaron por los brazos fuera de la piscina. Fui el primero en salir y oí el vergonzoso pitido de la derrota hasta ahora nunca tocado por mi. La gente gritaba a los héroes que aun estaban bajo el agua y nadie me miraba ni me hacían el más mínimo caso. Con miedo recorrí con la vista la muchedumbre. Tenía la cabeza tan baja que la visión se me dificultaba al intentarlo a través de mis cejas. Di marcha atrás y logré salir del tumulto. Esperaría a que terminaran y pediría una segunda oportunidad pero el tipo raro de la trusa por calzoncillo hizo 4 minutos con 26 segundos. Me superaba con creces. Maldición, ¡todo perdido! ¡Todo perdido! Seguí buscando, quemando con la vista a las personas para ver a través de sus cuerpos, buscando, buscándola hasta que la encontré. El maldito corazón no se estaba quieto. Los bombazos que pegaba cada vez que la veía me aflojaban todos los tornillos del esternón si hubiera tenido. Imaginé mi cara como la del lobo de unos muñequitos de Bugs Bunny en el oeste cuando ve una chica vestida de Cowboy que canta en un bar y se le cae la mandíbula hasta el suelo como un gran pedazo de hierro. Esto no podía ser. Me pararé al lado de ella porque no puede ser tan perfecta y algo decepcionante tiene que tener por el bien de mi salud. Fue peor. Pero noté que con el que andaba yo le conocía así que le abordaría en cuanto se separara un poco de ella. A este muchacho le decían el Bujío porque escupía mucho al hablar y alguien un día le dijo – oye echas mas chispas que una bujía de moto- a lo que el respondió –en todo caso un bujío, un bujío que yo soy macho- y ahí se le quedó el mote, montábamos tabla juntos de vez en cuando así que ni corto ni perezoso le caí encima en cuanto pude y lo interrogué como se ve en las películas de los nazis diciéndole a los rusos prisioneros ¡dime nombres!¡DIIIMEE NOOOMBREEES!

El Bujío se detuvo a mirarme de arriba abajo como si fuera yo un mendigo tratando de entrar en la casa blanca. Se esmeró en los flecos de mi pantalón cortado de mezclilla, mojado y medio seco con prominentes manchas de sal o sangre de pescado. Mirándome desde afuera mi aspecto era deplorable. Sonrió.

- ¿Esa?Esa se va a casar con un mexicano millonario en unos meses y se va pal carajo.

Europa 1943. Las sirenas se oían como bestias desgarradoras de tímpanos, el sonido de los motores de los aviones bombarderos anunciaba su carga de muerte. Un silbido ensordecedor aquí y otro allá seguido de las explosiones que ya no se oían porque ya estabas sordo. Solo veías los pedazos de carne y concreto saltando por el aire y el retumbar de cada uno de tus huesos con la onda expansiva. No sabias si vivirías en el próximo segundo porque desde el humo negro del cielo y de la muerte seguían cayendo racimos de bombas engendradas con el mayor odio del mundo hacia la vida. De nada valía correr a ninguna parte, de nada valía quitarte la tierra de os ojos. Quizás era mejor estar ciego y sordo. O mejor muerto. Las explosiones se sucedían aquí y allá. Solo era quedarte donde estabas, viendo la negra tierra llover como una hermosa primavera en negativo. La peste a sangre lo inundaba todo y los rostros de los que aun vivían estaban irreconocibles de no tener ninguna expresión, solo esperando la muerte hasta que los aviones se alejaban y sabrías que llegarías en ese preciso instante a estar vivo hasta mañana.

Así me sentía yo..............

- ¡Me cago en el mexicano! ¡Me cago en los millonarios, en los turistas, en el dinero y los dólares! ¡Cuando me vuelvan a pagar por limpiarle el casco de los barcos en la marina voy a ir con un taladro y lo que voy a hacer es hundirle todos los barcos! ¡Me caguen todos los extranjeros en Nikita kruschov, en Cantinflas, en Charlie Chaplin, en Robert Redford!

Estuve maldiciendo un rato hasta que se me acabó la corta lista de extranjeros conocidos. De todas maneras a Cantinflas lo repetí varias veces por ser de la nacionalidad del maldecido. El Bujío esperó pacientemente a que me cagara en todo lo cagable y prosiguió con tristeza como si a el también lo afectara.

- esa niña está muy linda ¿Qué tu te crees? ¿Que se va a morir de hambre con nosotros? Se piraaa como todo el mundo que puede.

Quizás eso era mejor. Los sueños, sueños son. De todas maneras fue bonito lo que sucedió. Ahora solo quería llegar a mi casa y romper todos los poemas absurdos que había escrito con ahínco para leérselos un día. Me hubiera gustado llorar un poco incluso, pero eso estaría muy mal delante del Bujío. ¡Mierda! Se me sale una lágrima. Corrí todo lo que pude por el muro del cristino dejando al Bujío con la palabra en la boca y como Supermán me lancé al vuelo a toda carrera desde el muro de unos tres metros de altura. Caí con tanta fuerza en el agua que se me quedaron detrás algunos de los pensamientos más tristes. Nadé y nadé como una maquina hasta que llegué a la playita de doce en pocos segundos. Ahí ya me estaba esperando Hiscler para irnos a descansar un rato antes de sacar las tablas de surf a navegar. -¡se nos ha enamorado, se nos ha enamorado!- repetía como una cotorra. A mi me venía a la mente una película que se llamaba masacre en la que un tipo con una motosierra iba despedazando a todo el reparto en lo que duraba el filme, ese día supe de donde el director sacó la idea, si Hiscler no se callaba.

