domingo, 31 de diciembre de 2006
sábado, 30 de diciembre de 2006
Gracias, estoy bien.
Hoy amaneció un día raro. Tan raro que estaba despierto a las 6:00 a.m. Lo primero que hice como siempre fue mirar el correo como buscando alguien. No encontré. Miré el reloj y vi que se acababa el año. Aunque me lo tengo prohibido, violé mis propias reglas por el morbo de burlarme de mi mismo y me atreví a reflexionar un poco sobre este año que se va. Ha sido un año de grandes avances……para otros. Yo; pasé el año en este trabajo donde estoy pero no he avanzado nada y aprendido menos. Estoy en stand by desde hace más que eso. Seguí pensando. Mi esposa se fue a Cuba, me robaron el carro, perdí la cartera con todos los documentos, cosa fatal para un extranjero en España, debo un montón de dinero en multas, además multas de amigos que se las pusieron en mi carro y no la van a pagar y me viene la denuncia por propietario, sobrevivo en una enana habitación donde apenas cabe mi computadora y yo, y veo como se va el tiempo tranquilamente. Algunos días salgo a la calle y paseo mirando a la gente y preguntándome que historias tendrán sus vidas. Es de lo mejor que hago en esta tierra de mar prohibido. Si al menos hubiera mar – siempre me digo – me sentara en un puerto a mirar el vaivén de los botes. Este año no ha sido bueno, pienso, no al menos por las comparaciones que tengo de otros pasados pero me viene a la mente eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor y me conformo, me dejo en paz.
A las nueve y media de la mañana me caen muchísimas llamadas al teléfono, todas preguntando por mi. Es que han puesto una bomba en el aeropuerto donde trabajo pero hoy no trabajo. He llamado a mis compañeros, se han quedado medio sordos y piensan que lo que han visto no ha sucedido, que mañana cuando se despierten todo habrá sido un sueño. Ojala sea así. Todo un sueño. Después de todo, vaya formas más raras de decirme que no me queje. He tenido suerte lo sé. Hoy no trabajaba. Este ha sido para mí; un buen año.
viernes, 29 de diciembre de 2006
jueves, 28 de diciembre de 2006
Por Viñales
Estuve viendo unas fotos del blog LUCES Y SOMBRAS de Viñales y me quedé sin ganas de poner este video. Además que por las circunstancias filmé muy poco y estaba muy nublado esos días. Pero ahí está. El no ponerlo sería como haber comprado un regalo a alguien y no dárselo. Vale para recordar ese olor a humedad y café del campo. El silencio celestial y la brisa fresca que nos trae la naturaleza te acarician como si no quisieran que te fueras nunca, te despoja de todo calor, incluso a veces cae una llovizna que parece un invierno polar pero no frío. Este lugar es genial, en el mundo no hay otro así. De hecho no me acuerdo o creo que nunca supe porque se habían formado los mogotes y si había en otras partes. Si alguien lo sabe que lo cuente. Mientras yo sigo por aquí, entre los grillos y las piedras. La niñita que sale jugando con la botella de cerveza ¡¡porque tenga una botella de cerveza no tiene que ser mi hija!! Es luna, como si lo fuera. Será protagonista de mis próximos vídeos porque fue la encargada de aliviarme de todas las tristezas al volver a Cuba. Fue quien único logró que me sintiera del todo bien al inundarme de su cariño y de sus gracias inocentes y geniales. Aprovecho entonces para presentársela. Para ustedes, Luna de mi corazón.
PD: Ya Liset me ha echado un cabo con este articulo pueden verlo en su blog es algo infinitamente interesante y hermoso. gracias Lisetdomingo, 24 de diciembre de 2006
Feliz Navidad........feliz.......navidad
Un dia encontré una hermosa y amarillenta caja acolchonada en tela de brillos muy curiosa. Se veía antigua y manchada. Era como un tesoro. Tenía un pequeño broche de perla que abrí cuidadosamente rezando porque no viniera nadie. Cuado alcancé a ver lo que había dentro me quedé boquiabierto ¡Unas bolas de colores brillantes, como de cristal! unas rojas, otras azules, verdes pero de unos colores vivisimos. Me moría por preguntar que era aquello pero no podía decir que lo había encontrado o dejaría al descubierto mi propio rastreo de Nela.
