martes, 26 de octubre de 2010

Josef despega hacia la "vida terrestre" (Capitulo 20)

((Quédome muriendo en el pasado, el presente ya se encarga de matarme por si mismo)).


Era un Fiat rojo en una de las lujosas casas de Miramar. Estaba bastante chapisteado y solo había que hacerle el piso. Josef le pidió por este trabajo 150 dólares y el señor aceptó sin miramientos. En tres días Josef ya casi había terminado ese trabajo tan simple y había cobrado incluso. El señor Martín, por ponerle un nombre, era chofer de los camiones cisternas de las gasolineras “Oro negro” y por eso nadaba en dinero porque trasegaba con combustible todo lo que quería, dinero que nadaba en sus bolsillos ante la imposibilidad de comprar, invertir, guardar o hacer cualquier cosa normal que se hace con los dineros en cualquier parte del mundo. En la mochila de Josef abundaban las botellas de ron que le regalaban cada día como era tradicional con los chapistas, solo que Josef no destapaba ni una, no le interesaba, además, un día por probar, intentó trabajar borracho como veía hacer a sus maestros y se llenó de quemaduras ante la imposibilidad de calcular donde caerían las chispas o la falta de reflejos para reaccionar ante las bolas de acero derretidas que se le venían encima. En escasos días había multiplicado sus habilidades por tres y se dio cuenta que estaba perdiendo el tiempo miserablemente con Fizz. El trabajar solo, era como conectarse a una maquinaria de adelantar lo que tenía que hacer, sin conversación, sin borracheras, con su propia organización. Todo marchaba como quizás en algún momento fue el oficio de la chapistería, limitado simplemente a arreglar la carrocería de un carro.
Al tercer día apareció Fizz con dos más de los del gremio de los chapas alcohólicos no anónimos y fingiendo tremenda tristeza se dirigió a Josef de una manera fría y algo amenazante.
Josef estaba soldando los últimos puntos de fijación de la chapa para terminar esa tarde y sentados en el muro le observaban como avanzaba a un ritmo automático y meticuloso.
-¡Ño tremendo cabrón que me ha salido el blanquito este caballeros!
Dijo Fizz en voz alta como para lograr el apoyo de toda la concurrencia que se entretenía viendo como Josef trabajaba en silencio o porque no tenían más nada que hacer.
-A este blanquito yo lo hice chapista y en cuanto pudo, me dejó embarcado. Y ahí está trabajando hasta con mis herramientas, por la espalda…
Uno de los compinches de Fizz decidió meter la pata, pero su cerebro embotado de alcohol no le dejaba generar más palabras que las únicas que se le conocían.
-¡Estas enmojonao blanquito!  ¡Nos has metío linea!
Josef siguió soldando con la mascara puesta, le molestaba muchísimo interrumpir un cordón de soldadura por cualquier tontería externa, además disfrutaba sobremanera viendo como el metal derretido se acomodaba a su antojo y quedaba casi como soldado por una maquina.
- Estas emojoneteao, enmojonaísimo, enmojoneteasimo…..
Iba a continuar diciendo variaciones de la única palabra que sabía decir cuando Josef tiró la mecha y se paró de una forma violenta que no era normal en el. Josef no era para nada violento a pesar de su entorno, disfrutaba cada segundo de paz y lograba estar en ella a toda costa.
Por eso que se dice que “huye de una persona pacifica cuando se violenta” los tres compinches reaccionaron tan rápido como gatos, retrocediendo varios pasos y desconcertados. Josef se acercó a Fizz y este pestañeaba continuamente esperando algún tipo de reacción agresiva como se acostumbraba en esas situaciones. Josef le dijo bajito a Fizz sin ningún tipo de expresión en la cara.
- ¿Cuanto dinero me debes Fizz?
Fiz intentó contar con los dedos pero Josef lo detuvo.
- Me quedo con las herramientas estas, “estamos echaos” frase que había oído decir cuando un negocio se cerraba correctamente entre beneficiarios. Usada para hacerse entender en el mismo lenguaje de la calle.
- Ta bien, estamos echaos – Contestó Fizz con alivio, dándose cuenta de que aquello no iba para peor y mirando de reojo a los compinches para no parecer cobarde.
- Estás superescontraenmojoneteao - seguía a lo lejos como rezando un mantra uno de los alcoholizados acompañantes.
Fizz se retiró cabizbajo y Josef se le quedó mirando en retirada. Fizz era un asco de persona, un despojo de la sociedad pero Josef le tenía cariño y agradecimiento. Tenía claro que no podría hacer ningún tipo de trato ni negocio con el nunca mas. Encomendaba al dios que fuera todas las pobres personas de esta tierra que hicieran negocios con Fizz. Por un momento pasaron por su mente aquellos primeros días en que a pesar de todos sus defectos lo adoptó como aprendiz y le dejó comenzar esa nueva vida para la que se estaba preparando. Ya tenía un oficio terrestre, ya había ganado su primer dinero sin intermediarios estafadores, Ya podía ir a ver a Sandra y decirle que quería luchar junto a ella. Esa era la mayor proposición de amor de la Cuba de aquellos tiempos, nada de te amo, ni me muero por ti, Quiero luchar contigo era la mayor demostración de entrega en un sitio donde no se vivía del trabajo ni de de la decencia o el conocimiento. Se vivía de la lucha diaria.
Josef le gritó a Fizz a lo lejos, le extendió una bolsa con todas las botellas de ron que le habían regalado. El sabía que para nada era un sano regalo a un hombre alcohólico pero se contentó al pensar que al menos bebería ron por unos días y no alcohol destilado de algún combustible o algún tipo de disolvente altamente nocivo que era lo que solían beber.
Fizz se arrodilló ante el Fiat de Martín y cogió una brocha con rapidez para pintar las soldaduras con pintura anticorrosiva como era el procedimiento, Josef se extrañó muchísimo de su reacción.
- ¿Qué haces compadre?
- Ayudándote mi hermanito – A josef le dieron ganas de llorar, sentía verdadera lástima por Fizz, se preguntaba constantemente como se puede llegar a ser así.
- Dale, arranca pal carajo “nos vemos en la carretera” – Fizz dejó la brocha ante la frase de Josef donde cortaba por lo sano cualquier tipo de relación comercial. Fizz dio las gracias varias veces, destapó una de las botellas y después de verter un poco al piso “para los santos” se dio un copioso trago. Se fue, no sin volverse de vez en cuando y sonriente decir adiós como un niño pequeño. Josef le deseó que cambiaran las cosas de su vida en silencio, que algo muy fuerte lo hiciera recuperarse, cambiar, pero no, nada en esta dimensión iba a tener tanta fuerza como para cambiar a Fizz y de esto se sabrá mas adelante.
Como el FIAT de Martín
Josef terminó el fiat y le pagaron 250 dólares con la alegría de haber encontrado a un chapista que trabajaba en serio. A la media hora tenia más de 20 ofertas de trabajos en ese mismo barrio de Miramar, se corrió la voz. Había un chapista que no era borracho y trabajaba bien y rápido. El negocio terrestre crecía por segundos, Josef miraba con extrañeza como su vida se iba “normalizando”