Al llegar a casa no quise subir. Me quedé sentado en la esquina en las raíces de un árbol que ya tienen a forma de una perfecta butaca. Allí, mirando los carros doblar una vez que pasaban el puente de hierro. Aunque trataba de olvidar la cabeza me seguía dando vueltas como un trompo. En lo más profundo de mi no paraba de maldecir, blasfemar y quejarme de todo. Pero mi otra voz me decía que no tenía nada que no me mereciese por el lugar y la época en la que estaba viviendo. Me negué a salir a navegar con Hiscler. Vi entre las casetas de los pescadores como la vela amarilla de su tabla salía dando cortes para poder ir en contra del viento que a esa hora era un poco del nordeste. Caminé de una esquina a la otra sin rumbo, sin deseos de llegar a ningún lugar. La vida en el barrio era bastante tranquila, siempre había algún que otro borrachín tirado por una de sus esquinas, una señora que no paraba de discutir y pelearle a sus nietos y algún que otro perro sato yendo a toda las personas posibles para ganarse una caricia. En eso apareció como una sombra por detrás mío Miguelón, un negro gordo de unas 250 libras que fungía como guardaespaldas de los macetas de mi barrio. Me dio su tosca mano y me preguntó que qué hacía que no estaba en la playa como todos los días. Quizás pensé que por contárselo a alguien me sentiría un poco aliviado y le solté toda la historia. Cuando termine el Miguelón se había quedado boquiabierto y me miraba como si yo fuera un bicho raro. Pensé que lo había aburrido con tanta muela y estaba preparando una disculpa cuando el migue soltó un sonido que parecía que venia desde dentro de una cueva.

- Buaf yo pensé que esas cosas solo pasaban en las películas, coóoñooo.

Se me quedó mirando como quien mira un cuadro en un museo. -¿se lo has dicho?- freí un huevo a toda velocidad

–como se lo voy a decir tu estas loco ni siquiera me mira si le hablo yo creo que me llama a la policía.

- pues tienes que decírselo aunque sea lo ultimo que hagas ¿Cómo te puedes quedar con eso que me has contado por dentro?

- Pero ¿Qué puedo hacer?
- Decírselo, ¡¡¡decirseloo!!!

El negrón había puesto cara como de quien ve que algo muy grande se pierde ante sus narices. Casi estaba ofendido por mi supuesta cobardía y daba vueltas como pensando, como si mis actos le hubieran ofendido directamente a el. - ¡Ya sé! - Exclamó casi rugiendo. Se quitó las cadenas, el reloj e intentó engancharme todo eso. Yo me retiré un poco como asustado y el insistía en lo que ya era una orden. Miraba a los lados y llamaba a mas compinches suyos del negocio a gritos. ¡Potaje! ¡Chapa! Los colegas vinieron más por curiosidad que por sus gritos. Miguelón les despojó de todas sus doradas alhajas y me las fue poniendo una a una. Cadenas, medallas, manillas que parecían cadenas de barcos. En un momento parecía yo el jefe del cartel de la posada de 11 y 24. Potaje me dejó su camisa casi por la fuerza y me obligaron a subir a uno de sus carros después de repetirle el negrón en extracto la historia a los dos recién llegados. Amarré la tabla de surf en el techo y nos fuimos rumbo a la playa, yo con un miedo como si a lo que me llevaran fuera a darme una paliza. Llegando al teatro Kars Marx se bajaron misteriosamente del carro y me dijeron con un pequeño empujón que tenía que seguir yo solo. – Si le gustan los millonarios ahora tu eres millonario – me dijo el negrón en lo que yo me sentaba al timón del flamante chevy 57 plateado sin columnas V8 con escapes directos que rugía como king kong (el de la película).

Entré suavemente en la playa de 12 sabiendo exactamente el lugar donde ella solía sentarse a esa hora con su perro y paré a menos de medio metro del muro donde ese pelo rubio que me sacaba de mis cabales jugaba a placer con el viento de la tarde como cada día. Me bajé del carro pero sin mirarla. Al sentarme al lado suyo con una distancia bastante corta fingí que estaba mirando al mar como buscando algo. El problema estaba en que no me atrevía a mirarla. No se cuanto rato estuve mirando el mar. Creo que me hubiera quedado ahí sin decir nada por el resto de mis días. Mientras la supiera mi lado. No progresaba nada. Ni siquiera podía con el rabillo del ojo observar que hacia ella. El perro se estaba bañando alegremente en las olas así que ella no se había marchado aun. No se cuanto tiempo pasó hasta que llegaron los tres amigos y se sentaron a mi izquierda, respetando la derecha que era el espacio que quedaba entre mi tieso cuerpo asustado y la chica de mis sueños. Me empezaron a dar con el codo. Potaje comenzó a hablar con marcado acento teatral.

- Yeeeeeehaaa ¿cuando viniste de México!

Me vino otra vez la idea de la sierra a la cabeza.

- ¿que tal los negocios por allá y tu yate lo dejaste en la marina?
- Ehhh………¿Qué rayos dices?
- ¡Haz algo coño! –Susurró -¡Aunque sea tírale agua pa que te miente la madre no se!

Me quité la ropa con marcado convencimiento de lo absurdo de la misión. Entregué todas las cosas doradas y me metí con mi tabla a la playa sin mirar atrás en lo que los tres villanos me decían casi al unísono. Báñate que te cuidamos la ropa las cadenas de OROOO y el carro, no te preocupes ¿en que hotel estás hospedado?
Por un momento levanté la vista y los vi divirtiéndose y dándose codazos como si estuvieran presenciando una comedia ¿o estaban realmente presenciando una comedia? Me monté en mi tabla y me fui al medio del mar, a lo azul, me senté con ánimos a esperar que cayera la tarde con su rojo sol que cada día explotaba en colores al tocar el mar.


Algo raro pasaba en la costa. Me atreví a mirar. Los tres villanos ya no estaban sin embargo habían dejado el carro, empecé a preocuparme. Volví a la orilla y subí la tabla parcialmente. Llegue donde el carro y no había nadie, el carro estaba cerrado a cal y canto con mi ropa adentro. Suspiré y me senté en el muro a esperar que aparecieran los compinches.

