miércoles, 23 de marzo de 2011

Un invierno demasiado largo.

Este invierno se me hace largo. A medida que se me va el tiempo junto a la vida en el sitio donde no se respira mar, hay gente en mi isla que no permite que las personas respiren en paz. No debiera quejarme, pudo ser mucho peor. Aquel viaje que planeamos a Rusia con la misión de quedarnos en el aeropuerto de Gander, Canadá, el que no se dio porque no pudimos completar los tres mil dólares quizás no hubiera sido tan terrible como ser victimas de nuestro arrojo de quedarnos en Moscú o donde le diera la gana de aterrizar al maldito avión de Aeroflot. Quizás estoy mejor que en Miami con el trauma de ver a mis hermanos de viaje desapareciendo en el mar como muchos, quizás aun hago este cuento porque no tuve la terrible idea de esconder el cuerpo que me lleva por este mundo dentro de un tren de aterrizaje. Quizás el no tener el valor de gritar por mi vida dentro de La Habana o el heredar los miedos paternos de la represión me mantienen más o menos a salvo. Dentro de poco, harán diez años que estoy fuera. Fuera de casa, fuera de peligro, fuera de pobrezas. En una manta fría y segura que se llama Europa. En un sitio donde no tengo ni quiero tener nada, donde no quiero raíces a pesar del buen trato que se me da y de todos los esfuerzos que se vierten en que me sienta como en casa. Gracias a todos. Pero el destierro es una pena menor al saber que tu casa esta ahí enfrente y que unos sujetos desalmados la tienen tomada por la fuerza. La tierra de todos los cubanos está tomada por la fuerza por dos o tres armados hasta los dientes y sumamente peligrosos, por personas que no creen en los hombres ni en los pueblos, por seres que al estar muertos de miedo se tornan más peligrosos aun y solo atinan a modernizar sus armas y medios de extinción de vidas. Ahora se estremece toda la tranquilidad de la lejanía porque lo que yo no hice lo están haciendo otros. Gritar por sus vidas. Incluso hay quien se atreve a desafiar la maquinaria brutal insinuando que Cuba es de los cubanos. Ya no puedo dormir. Solo me queda arrojar lo que tenga en la mano a favor de los futuros muertos o apresados. Letras en este caso. Hacerlas publicas es mi vergonzoso deber y mi miserable acción donde hay tantos campos vacíos en los que se puede ayudar. De niño me leía todas las epopeyas escritas por los supuestos revolucionarios que le ganaron a los malos en la historia de Cuba y cuando le preguntaba a mi padre que hacía en esa época el me contestaba con tristeza que no había hecho nada. Me he quedado con el gesto de su cara para un día cuando me pregunten lo mismo a mí, habiendo tenido oportunidades de hacer algo por los míos decir exactamente lo mismo. No he hecho nada. Solo huí y me refugié en la fría y cómoda Europa. Por eso este invierno se me está haciendo eternamente largo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Mi regalo por el día de los padres.

Paso 18 horas al día manejando, conduciendo. Este día trato de no pensar. Pensar puede doler. Por todas partes el mundo que me rodea me recuerda que hoy es un día de pensar en los papás. En la radio un pequeño dice que le regaló a su papá un vaso pintado por el, para poner lápices. Imagino que algo tan simple como eso puede ser el objeto mas valioso del mundo en su momento. Espero que el día pase pronto.
Por la televisión más de lo mismo, quizás el objetivo de impulsar al consumismo hace que esté también en todos los carteles y publicidades con las que me tropiece. El día no pasa, está detenido, tengo que concentrarme aunque por suerte hoy no hay casi tráfico.
Hasta que al final me dejo llevar. Tengo que pensar en mi papá.

¿Que le regalaría en un día como hoy? 
No me gustan las celebraciones, paso de ellas, se me olvidan, pero quizás los años y las horas a solas con el pensamiento me recalquen este tipo de cosas.

¿Que le regalaría?
Hay un autobús estacionado a la derecha de la calle por donde yo voy. Mi padre me dijo cuando me enseñó a manejar que apenas llegaba yo a los pedales de su Jeep Toyota del 1954, que cuando rebasara una guagua, parara, porque la gente suele bajarse de las guaguas y cruzar por delante de estas de pronto. Aminoré hasta parar, nadie salió pero si hubiera salido hubiera estado seguro porque mi padre me enseñó eso y yo le hago caso a veces.

Ese es su regalo.

Lo escucho y tomo todo lo bueno que me enseñó, lo pongo en práctica y me lleva por la vida con menos tropiezos de los que me tocarían. Llegando a la casa me acuerdo que tengo una carta de él que nunca he leído. No he tenido valor en diez años que llevo emigrado de abrirla. Me fui de Cuba sin despedirme. Mi pobre padre era un ciego defensor del sistema cubano, yo era el hijo maldito, terrible, contestón, zoquete, desafiante, disidente, contestatario, rebelde.

Traidor por abandonar Cuba.

Cuando enfermó pedí el permiso de entrada a Cuba ¡Si! para los que no lo sepan, yo cubano tenía que pedir un permiso de entrada a Cuba y pagarlo por supuesto. 4 meses tardó entre varias denegaciones hasta que mi padre un día caluroso de La Habana murió quejándose de frío. No llegué a tiempo, no lo pude ver para al menos decirle que me iba regularmente bien. Que aquí en España aunque era capitalista la gente no se moría en las calles por falta de atención médica como siempre me recalcaba. Que también había educación gratis y que la gente vivía de su trabajo. Que era un sitio donde se llevaba una vida normal y tantas cosas que contarle. Tenía cientos de periódicos españoles para leerle las cosas de aquí, pero no llegué a tiempo. Mis amigos del barrio cargaron con el, lo llevaron por mi. Igor, Rivas...Gracias.

Y esa carta que no he abierto. La voy a abrir ahora pase lo que pase. Para bien o mal tengo que leer, oír sus palabras. Dígame lo que me diga. Así me insulte con sus párrafos políticos absurdos. La encontré, está guardada dentro de un libro, viene en un sobre de cartón donde mismo le pagaban su jubilación. Con su letra zurda pone de el y de mi madre pero esta carta la escribió solo él. es su letra, son sus palabras.

Querido hijo mío:
                                                                                Me siento orgulloso de tí.
Ya que se como te desenvuelve en tu nueva situación, se que estas trabajando duro y que el tiempo no te alcanza, estaré tranquilo porque se que tu tienes don de gente y eres como el "alka-seltser" que siempre cae bien pero con todo y eso quisiera tenerte aquí "coño" te extraño, extraño, extraño MUCHO.
¿Quien me arregla el reloj? (Está roto)
"            "             "      "      las cuchillas de afeitar.
¿con quien me peleo?
¿ "         "  aprendo de mecánica o me presta un libro?

Después sigo..........................



viernes, 11 de marzo de 2011

La historia de Kevin. (Documental reportaje 14 minutos).

Kevin es un pequeñin que viaja de Cuba a España para reunirse con sus padres que como miles de cubanos han emigrado para sacar a flote la familia a pesar de la separación y la distancia. Apenas se da cuenta que se aleja miles de kilómetros de su casa natal y quizás por siempre. Cuando llega a Madrid lo primero que pregunta es ¿Y mi abuela? pensando que solo había dado un paseo. Esta es una historia de reencuentro.