viernes, 21 de junio de 2013

Lo mejor puede estar por llegar.

Los amores de Josef no eran nada graciosos. Ni fáciles. De pequeño vio una película japonesa llamada la sirenita. En el cine lloró a lágrimas vivas lo cruel del mundo ficticio donde acaecía. Una sirena que daba su voz a cambio de ser una mujer para subir a la tierra donde había un príncipe que nunca le hacía caso. Una bruja que se aprovechaba de eso y tendía horribles trampas y oscuros hechizos hizo a Josef sentir todo el odio que se puede sentir con escasos 6 años. Llanto y más llanto. Y esa sensación de encontrar y perder a alguien por quien daría la vida. ¡Estúpido príncipe! No se daba cuenta.

 La madre de Josef perdió las esperanzas de que entendiera que solo era un dibujo animado. Josef no cejaba, miraba el mar cada día hasta que muchos años después comprendió que solo era una historia animada que alguien había pintado en celuloide. Hasta ese entonces lloró en silencio cada noche no tener a la sirenita para poder dar todo por ella. Cuando se vino a dar cuenta ya estaba en el mar, sumergido, pescando desde antes de que amaneciera hasta que caía la tarde de cada día. No reparó en el día en que olvidó la sirenita, tampoco perdió la esperanza de ver su dulce cabellera rubia nadando por debajo de el en una de sus interminables pesquerías.

El mundo iba cambiando, ya no eran tiempos de sirenas.

Josef intentó hacerse a la tierra. Trató de hacerse a la tierra en lo que todos sus conocidos se hacían a la mar. La mayoría se perdió en interminables viajes con cámaras de camión o artefactos flotantes inamovibles. A josef no le dolió nada porque creía que morir en el mar era digno, pero ver diezmada su cuadra y su gente fue entristeciéndole sin darse cuenta. Y un día se quedó en la tierra sin más. Sin sirena, sin amor y sin sueños.

 Son cosas que pasan.

 En varias décadas nadó en muchos cuerpos. Pretendió muchas ilusiones. Incluso guardó tesoros en su memoria de cosas bellas que sucedían con personas de verdad. Sandra lo hizo soñar un poco, Paulette lo llevó a sentir cosas que pensaba que no existían. Pero ese amor, el que revuelca las vidas, las desvía y las arrastra no había venido jamás.
Josef se quedó esperando encontrar alguien que lo dejara sin aire, lo doblegara de ilusiones.

 Muchas décadas pasaron.

 Un día, en un episodio de su vida que no viene al caso se encontró una foto. Sin autor, sin fecha. Una persona sonreía levemente y Josef cayó otra vez. Lo mismo aunque con 40 años en las costillas. Una vez mas aunque ya no había nadie cercano que lo convenciera de que solo era una foto, sin datos, sin autor. Quizás una foto tomada al azar, encontrada al azar. Amada al azar.


 Lo mejor, puede estar por llegar.

 No había mundo ni tierra ya para Josef por lo que decidió arrancar para donde fuera. Sin rumbo, sin planes ni fechas. Totalmente libre. No traicionó el amor de si para esta foto por nada del mundo. Solo mirarla cargaba la vida de peligrosas ilusiones. Madre no estaba para decirle que solo era una foto. Superficialmente se hablaba a si mismo que esa persona no debe existir, debe ser muy vieja, en todo caso, nunca iba a saber quien era.

 Muchas décadas pasaron.

Sin rumbo, sin casa, sin familia, sin Ítaca. Dando tumbos esta vez en aviones, aduanas, pasajes, visas. Al menos mejor que los que se hicieron a la mar cuando el se hizo a la tierra. Llegó a una casa y vió una foto. La robó.

Los amores de Josef no eran nada graciosos. Ni fáciles. Condenado a las imágenes inexistentes. Prometió dejar su corazón en aquella imagen. Y por primera vez una imagen habló. Josef no se lo cree. De vez en cuando escucha la voz de su madre diciendo que solo es arte, que solo es una imagen. De momento, su corazón es para la mujer de esta foto. No hace mas que mirarla, esta foto le habla, le mira, no hay nadie por suerte para convencerle de lo contrario.


Lo mejor, puede estar por llegar.