- Toma las llaves, me las dejaron tus amigos para cuando volvieras.

La voz vino de donde solo podía provenir a esa hora de la tarde. ¡Ella me había hablado! Tomé las llaves de sus manos sin poder esconder un desagradable temblor de las mías.

- ¿tienes frío? – La pregunta sonó como un retumbar en un mundo abandonado.
- No.
- ¿y porque estas temblando? ¿ya no vas a montar más?
- Sss si..nooo este creooo
- Es que me gustaría montar en una de esas- señaló a la tabla con decisión, yo no pude mas que bajar la tabla al agua enseguida después de guardar su pulóver blanco dentro del carro de los socios del barrio.

Alcé la vela impecablemente como si en vez de estar montado en una inestable tabla de surf estuviera sobre la cubierta de un crucero. Cacé la botavara y esta despegó como cuando se le da la orden de despegar a un avión. La pink Panther era una tabla fabricada por mi que a pesar de estar anticuada navegaba y cargaba bastante bien. A las primeras olas que cortó miré abajo para cerciorarme de que estaba teniendo alucinaciones o era un sueño pero no, ella estaba ahí montada en mi tabla, acostada disfrutando y riendo de cómo el mar la golpeaba con suavidad y las nubes de salitre se dibujaban en arcoiris coloreado por mi alegría. Cuando miré al frente Hiscler venía a mi encuentro en su tabla que le decían el panviejo por la cantidad de parches mal acabados que tenía que semejaba la corteza de una libra de la panadería de calzada y 18. Al ver a mi pasajera abrió la boca hasta que se le vieron todos los empastes y empezó a hacer una cantidad de muecas de todo tipo dejando ver su alegría por mi momento de tal manera que en el par de segundos que nos cruzamos me provocó un ataque de risa tan violento que me caí al agua. Al salir ella estaba mirándome con una sonrisa reservada y la cabeza apoyada en su hombro. Yo no sabía que decir. Nos quedamos callados en ese momento en que el mundo puede derrumbarse y nadie enterarse. Otra vez el mar se paró como esperando y seguro algún que otro pez cogió espacio en un buen coral para presenciar el desenlace de esta hermosa y a la vez difícil situación.

- Pensé que nunca ibas a hablarme, hace meses que miro como montas vela- dijo con toda la seguridad del mundo en lo que yo intentaba tragarme junto a un poco de agua de mar ese nudo traidor que se forma en la garganta cuando uno le hace mas falta. El sonido de la proa de la tabla en su subir y bajar por las pequeñas olas añadía una percusión estable como intentado crear una melodía de acompañamiento. Imaginé debajo del mar al cangrejo de la sirenita empujándome y creando música para que yo por fin de una buena vez abriera la boca aunque sea para decir alguna estupidez.
- Pues yoooo..... nunca te había visto.
Ya dicha la primera estupidez típica. Al menos me sentí mas seguro por haberme destrabado la lengua rígida como una columna de cemento.
- Me llamo Sandra*- a cada letra se grabó con un surco en mi memoria esculpido con violentos cinceles.
- Y yo…………………..Josef. – pos vaya mierda de nombre pensé para mi mismo ¿Cómo es que crees que le puede gustar a una chica como esta alguien que se llame Josef? Mi otro yo me estaba molestando. Pasaban minutos y minutos y yo no sabia que hacer hasta que sentí que era una situación extremadamente incomoda y decidí echarlo a perder del todo y salir de aquello de una vez y por todas – y me gusta montar tabla…….y me gustas tu y ahora mismo casi preferiría que me fuera al fondo del mar antes que decirte que…..- el nudo ¡el nudo coño! ¡El nudo ataca otra vez! Metí la cabeza en el agua repetidas veces, me sacudía como un perro acabado de bañar. Sentía que había jodido el momento mágico. Que quizás conociéndonos, o hablando a lo largo de los días se podía lograr un acercamiento pero así de sopetón, de pronto. La has cagado decía el otro yo maldito. Hay que irse. Hay que irse. Salí de debajo del agua y me crucé con su mirada risueña.

- ¿Decirme que?
- Queeee… que…….

Me quedé mirándola fijamente esperando que ella bajase la mirada pero no la bajaba. Me acordé de un tío mío que decía que las cosas cuando se pusieran malas y sin arreglo lo único que quedaba era ponerlas peor pero que nunca me quedara donde estaba que eso era de cobardes, así que no lo pensé mucho como cuando uno salta por primera vez en paracaídas que te encomiendas a dios y a Arquímedes y me fui acercando aun con la esperanza de que alguien parara eso que estaba sucediendo pero cuando sentí un mar de labios tibios en los míos y después de contenerme para no dar el grito de Tarzán me empecé a creer que aquello había sucedido. Mil tentáculos me iban agarrando todo el cuerpo con solo tocar sus labios y sentí como la piel se rompía al compás de la música de las olas para dejar entrar algo que aun no puedo ni podré describir en el pobre lenguaje de las letras. Cuando nos separamos el mundo estaba al revés, el mar era rojo y el cielo lleno círculos de todos los colores, quizás acabamos de chocar con un meteorito de esos que va a acabar la humanidad pero ya puede pasar lo que sea que ya he vivido. Sandra no dejaba de mirarme con curiosidad y una leve sonrisa como si disfrutara que me estaba rompiendo en mil pedazos y esparciéndome alegremente por sobre si misma como si fueran una vulgar lata de talco.