Semanas estuve con aquella curiosidad en la cabeza, hasta que un dia se me alumbró el bombillo y le dije a mi madre que estaba buscando revistas viejas para forrar los libros de la escuela y antes de que ella me contestara me metí de cabeza al closet donde se guardaba aquella fortuna. En lo que mi madre me señalaba unas revistas buenas para forrar libros (La mujer sovietica) ya yo, haciendo gala de actuación ponía tremenda cara de hallazgo y preguntaba como un cañon que que cosa eran aquellas bolas. Mi madre se quedó callada un rato, yo insistí e insistí hasta que recibí respuesta.
- De las navidades
- Y ¿que es eso?
- Nada....una fiesta que se hacía antes.
Las bolas de cristal se quedaron ahí, yo las miraba de vez en cuando como quien tiene un inmenso tesoro pero no sabe que hacer con el. Una a una las fuí rompiendo pensando que quizás su utilidad estaba en su interior y "navidades" no me decía nada. me sonaba a naves, a barcos. ¿quizas alguna flota? ¿algo relacionado con el barco de mi padre?
Pasaron los años. Sobreviví sin las navidades, también sin el fin de año a veces. muchas sin mi cumpleaños. Desde que descubrí que mi mamá lloraba a veces porque no nos podía hacer nada de fiestas o regalos. Somos dos hermanos que cumplimos el mismo dia. Desde ese entonces. No me gustan las fiestas programadas. Lo siento. siempre que cumplo años y puedo me voy a pescar a un rio aunque no hayan peces, o me pierdo por ahi. Pero estas navidades me toca trabajar y tengo que decir feliz navidades aunque para mi no signifiquen nada. de todas maneras es hermoso con la ilusion que los niños de aqui lo esperan, es como eso de los reyes que una vez oí, o me pareció oir y que era que en la bodega te daban un ticket que te decía que dia ibas a cojer los juguetes. A mi, casi siempre los ultimos. un dia cojí una moto pequeña que me encantaba. me gustan las motos. Pero que matazon, los reyes esos eran un poco cabrones la verdad. Lo siento.
feliz navidad
feliz navidad
feliz navidad.
mientras...........me voy a pescar a alguna costa, o al menos sueño que lo hago.
viernes, 22 de diciembre de 2006
Mamá Caridá otra vez.
miércoles, 20 de diciembre de 2006
El artista cubano
martes, 19 de diciembre de 2006
Aclaración botánica
- ¡A si!¡Y tu te lo sabes!¡A ver!¿como se llama?
El niño se llevó la mano a la barbilla como habrá hecho Socrates, o Arquimides, o Einstein un millón de veces. giñó un poco el ojo de la sabiduría y no tardó en dispararnos.
- Ese arbol es...........es...........¡El arbol de las muchas hojas!
Acto seguido se mandó a correr a todo lo que daban sus pies. Nos quedamos callados y sin palabras.Ese dia nos dedicamos a reirnos de nosotros mismos y no discutimos mas nada en largo tiempo.
domingo, 17 de diciembre de 2006
Breve amanecer en La Habana sin sol
lunes, 11 de diciembre de 2006
sábado, 9 de diciembre de 2006
La memoria es un animal que come duerme y se despierta...... y cuando lo hace, sin querer nos hiere el alma.
Ese día lloré mucho en el cine. Por suerte nadie me vio. Lloré porque nuestros padres están ahí como héroes. Porque no les entendemos, porque no le escribimos o le escribimos que estamos bien y que la nieve es blanca. Yo mismo no le escribo ni a dios. Con tanto que escribo. Con tantos palos que me dio la vida, con el perdón. Ese día llegué a casa, busqué la carta de mi padre y la leí. Con mano zurda estaba escrito que a pesar de estar siempre fajados yo era su hijo preferido, el que mas salía adelante, decía. Supuse que debía decírselo, no escribírselo, decírselo en la cara y quizás llenarme de valor y abrazarlo como hacia mucho no lo había hecho. También me decía que estaba enfermo y se sentía mal, que de yo estar ahí al menos se reiría con mis cuentos o recordando nuestras navegaciones en el mar del norte de
sábado, 2 de diciembre de 2006
¡¡¡¡¡¡¡¡ Ya volviiiiiiii !!!!!!!!!!!!