El sol ya hacia un buen rato se había escondido y cuando llegamos a la orilla ya estaba bastante entrada la noche. Sandra acarició a su perro que ya estaba hastiado de esperarla y en la playa no quedaba nadie. Ayudada por ella amarré la tabla en el techo del chevy y me dispuse a llevarla a su casa que era en la calle 6 ahí mismo cerca. Dentro del carro siguieron los besos, las caricias. Y yo sin disfrutarlo del todo porque aun no me lo creía. Esperaba con ansiedad el momento de despertarme solo, en medio de la costa de ese terrible sueño. Pero mis manos por su cuenta se iban metiendo por debajo del frágil pulóver blanco. A cada centímetro que descubría me paraba unos segundos a disfrutarlo. Sandra me miraba extrañada de porque me quedaba en blanco paralizado como una película de tres cuadros por segundo pero era eso. Un centímetro, otro, otro y pausa entre ellos hasta que llegué a donde terminaba la piel y comenzaba la trusa. Entre besos mis devoradores dedos descubrieron un grano de arena y me detuve. Sandra seguía mirándome extrañada como si tuviera en su poder un bicho raro. Me separé suavemente y encendí la luz interna del carro. El pobre bombillo amarillento daba una tenue luz como si estuviera cansado a esas horas. Volví a toda velocidad adonde el grano de arena pero esta vez para verlo de cerca, con la punta de la lengua lo hice mío y me volví a separar. Lo tomé entre mis dedos y lo miré a trasluz. Era un pedazo diminuto de concha blanca bivalvo. Con mucha calma saqué mi cartera y lo guardé dentro de mi carné en una pagina sin usar y sagrada, las otras tenían otras cosas, mosquitos de Jaruco, hojas de Bacunayagua, un anzuelo. Pero esta tenia ese grano de arena sagrado que me merecía. Me sentía rico y feliz la vez. Nos tomamos de las manos y nos seguimos mirando mucho rato. El solo estar ahí, a la luz amarillenta y mirándonos provocó en mi la mayor sensación que recuerdo en casi toda mi vida. Quizás estuvimos una hora o más tomados de las manos y mirándonos. Sin palabras, sin movimientos congelando para la eternidad los latidos y el vibrar de un cuerpo de dos personas.

La acerqué hasta su casa. Con un beso y un te veo mañana nos despedimos. Salí suavemente con el chevy que me llevaba en sus acerados brazos como un triunfador. Paré en 3ª y 4 y me bajé un momento del carro. No me pude controlar las ganas de gritar y saltar hasta que vinieron la gente de la casa del oro y la plata que está por esa esquina a ver si me sucedía algo malo. Dejé de llamar la atención y cosa rara en Cuba seguí mi camino bordeando los dos túneles para no coger por la calle diez que ahí siempre estaba la policía. Las ventanillas se empañaron a mis gritos dentro del carro que me ensordecían a mi mismo y mi mala forma de cantar We Are The Champion. Crucé el puente, llegué al barrio. Los villanos me esperaban. Al ver mi cara aplaudieron como cuando se mete el mejor de los goles Salí brincando y dejé el carro encendido atravesado en la calle con tabla y todo. Mañana la recogería. Subí a mi casa y temprano, muy temprano. Me acosté con mi granito precioso de arena para que llegara rápido el otro día.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Vida anterior.


El silencio del mar es tan lindo como el del bosque, solo que en el mar todo es azul. Lo que no significa que tus sueños sean realidad pero al menos puedes estar en ellos mientras miras a los peces que pasan sin decir nada como los peces. La corriente se balancea de un lado a otro como la vida y a veces una ola te revuelca contra las piedras que hasta piensas que no debías estar vivo por el dolor que pasas, el miedo y la sensación de ahogo. Pero cuando viene la calma, te das cuenta de que todo fue por un momento, aprovechas y nadas hacia atrás a lo azul y profundo, lejos de las rocas. Es entonces cuando te planteas que hacer con tu vida, si quedarte lejos de todo, allá en lo seguro del océano o volver a la orilla con el riesgo de que otra ola te revuelque de nuevo hasta dejarte sin aliento. Sucede que en la orilla están los corales, los peces, los colores. Yo me voy a la orilla, siempre una y otra vez aunque me pase el tiempo en el océano pensando que puedo vivir sin esta y una y otra vez. La ola me lleva, me mata, me arrastra, me pescan , me apresan, me exhiben y hasta que no me rindo, no me sueltan y cuando lo hacen aplauden por su humanitaria labor de soltar a un delfín que ya cumplió su cometido, el de pasear por una pecera y dar saltos a un silbato y que te den de premio un pequeño pez. Por eso a veces aunque nadie se lo explique, doy esos saltos al horizonte. Para ver si escapo, para ver si llego al mar de mi niñez. Para oler las algas pero no caigo sino en el duro cemento que rodea mi pequeña piscina, casi muero siempre al no ser porque al amanecer vienen los trabajadores y me meten de nuevo al agua.

No me se los días de la semana pero me apetecería saltar un sábado o un domingo, pues nadie viene en ese día ¿o un miércoles? en fin no se que día este acuario no abre. Solo me da ánimos como se alegran los niños cuando me ven y los días en que me cambian el agua. Ahora piensan que estoy enfermo. Llevo y llevaré días pegados al fondo, solo salgo por esta estupidez terrestre de tener que respirar pero es que, en esta piscina, tan pequeña, he descubierto musgo en el fondo y ya ese es mi bosque, mis algas, mi planeta. Me pego al fondo para que el que limpia la piscina no lo vea, está en las rajaduras mi bosque y en unos meses me van a soltar al mar, vaciarán esta piscina, se secara mi musgo ¿ahora que me hago? No puedo estar sin el mar, pero no puedo estar sin mi musgo. No quiero irme, no quiero quedarme, por lo pronto haré lo que me digan mis dueños, saltaré como nunca, pegaré como nunca a esa pelota estúpida de rombos negros, saltaré por el aro y nadaré con la entrenadora enganchada a mi aleta, aunque me muera del dolor ¿cómo sería si ella me halara enganchado yo de su columna? Sacaré los aplausos de todos aunque solo me interesen los de los niños que son sabios y no saben nada, que no fueron los que me encerraron y así duraré, un poco más antes de que por viejo me suelten a morir al mar.

Ahora quieren que tire pelotas, ahora que salte de nuevo, que de tres vueltas, que haga mis sonidos todos aplauden cuando ella dice que canto y lo que hago es maldecir con todo mis fuerzas, mis fuerzas vienen de la furia y la impotencia, y salto cada vez mas duro, mas fuerte ahora a la dirección errónea, ¡fuera!, he caído fuera, en el cemento duro e hirviente por el sol. Tratan de echarme al agua, no pueden, piden ayuda, me deshidrato ya no respiro, esa estupidez de respirar. He caído tan lejos que veo la costa, ah! Si pudiera caminar, solo unos pasos dios mío, solo dos pasos, ahí esta el mar! Ahí esta el mar! La gente grita, corren; si yo tuviera aunque sea un solo pie, pobres humanos tienen dos pies y se pasan el día tristes, los veo correr, tiran de mi cola, no pueden además yo no quiero, pesa mucho mi tristeza, ya el sol no me duele, la entrenadora llora, ya el cemento no me quema, mi musgo se va a morir, mi mar también ¿que he hecho?

Huelo a algas, ya no siento nada. Solo paz y tranquilidad. Mis pocas cosas no me acompañan. El musgo y el mar no se han venido conmigo, me quieren pero se han quedado en el otro mundo. Seguro en estos días en que no estoy han limpiado la piscina y lo han arrancado y al mar, ¿qué le han hecho al mar que no ha venido conmigo? ¿Adonde vamos?

Ahora soy hombre__________Madrid.27 de Febrero del 2005

sábado, 10 de febrero de 2007

APNEA (Parte I y II)

APNEA I
Me empecé a hace preguntas. Una de ellas ¿Por qué me metería yo debajo del agua y dejaría de respirar?
(8 de Julio de 1989)
El sol no daba más de esplendor y luz. Esa luz que raja los colores en mil pedazos. Que solo echas en falta en los días grises y te acuerdas de cada una de sus tonalidades como si estuvieran grabadas en una cinta en el alma. La acera estaba caliente aunque nada que nuestros pies descalzos no soportaran. En la mente, aunque un poco tarde ya, que quedaran algunas chiquillas en el (Cristino Naranjo) y de ser posible alguna conocida. Habíamos terminado de pescar y vender pescado. Estábamos despiertos desde las 4:30 AM pero eso no importaba aunque mi paso era un poco tambaleante. Había que llegar. Una agradable conversación con una que estuviera bien linda ya sería un aliciente perfecto para ese día. De llegar a algo serio nada. No se porque no le gustábamos a ninguna. Bueno a decir verdad si sé. Éramos unos jeans recortados y desflecados andantes. Ni carné teníamos. No hacía falta para el lugar a donde íbamos. Escalar los muros del teatro Kars Marxs era cuestión de juego. Lo mejor era escapársele a las fauces del perro de pistolita una vez más. Le teníamos tan cogida la velocidad al perro que corríamos delante de el sin alejarnos pero sin que nos cogiera. Pistolita apenas nos gritaba todos los horrores que pasaban por su mente más que gastados y nosotros reíamos a más no poder. La segunda fase era brincar el muro del Cristino sin que el negrón que guardaba ahí nos viera. Tampoco había que esmerarse mucho. En caso de ser descubierto con lanzarse al agua era bastante. A veces nos sacaba también la pistola y le gritábamos de todo. Dicen las malas lenguas que a más de uno disparó aunque sin darle, yo creo que esa pistola no disparaba desde Girón por lo menos, se veía oxidada y pequeña en las manazas de gorila como le gritábamos. Al caminar hacia el centro del cristino, donde estaba la piscina artificial que no era más que un pedazo de mar cerrado con muros y yakis íbamos mirando el entorno. Numero uno: que no nos pillara ningún custodio o policía, numero dos: las niñas. Habían cientos, cada cual mas linda. Me preguntaba yo si la población de cuba estaba siendo enteramente femenina y me alegraba un montón. Pasando revista hasta que la mayoría de las veces conocíamos a una. Este día conocía a Yelaine. Era rubia y con eso bastaba. No habían rubias por esos tiempos y por supuesto al ser lo difícil era lo que mas me gustaba en esa época. La seguí con vista de águila. A lo lejos ella se metió en el agua, yo me metí también. Estaba sola. Buena razón para ir por debajo del agua y salir delante de ella con un ¡ay que casualidad! Darle un beso e intentar hablar con ella. Desde luego que era mejor en el agua. En tierra corría el riesgo de que se le ocurriera ir a una cafetería y yo no tenía ni un medio encima para invitarla, además se me iría la pestaza a pescado que de seguro traería encima y de paso pasaba desapercibido mi short de jeans cortado con un cuchillo de limpiar pescado mas desflecado que las barbas de un chino.