La habana no es de los que ordenan, ni de los que prohíben
La habana es de los habaneros, los cubanos y los ciudadanos del mundo que la amen
Hay que volver a la habana
La habana no tiene culpa que no nos quieran ahí
La habana es nuestra
Y aunque le duela
Y aunque nos duela
En contra de quien sea
No hay que darle el gusto a los exiliadores
Hay que volver a la habana
sábado, 11 de noviembre de 2006
Mensaje en la botella
De pronto miro al piso y hay una pequeña mancha de petróleo. Me da el olor. El poco sol que queda lo va vaporizando. Se ve como una distorsión en la atmósfera de los vapores de turbinas y reactores. El silbido es terrible, mas yo no lo oigo. Tengo el MP3 puesto a casi todo volumen con la versión en piano de cenizas del paraíso. Intentaré ponerlo en este articulo. Ya veré como me arreglo.
El olor a petróleo aunque pueda ser asqueroso, y lo es, me lleva lejos. Muy lejos en esas puertas que se abren cuando uno tiene esa caja de Pandora abierta que son los recuerdos y las nostalgias. Es enfermizo. Estaré enfermo. Me lleva al mar. Al barco de mi padre, a los pescadores, al río almendares, a mis carros viejos de mi alma, a mis manos negras de ex mecánico. A lo lejos las montañas imitan para mi placer un leve color azul ¿o serán vastas y tontas ideas mías? Si detrás estuviera el mar.
Mas tarde ya voy a casa. Un buen compañero me lleva e insiste en dejarme casi en la puerta. No dejo de alegrarme cada día de los compañeros que tengo. Como me hacen reír. Cada uno tan especial, tan humano. Camino lo poco que me queda cabizbajo miro un pie y otro. Aunque es viernes mi barrio está silencioso a las doce de la noche que llego a casa. Subo. Como. Leo el correo con el plato al lado de la computadora. La gente ha leído y me agrada. Por suerte no hay nadie en casa y pongo la misma música que he estado oyendo todo el día.
No se para que pongo estas cosas tan comunes y diarias. Debe ser por el olor a petróleo. Pongo el sonido del mar. Me recuesto, no duermo. Me voy por ahí, dentro de mi, muy lejos. Nunca supe en Cuba que uno podría navegar tan lejos dentro de uno mismo. Claro. Aquí no pasa nada. Todo bien, pero falta algo y me hago esa gran pregunta. ¿Qué me falta?¿que falta? A las tres de la mañana me preparo un trago bien cargado de Havana club y coca cola. Pasa por la garganta y acto seguido miro la transparencia del vaso, si es que la hay. A contraluz las cosas son mas hermosas, quizás es porque no se ven de frente sino solo las siluetas. A contraluz están mis pensamientos y por eso no llego a conclusiones con ellos. Menos el reloj, todo funciona mal. Cada cuerda del piano me hunde más en las ideas que una tras otra se van con la misma rapidez que llegan ¿Quién me entiende? Yo no me entiendo. Me prohibiré pensar un rato. Estaré tranquilo un rato. Aquí estaré. Le diré a los dedos que no toquen mas teclas con letras. Haré silencio de recuerdos. Un silencio.
miércoles, 1 de noviembre de 2006
El dia que me morí (Primera parte)
Aquí estamos tres el negrón Jiscler, Igor y yo. |
Esas palabras se me quedaron grabadas. La frase vivir de mi trabajo fueron muchos años mas tarde detonante para que esté donde estoy. Pero esta historia no viene por aquí, viene por lo que pasó a continuación.
En eso se sintió el ruido de un barco. Un barco gris de cemento, pintado con pintura descascarada que se caía a pedazos. Nos montamos todos en el, la cubierta estaba fría y salada. Con estos cristales que forma la sal al secarse y que siempre resbalan como diminutas bolas transparentes. El barco tomó rumbo a lo profundo de la bahía. Como un juego iba bordeando cayos pequeños y se veían algunos barcos de guerra semihundidos. Yo pensaba que eran esos barcos, barcos medianos, pero seguíamos de largo en lo que el sol empezaba a calentar nuestros cuerpos. Llegó un momento en que el pesado barco de cemento empezó a hacer olas y a dar pequeños saltos, me alegré un poco porque recordé cuando salía pescar con mi papa en su barco, El Paraíso. Perdí la cuenta de que rumbo llevábamos o cuantos cayos habíamos pasado. A lo lejos en el horizonte se veían marañas de mangles inexpugnables. Nadie hablaba entre si, yo estaba nervioso y asustado, no sabia que me esperaba aunque ya tenia una mínima idea. Pero bueno, había hecho cosas peores y esto no era nada del otro mundo, el papa se veía tan tranquilo que daba esa sensación, el cromagñon en mas de una oportunidad me dijo, vas a ver que divertido y eso me hacia volver el alma al cuerpo aunque no mucho porque al cromagñon también le parecía divertido que a cuarenta metros el regulador le fallara y le comenzara a funcionas después e ochenta martillazos y cuando ya estaba a punto de ahogarse.
Bordeábamos una costa llena de pájaros marinos cuando se apareció una especie de tubo o columna con varios cables, muy oxidado todo en el medio de la bahía. Apagaron el motor del barco y tanto silencio a esa hora me rompió algo en los oídos. Se sentía como una presión que casi hubiera preferido que dejaran el motor en marcha. Poco a poco fue aliviado por el ruido del agua de sentina y el burbujeo de los escaramujos del casco de este viejo barco. La gente empezó a abrir las cajas de madera y vi en su interior unas botellas de buceo “bitanques rusos” de catorce litros con su correspondiente regulador ABM-1 usados por el ejercito, copiados del primer regulador inventado por el dúo Costeau- Emile Cagnan. Eché una ojeada al agua y se veía todo transparente y limpio pero verde como el agua de las bahías. Me engancharon sin preguntar un par de botellas de estas y ayudé a los otros ponérselas también. Las manos me temblaban un poco y me hubiera gustado ir al baño, pero ahí no había. Todos se tiraron al agua al unísono, el estruendo fue uniforme como una gran explosión que hizo eco en el impecable silencio d esa mañana pinareña. Ya me iba a lanzar cuando el papa puso en mi mano una linterna grande como de doce o diez pilas que me puso más nervioso aun. La agarré con seguridad e intentando ser profesional me largué al agua como pude para no quedarme atrás. Ya casi estaban listos y tenían todo puesto, yo ni siquiera había lavado mi mascara. En unos segundos me la puse y metí la cara en el agua a ver que se veía. De pronto, el corazón me dejó de latir. A unos veinte metros mas o menos de profundidad se veía………..¡UN CEMENTERIO DE BARCOS MERCANTES! La vista era indescriptiblemente impresionante, tuve que esperar un rato a que el corazón volviera a su lugar. De esto no puedo dar mas detalles. La palabra no alcanza para describir lo que sentía. Hay que estar ahí para saber como yo con 18 años me las arreglé para que no me diera un infarto. Eran fantasmas de hierro, llenos d peces, algunas barracudas amenazantes. Figuras abstractas del capricho de la naturaleza. Una gran instalación artística promovida por las corrientes y la vida que había en ese lugar. Era….casi lloro dentro de la mascara. El cromagñon se quitó el regulador por un momento y me tocó por la nuca, saqué la cabeza del agua. Supongo que tendría los ojos fuera de las orbitas porque al verme echó una risotada que sacudió todo el espacio silencioso.