Cogí aire. Me metí impulsándome de las rocas que daban a mis pies. Nadé en su dirección pero los bolsillos del pantalón me frenaban como un paracaídas involuntario. Aun así aguanté todo lo que pude hasta que llegué a un estampado de flores que parecía ser su trusa. Me quedé un rato agarrado de una piedra del fondo planeando que decir. Di mil vueltas a la cabeza. Al final de cientos de conjeturas me quedé con la idea inicial, un ¡ay que casualidad!¡no sabia que venias aquí! Como un atleta profesional tomé posición con los dedos de los pies para afincarme y salir con energía igual que un pez. Contraje las piernas como un resorte y salté a la superficie. Ahí estaba Yelaine mirando. Se quedó como pasmada. En milésimas me di cuenta que había surtido un efecto genial el haber salido como un delfín. Me planté delante de ella y aunque casi me tuve que pegar en la cabeza para desbloquear el sistema del habla le dije a duras penas rompiendo el nudo de timidez de mi garganta ¡ah! ¿Vienes a este…..? Un manotazo me cruzó la cara al grito de ¡cochino! No me había dado cuenta. A pesar de mi experiencia marítima no caí en cuenta que cuando uno se acaba de meter en el agua se aflojan todas las mucosas y tienden a salir y mas si resoplas al llegar a la superficie después de un leve cambio de presión. Explicación mas que suficiente para decir que había salido en la cara de Yelaine con tremenda cara de cumpleaños y con una moquera que parecía una lata de pegamento de pegar zapatos virada en mi cara.
Amarga derrota antes de empezar el combate. Miré en derredor a ver si me habían visto. No. Por supuesto que no… se les había escapado ni un detalle a los de mi pandilla que se retorcían por el suelo de risa. A mi me dio mucha rabia. Sobre todo el bofetón. No tenía que ponerse así por unos míseros mocos. A cualquiera le pasaba. Unos simples mocos. Buenos unas simples libras de mocos. Anduve alejado por la orilla contraria un buen rato. Quería estar solo. Miraba con envidia a las parejas que se escondían entre los yakis y se daban todo tipo de caricias. Me miré las manos. Para tener 18 años ya estaban muy duras y cortadas. Llenas de pinchazos de espinas de pescado, de cortadas infectadas. No me imaginé acariciando a nadie así. Sería horrible. Creía en ese momento que el amor era para otras personas, no para mí. Y con ese gran todopoderoso haciéndome salir delante de la única rubia que conocía en mi vida con la cara llena de mocos no me convencía de lo contrario. Parece que había que resignarse. Había que resignarse.
Mis compañeros eran Hebert Chavez*, Gaby y Hiscler. Desde lejos vi como me llamaban y a regañadientes me junté a ellos de nuevo. Era que en la piscina estaban rifando un kake al que aguantara más la respiración. Nos acercamos no sin perder de vista a los policías y CVPS ya que estos como perros observaban a la gente como tratando de descubrir algo. Bueno estábamos metidos en la casa del ministerio del interior y eso estaba lleno de hijos de militares o militares mismos. Entramos a la piscina. Un tipo con aspecto de militar estupido con un micrófono en la mano hacía unas alocuciones patéticas tratando de animar aquello. La música, aunque salía de unos altavoces rajados por el uso, le daban una ambientillo de fiesta y el sol ya se estaba poniendo. Comenzaba la noche y eso era “la piscina” la actividad nocturna de borrachera y lanzarse con ropa al agua. El sujeto del micrófono ya tenía a tres reclutas consigo, sus pelados exquisitos me decían que deberían ser militares jóvenes de mi edad o hijos de ellos como ya mencioné antes. Uno le dio un beso a Yelaine y eso me reventó. La miré y me retorció los ojos en un como te atreves a mirarme. Faltaban mas para la competencia. Hiscler me empujó. Era un mulato fuerte. Al caer en el medio del ruedo el del micrófono me puso la mano encima diciendo que conmigo ya completaba el espectáculo. Me encabroné con Hiscler. Mentalmente le prometí una paliza de horas hasta que el más grande de sus pedazos fuera del tamaño de un chícharo. Vaya mierda de amigos que tengo, pensé constantemente, no les basta con reírse de mi desgracia, también me mandan al ridículo. Los muchachos se lanzaron a la piscina con marcialidad y estilo, yo me dejé caer como una bomba mojando a algunos que protestaron airadamente, el del micrófono que de ahora en adelante le llamaré el del reloj porque lucía un cronometro ruso plateado empezó con una cuenta atrás. Busqué a Yelaine con la vista. Lo mismo. Me miraba pero al yo mirarla me cruzaba los ojos. Me vi que iba a hacer el mayor ridículo de mi vida. Los otros hacían ejercicios de respiración. Yo pensando en mi vida de mierda, en mis amigos de mierda, en mi short recortado y los flecos. El escándalo y la euforia general era impresionante. La cuenta atrás ya iba por tres. Empecé a calmarme. El agua estaba tibia y el olor a cerveza era muy agradable. Vi como ultima cosa antes de sumergirme a los mierdas de mis amigos dándome ánimos a gritos que ya no oía. Me fui metiendo ¡cero! Gritó el del reloj.

APNEA II
Cada uno se agarró de los escalones como pudo para mantenerse sumergido. Aun debajo del aguas se sentía el escándalo reinante en el exterior y los gritos de toda la gente como si lo que estuvieran presenciando fuera una pelea de perros. Traté de relajarme. Ya que iba a hacer el ridículo al menos no saldría el primero. Debía pensar en otra cosa, pero la imagen de Yelaine dándome un sonoro tortazo en toda cara y de los bichos amigos burlándose me venía como una pesadilla. Debo pensar en algo bueno, me dije una y otra vez hasta que enganche el primer canal. Ahí me refugié por un rato.
Una bicicleta. Quizás si reunía algo de dinero pronto podría tener una bicicleta. Pero una 28 rusa, de freno de pedal no de esas chinas raras que se ven por ahí de vez en cuando llenas de letras chinas y que no corren na. Con una bicicleta podría llevar a Yelaine por todo el malecón en la parrilla y quien sabe, algún que otro viajecito a playas del este. Aayy ¿como seria con Yelaine en playas del este? La abrazaría metidos en la playa por mucho rato, sin besarla ni nada. Ni nada ni nada solo abrazarla para demostrarle que la quiero y que…que me gusta abrazar. Incluso podría tener dinero para ir a comer pizza a 23 y 12 a Cinecittá. Ver atardecer en el malecón. Sería cuestión de ahorrar un poco y no gastarme el dinero en equipos de buceo que era algo prohibitivo como bien decía mi padre – este muchacho inventando gana más que yo trabajando- pero la escuela era un problema, una perdida de tiempo. El que inventó la escuela era un criminal. Se me subió un poco los latidos del corazón cuando volví a la realidad. Un estridente silbido marcaba el primer minuto. El pitazo ininterrumpido de un silbato de estos de policía que tenía una bolita adentro que no había uno que me cayera en las manos y yo no se la sacara, me trajo de nuevo de mis agradables sueños y uno de los muchachos salió desesperado por coger aire. Al menos ya no era yo el primero pero me sentía amplio. Además. El panorama que había afuera era como para ahogarse en la piscina con gusto y no salir más a la cruel realidad de un amor agresivo por unos simples mocos y unos amigos traidores. Seguí escapando de lo mío y el murmullo histérico de lo que sería un buen escándalo competitivo se fue alejando de nuevo. Me quedé solo. Solo en el mundo. Pensé en el azul del mar. En como mi padre se le había ocurrido decirle al buzo de su trabajo que ni se le ocurriera enseñarme a bucear. Como este me daba rodeos para escaparse de tal compromiso y al enterarse mi padre de que ya yo estaba buceando sin ningún tipo de conocimiento por pura cabezonería, además con unos equipos destrozados. Fue en busca de el y le pidió a gritos que me enseñara bien. Emilio, no entendió nada, que así se llama mi primer maestro pero me enseñó todo lo que pudo, todo lo que me sirvió para llegar vivo hasta el sol de hoy. ¡Pitido otra vez! Cada vez que sonaba me traía de vuelta de manera brusca y estridente. Había salido otro de los muchachos y minuto dos. Miré y solo alcancé a ver como sus pies subían por la escalera. Tengo que irme, tengo que irme. Pensaba pero tratando de no desesperarme. Me fui otra vez. Los delfines que vi en el mar eran hermosos. Como saben que uno es humano y se le acercan no se. Pero cada vez que estaba pescando y venían delfines yo empezaba a llorar. Es como ver ese familiar que se fue a través de un cristal. Ellos me hablaban con sus ruidos pero pobre de mi yo no entendía nada. Pobre de los humanos, pensaran ellos. Era curioso como en la inmensidad azul aparecían y desaparecían sin dejar rastro ni hacer ruido. Los delfines son la gente más hermosa que puebla este planeta. A ver, si yo hubiese llegado con Yelaine a la playa y después de estar un buen rato abrazados le digo serio ¿quieres ver un delfín? Y a un gesto de mi mano salta uno ya sería el bombazo, la mato a mis pies y después soy capaz hasta aunque me duela de darle el bate, de dejarla, decirle que no me gustó el galletazo del Cristino, que eso le había quedado feísimo pero pondría en la historia que me dio un galletazo porque se asustó al verme llegar de manera violenta, la parte de los mocos la borraría.
Tres minutos. Todavía quedaba uno de los chicos en la piscina pero mi sensación de seguridad me hacia confiarme en que aquello no había acabado. Por momentos al venir a la realidad se escuchaba el escándalo de todas las personas que gritaban. Que pena que no se podía apostar. Hubiera puesto más salsa al espectáculo. El aire empezó a escasear. Cometí el error de mirar a mi contrincante y este me estaba mirando. Al desconcentrarme el corazón aceleró como un motor y como un motor consumió de un trago las ultimas reservas de oxigeno. Me empecé a sentir mal. Traté de escaparme una y otra vez pero ya había caído en las garras de la ansiedad. La ansiedad es una esposa fiel que cuando llega a casa se queda contigo y no te suelta ni un momento, te muerde, te mima aunque tu no quieras. Aunque sientas que te estas asfixiando con ella a tu lado. Pensé en delfines, se me convertían en tiburones. Pensé en yelaine, veía el galletazo más otros de postre. Pensé en la bicicleta, me vinieron los meses o años que debería reunir para comprar una en 500 pesos. Pensé en la vida, me vi en esa piscina huyendo del mundo, queriéndome ahogar con tal de no salir en la derrota. Pensé en mis padres impotentes viendo como mi educación se convertía en ser un pescador más de los que mi padre siempre había pedido no tener. Que fuera pintor quería el pobre. Pensé en el Cristino, me vino a la mente que el perro de pistolita me estaba esperando afuera de la piscina e imaginé vivir metido dentro del agua por meses o años. Como se estrujaría la piel, como tomaría solo de esta agua salada que me estaba asqueando. El militar o lo que fuera no paraba de gritar, la gente no paraba de gritar y yo no podía largarme. Si viniera un helicóptero y me sacara de aire de ahí sin verle la cara a nadie y mucho menos a Yelaine, si se le fuera el agua a la piscina y yo me fuera por el tragante ¡CUATRO MINUTOS! El otro muchacho seguía ahí y además ni siquiera se movía. Ya me estaba molestando y eso es fatal para aguantar la respiración. Bueno, parece que no iba a ganar ¿de donde habrían sacado a alguien que aguantara cuatro minutos? Eso se veía poco, a no ser que fuera pescador. Cuatro con cinco, cuatro con diez. La euforia era terrible. El escándalo a más no poder. Ya se había hecho de noche porque las luces que alumbraban la piscina entraban como rayos. Se oía a algunos desquiciados ya dando golpes en el agua con la palma de la mano y esto también me molestaba. A decir verdad, había llegado ese punto en que todo me molestaba y hacía que mi corazón cogiera bocanadas de la gastada reserva de aire para repartirlo por todo el cuerpo como si fuera un día normal. Nunca había reparado en el tiempo que aguantaba sin respirar. Los años de pescar submarino parece que habían servido de algo pero como no tenía reloj no sabía cuanto era y ahora iba con cuatro minutos con quince. El otro empezó a estremecerse, a convulsionar. Se tiraron varias personas a la piscina y lo sacaron en brazos. Yo me calmé un poco al saber que había ganado y de chulo me quede unos diez segundos mas hasta que me sacaron por la fuerza. Hubiera querido ser sordo pero era el ganador y tuve que oír todo el escándalo hasta que me dieron mi kake. Busqué a Yelaine entre el publico hasta que di con ella, ahora me sonreía, pero además ella y sus amigas. Y mis tres mal amigos haciendo ver constantemente que andaban conmigo y sacándole conversación a todas las que podían. De paso, se comieron el kake. Yo no tenía ganas de comer. Cuando les pregunté tan tranquilos me dijeron. Acuérdate que somos colados y tenemos que irnos nadando ¿Qué querías que hiciéramos?¿que saliéramos con el kake por la puerta? Terminamos el día con el chiste del programa para bailar ¡¡¡QUE VOLÁ CON MI KAKE????? Y me fui nadando no sin antes saberme el teléfono de la casa de Yelaine que vivía en nuevo vedado por atrás del cementerio de los chinos. Con Yelaine hubo mas historias raras. Pero ya las contare en otra ocasión. Averiguamos que ese tipo de competencia la hacían los jueves y quedamos para el próximo. A comernos otro Kake.