No se cuanto tiempo transcurrió de sacar chapas de estas, debo haber zafado mas de 50 cuando se me empezó a acabar el aire. Miré el manómetro del cromangñon y también ya casi estaba en cero. Así que ya había que irse. Todos ya habían subido solo quedábamos nosotros dos. Le pedí al cromangñon que se fuera alante que yo iría después por la idea de ver un poquito el barco por dentro y el me hizo caso. A mi me quedaban unas diez atmósferas por haber hecho el trabajo mas suave y que menos energía requería. Cuando el cromangñon se fue, me puse a recorrerme el barco por los pasillos. La poca luz que entraba por las ventanas era como una decoración tétrica, morbosa. Los pasillos aun conservaban huellas de que ahí había vivido gente. Entré a varios camarotes uno por uno donde se veían camas y muebles, seguí por los pasillos hasta que llegué a lo que pudiera ser la parte central de las bodegas de carga y bajé. Iba pasando de un piso a otro mirando los niveles como si me hubiera suicidado lanzándome al patio central de un edificio lentamente. Entré en un recinto que parecía la sala de maquinas con enormes motores dormidos llenos de peces. Encendí la linterna. Las luces que iban quedando ya iban siendo las menos a pesar de que eran mas de las nueve de la mañana. Me llamó la atención un corredor en específico, al final había un cuadro en la pared, entré sin pensarlo y llegué como una meta hasta el cuadro. El agua estaba tibia y cómoda y no provocaba perdidas de temperatura ninguna a pesar de tener yo puesta poca ropa. Limpié el cuadro con el dorso de la mano y vi una foto de alguien. Estuve un buen rato preguntándome quien seria ese alguien y haciéndome conjeturas.
De pronto me llevé un susto porque empecé a sentir unos golpes tremendos en el casco del barco. Eran acompasados y supuse que era que me estaban llamando. Miré el manómetro y me quedaban solo unas cuatro atmósferas. Había hecho una tontería imperdonable, me quedaba lo justo para salir, pero no se salía por arriba, había que salir por una escotilla lateral por donde mismo había entrado. Así que volví sobre mis pasos pero ya parado en medio del gigantesco espacio central no recordaba por cual piso era. Cuando comencé a bajar había pisos por encima de mi, no se cuantos y por debajo, todo era igual, lleno de algas y corales. Subí lentamente como intentando ver alguna huella de mí paso o del paso de los demás, pero el extremado cuidado de no levantar sedimento había hecho que no tocásemos al menos lo menos posible para no enturbiar el agua. El corazón me dio un brinco acompañado del pensamiento – la hemos cagado- intenté estar tranquilo. Pero ya tenía el tiempo contado y nunca fui bueno para competiciones. Empecé a aletear mas rápido y ya se iba levantando de tras mío una capa de sedimento, lo que me prohibía volver atrás una vez mas. Me imaginé en uno de los pisos que una raya era el rastro del arrastre de una de las planchas y por ahí mismo entré, pero nada me parecía conocido y a la vez todo igual. No me quise dar la noticia de que estaba jodidamente perdido en una mole de hierro de miles de toneladas. Seguí pensando que mi suerte natural me haría encontrar la salida en el último momento. Poco después ya iba a la máxima velocidad que permitían mis piernas, doblaba como un hábil pez por pasillos y recovecos buscando un poco de luz pero esta se iba desapareciendo, lo que me daba la impresión de que me estaba metiendo en lugares mas sellados aun. Daba vueltas sobre mi eje al mismo tiempo que me desplazaba para inspeccionar el techo también por si había alguna grieta. Llegué a un recinto de unos tres pisos de altura que estaba lleno de cadenas. Una montaña inmensa de cadenas – me caguen diez ¡esta es la proa!- esas son las cadenas del ancla. Ya el corazón me funcionaba como un motor diesel. Intenté coger un hierro del piso para golpear y que al menos así supieran donde estaba. Todo estaba soldado. Apague la linterna un momento.
Comenzaba la cuenta atrás.
Intenté salir por la escotilla aunque me rompiera los huesos, pero los hombros no me salían aun así calculé que si me quedaba trabado donde dejaba el tanque, tendría que sacar el tanque primero y después intentarlo yo.
Saqué el tanque a duras penas, me pasé las mangueras por detrás el cuello y mordí la boquilla con fuerza no fuera a ser que se cayera el tanque por la borda y yo me quedara entonces ya sin aire del todo y sin oportunidades de nada, lo intenté otra vez pero los hombros no me pasaban. Empecé a sangrar un poco por los brazos supongo que con el esfuerzo me había dañado un poco la piel. Entré de nuevo. Golpee con el tanque la pared repetidas veces. El burbujeo iba removiendo la habitación, solo me quedaba golpear la pared que hacia un estruendo horrible para que me oyeran, quizás ya estaban todos arriba esperándome tranquilamente. Sé que no se habían ido porque el papa y el cromangñon nunca se hubiesen marchado sin mi. Me empezó a faltar el aire, ya se hacia difícil de respirar.
Me senté en el piso a pensar. Pero no se me ocurrió otra cosa más alegre que ver mi velorio. Intenté recordar que libros tenía en casa para saber que heredarían los amigos. Imaginé al jiscler y al Bujío sin mí. Ya crecidos, casados, con hijos haciéndole cuentos a los hijos de un amigo que tuvieron una vez. Cogí un teléfono que estaba medio flotando suspendido al alcance de mi mano y me pregunté si esa llamada era para mí. Me dio risa. Traté de dar vueltas al disco pero caí en cuenta que no me sabía el teléfono de nadie, que ese teléfono no estaba conectado y que en ese barco estaba casi todo muerto y dentro de poco estaría todo muerto del todo. Me puse el auricular como si de verdad se tratase de una llamada. Dios quiere hablar conmigo. Sonreí y deje escapar la última bocanada de aire útil. Ya no respiraba pero por suerte, no estaba en pánico. Había oído decir que cuando uno le falta el aire entraba en una narcosis, pero no sabia mucho mas, no era buzo. No había estudiado buceo. No tenía ninguna idea que venía ahora pero lo que fuera seria recibido con calma. Lo que fuera que me estuviera haciendo esto no le iba a dar un espectáculo para que se divirtiera. Quizás en este barco habían muerto gentes al hundirse y me estaban observando, quizás en su momento ya los vería yo a ellos y seria parte de ellos, no me molestaba vivir en un barco hundido, mucho menos en el fondo del mar. Esto tenia partes buenas, solo pensé en mi madre y se que las lagrimas eran menos saladas que el agua que me rodeaba pero fue por corto tiempo. Me jodía no ser adivino. Si hubiera sido adivino hubiera hecho un montón de cosas antes de meterme en este lío, o no me hubiera metido. Bueno el destino es incontrolable. Quizás aun sabiéndolo las circunstancias me hubieran llevado hasta ahí hasta ese barco muerto de donde sacábamos buenas planchas de madera para que alguien decorara su casa con hermosas maderas incorrompibles.
Nelda me gustaba mucho. Sus ojos verdes detrás de su piel morena quemada por el sol eran lo más hermoso que había visto. Para colmo era simpática y cariñosa, pero no se porque rayos cuando estaba junto a ella yo no decía ni media palabra. Quedaba como un atontado tímido y así era. Después me quedaba con ganas de golpearme a mi mismo. Como ahora. Si dios me dejara salir de aquí se lo diría. Que me gusta mucho. Que quisiera que fuera mi novia. Me había pasado e l tiempo posponiéndolo y mira donde estaba ahora. También debí haber ido menos a la escuela de lo que fui, a ver ¿de que me valen los estudios? ¿Harán pruebas en el cielo? ¿Habrá otra vida? Soy afortunado, voy a saberlo. Me estoy sintiendo bien, me estoy relajando, no tengo fuerzas.