sábado, 3 de febrero de 2007

sin ton ni son

El reloj hace su sonido electrónico cuando empiezo a escribir esto. Hace un par de horas que llegué del trabajo y no he hecho más que sembrar el terror en San Andreas con CJ al mando. No tengo más nada que hacer. Estoy quemado de este trabajo. No puedo contar con el para nada por su falta de seriedad que lo convierte en un sitio inseguro y yo no vine aquí a ver un circo. Mi computadora hace ruidos raros que no se de donde provienen. La he apagado y arrancado desde un sistema operativo externo llamado ERD Commander 2005 y he visto que está tomada por alguien raro que se hace llamar MININT JVC e incluso ha suplantado el nombre real del equipo. Ahí lo voy a dejar un tiempo más, sea lo que sea porque no voy a formatear ahora que la tengo llena de vídeos y además me da igual. No se si estas letras son el nombre de algún componente raro de este engendro nuevo que me he armado o si es paquito el de 15 y K. me da igual.

Me da igual se está convirtiendo en una de mis frases favoritas, creo que hoy la dije un par de veces y en días atrás también. Me da igual cuantas veces lo dije. Hoy es viernes. No salgo a la calle. Cada día estoy mas vago al punto que me cuesta calentar comida y me como unas salchichas sacadas de un nylon directamente del refrigerador. Si vengo a leer mis libros de video, edición y no paro de soñar. Parece que eso es lo que me consume energías, o no las tengo o no las tuve nunca. Me da igual. Estoy pensando en irme otra vez. Quizás a Canarias. Siempre he soñado vivir ahí. Con el sonido de Regina Spektor de fondo miro mis vídeos filmados en canarias la última vez que fui. Es un sueño. Mucha gente las aborrece – no son mas que piedras y desierto – Pero aun conservo la sensación de caminar descalzo por arena del Sahara depositada caprichosamente formando montañas infinitas y ese viento que invita a la vela todo el santo día. ¿Qué hago Regina?

Le comenté a los compañeros de mi y trabajo y me miraron como un loco. ¿Como te vas a ir? ¿Donde te vas a quedar? La respuesta salió automáticamente. Me da igual. Cuando llegué aquí tenía un dólar en la cartera y muchos deseos de trabajar. Días después tenía tres porque un amigo me regaló un billete de dos dólares de esos que ya no hay. Recuerdo que lavé carros, después trabajé como chapista, mecánico, soldador, chofer hasta que terminé en esto de la informática. Pero no se que pasa. Nunca me sentí de Madrid. Debe ser porque no tiene mar. Cuando anduve viajando por toda España viendo las ciudades de costa tampoco ninguna me invitó a quedarme. Debe ser que cuando miraba al infinito azul me pesaba tanta tierra en las espaldas, tanta tierra firme duele, aplasta. Soy un isleño enfermizo. Soy tan pequeño en el mapa que no siento mis manos ni mi aliento. Estoy perdido como aguja en un pajar en un continente millonario. Sin embargo en las islas se siente que el viento de mar te atraviesa sin preguntar nada. Para algunos la sensación de encierro que da estar rodeado de mar, para mi es de libertad. En el mar no suelen haber barreras, al menos visibles. En el mar apenas construyen rascacielos o hay obras de años y años que te obligan a respirar cemento como si fuera la sal de la vida. En el mar al menos en estos siglos últimos y quizás otro mas que venga, ¡Ja! La vida es más sabrosa.

No se si tengo manía de empezar de nuevo o si es alguna patología. Al final aquí no me falta de casi nada, salvo aguantar algunas pesadeces diarias en mi trabajo todo va relativamente bien. Vivo con mis mejores amigos que hacen a la vez de familia y es bueno cuando llegas tarde que alguien te pregunte si todo va bien, eso esta resuelto. Y no todo el mundo lo tiene ahora mismo. Uno de los problemas que me veo es que estoy acostumbrándome y disfrutando ver la vida desde lejos. Prefiero mirar a la gente que conocerla. Prefiero imaginar historias que saberlas. Me encanta ir en el metro y mirar a alguien e inventarme su modo de vida con tan solo mirarle los zapatos que lleva o como lleva fruncido el ceño. Me gusta enamorarme de las muchachas que se cruzan en mi camino de lejos y vivir una vida entera en cuestiones de segundos que dura el tiempo en que me pasan por al lado. A veces me falta tiempo y hago algo raro y anormal en Europa. Me paro, me viro y me quedo soñando e inventando vidas. La gente tropieza conmigo, maldice, incluso a veces solapadamente me empujan pero yo en ese momento estoy viviendo y el resto de la humanidad, corriendo. Supuestamente esto iba a ser un comentario a un vídeo de canarias que voy a subir pero he perdido el hilo. No lo voy a recuperar. Me da igual. No se como empecé ni por donde iba. Parece que estoy tocado. Mi compañero me lo dijo con las palabras más sabias del mundo. Tienes menos memoria que un pescado frito.