Me escapé del servicio militar, de ir a la guerra de Angola. Me salvé de tantas cosas. Al final la vida no era tan buena. Aunque no me quejaba de ella no niego que me la pasaba sufriendo aun haciendo lo que más quería. La vida es trágica por naturaleza porque es la manera de hacer que te defiendas. Una vida sin problemas, trabas y pruebas desaparecería tu instinto de conservación. La gente rica por ejemplo, los que tienen de todo sin esfuerzo siempre están con depresiones y tonterías de esas. Yo tenía mis tristezas pero disfrutaba de ellas. Mis tristezas son lindas y las quiero a pesar de estar siempre riéndome. Dejé caer el teléfono, la cámara lenta de las cosas que suceden bajo el agua estaba exagerada. Todo sucedía más lento que lo normal como si se estiraran los últimos minutos. Nelda me gusta pero quizás nunca me haga caso. Lo que si no puedo dejar de decírselo ¿Donde estará? Miré el reloj, las diez menos cuarto. Estará en el tercer turno de clases como toda persona normal. Claro que no podía fijarse en mi porque yo era un anormal, un mataperros como bien decía mi madre o un antisocial como decía mi padre. Nunca entendí la palabra antisocial, yo tenia buenos socios así que no se a que venia eso.
La luz se fue yendo poco a poco y todo el entorno se alejaba de mí sin piedad. Huía como si todo lo que yo tocase fuera maldito El pequeño foco de la linterna encendida fue lo último que vi. Me agarré de ese punto lo más que pude. Recordé cuando me fueron a operar de pequeño que yo trataba a pesar de la anestesia, de mantener los ojos abiertos para que el medico no fuera a pensar que ya me había dormido y me metiera cuchilla antes de que hiciera bien su efecto. A pesar de luchar y luchar los ojos habían dejado de ver poco a poco como ahora. Ya se había asentado de nuevo el sedimento. A duras penas logré ver pequeños peces que pululaban cerca de mi cara como preguntándome que rayos hacia yo ahí sentado como si se tratase de un lugar turístico. Empezaron a aparecer algunas confusas luces con movimientos aleatorios, había un silencio total. – ya está, es el túnel- pensé e intente sonreír un poco pero no me obedecía nada, traté de mover un dedo pero nada, como si no tuviera cuerpo. Casi podía decir que había salido de mi y que si miraba atrás me vería a mi mismo tirado como una marioneta sin hilos en el piso de una habitación de un barco hundido. Al menos es una muerte interesante. Negro todo.
FIN.
martes, 31 de octubre de 2006
El Paraiso de madera
- sol amarillo, barco hecho palillos
Decía mi papa como repitiéndome, para si un día navegaba solo que no me alejara cuando el sol estaba de ese color, eso presagiaba norte en invierno y tormenta en el verano.
- Sol naranja, te mueres de la calma
- Eso no pega papá, ni con cola ni con colina ni con la saya de tu madrina.
- Pero es verdad.
Ya entrada la mañana, llegábamos a cojimar. La tierra se abría como si nos avisara que ya debíamos entrar en ella. Desde lejos se divisaba el castillo colonial que hacía de custodio del puerto. Y yo siempre buscaba con la vista ese pedazo de arena blanca con la desesperación de llegar a el y lanzarme antes de que el barco se hubiese parado. Entre grandes manchas de sardinas y barcos de todos tipos y colores dando vueltas como un carnaval, llegaba el paraíso a la orilla y yo, aunque no hubiera necesidad saltaba como un lince sobre el muelle y amarraba en dos segundos con un ballestrinque hábil que dejaba apresado para todo el día al barco rojo de mi padre que me regañaba como por malagradecido que lo amarrase después de llevarme fielmente tantas millas por el mar sobre su lomo de maderas viejas y astilladas.
El día transcurría entre gente de un lado para otro, música, cerveza y fiestas. Se desbordaba la alegría en el pueblito. Era curioso ir a ver al “ultimo de los mohicanos” que era un indio lleno de tatuajes, vestido como tal y que se hacia llamar así. Este sujeto tocaba un tambor y rompía cocos con la cabeza. Cuando lo veía no dejaba de darme a mi dolor de cabeza del sonido seco que hacia a estrellarse con tanta fuerza el duro fruto en su frente. La otra parte deliciosa era ir a pescar mojarritas al muelle y que mi papa me las friera, nunca me gustó el pescado pero comerte el fruto de tu pesca era como algo delicioso. El fin de semana pasaba como si de minutos se tratase, como todo lo bueno, después llegaba la hora de irse.
Después me enteré que el problema era que el guardafronteras no nos daba el permiso porque la tripulación éramos padre y dos hijos, ocasión perfecta según el, para irse del país. Después de navegar juntos casi desde aprender a caminar, que mi padre fuera la persona mas integrada del mundo, más obrera, mas marxista nada de eso importó para dejarle entrever lo que en ese momento era una gran ofensa. A mis doce años empecé a formar un escándalo. A mi padre no se le ofendía así, mi padre me miraba y empezó a reírse un poco hasta que me tranquilizó con dos frases la primera: con estos bueyes hay que arar y la segunda: cállate que no vamos a tener que ir en guagua.
Ya tranquilos perdí la oportunidad de ir pescando porque el guardia nos dio un tiempo prudencial muy corto para que llegásemos al río almendares y además nos dijo que no nos alejáramos mas de dos millas de la costa que nos irían vigilando.
Arrancamos de últimos, además de ser el barco mas lento la corriente estaba “parriba” lo que significa que iba hacia el este. Al menos teníamos el viento a favor. Mi padre se maravillaba cuando yo de un salto subía como un mono por los mástiles a destrabar algún obenque o cualquier otra cosa que desde abajo hubiera sido difícil. Se sentía orgulloso de mí y de mi hermano, éramos buenos marinos.
El mar empezó a ponerse bravo, para mi era lo mejor que podía pasar porque empezaba a remenearse el barco de una manera divertida. La ciudad se veía a veces si y a veces no. Las paredes de agua que te asaltaban solo hacían mas profundo el vaivén y daba la impresión de que el mar se había abierto para tragarte, pero segundos después ya estabas otra vez en la cima de la ola viéndolo todo desde un punto de vista perfecto como si dos manos mágicas te dieran la oportunidad de ver por ultima vez el mundo antes de tragarte para siempre.
De pronto oímos un estruendo. Con tanta marejada uno de los cables de las baterías de más de 100 libras se había enredado en el eje de la propela y se había caído haciéndole un hueco a una tabla con la punta de tan pesada carga. Empezó a entrar agua a montón y el barco se atravesó a la corriente.
Nos quedamos sin luz. Por suerte el motor a ser diesel no se apagó. Seguía machacando aunque con cara de susto. Algo grave había pasado en sus entrañas, el sol estaba cayendo, por proa otra vez ya que veníamos en sentido contrario y mi padre sin reloj decía que se nos pasaba el tiempo de llegar, esa era su máxima preocupación. Rápido me metí en el angosto cuarto de maquinas. Y puse en el hueco una colcha y la trabe con un palo mientras mi papá trataba de coger el rumbo otra vez, sin poner proa a la marejada que se hacia cada vez mas fuerte. La revoltura del agua con petróleo del fondo del barco empezó a provocarme arqueadas, aun así me dispuse a sacar cubos de agua como una maquina a todo lo que me permitían mis pequeños brazos y mi padre intentaba hacer un apaño con los cables de la batería caída a ver si al menos encendíamos la radio y avisábamos que nos estábamos hundiendo.
Un chispazo terrible salio del lugar donde estaba la batería siniestrada, el agua salada en los cables provocaba tal reacción. Mi padre me gritó que saliera de ahí, ya cansado, que iba a encallar el barco contra la orilla a como diera lugar y puso proa al malecón. Estábamos más o menos a la altura de la calle Gervasio de la Habana Vieja. La sensación era horrible. Impulsado por las olas el barco cogía una velocidad de miedo contra la ciudad que se te venía encima como desesperada por tragarte. Poco faltó para que en un segundo dijera yo que no me montaría en un barco nunca más. El mar no dejaba ver el muro del malecón de tantas explosiones de olas que querían romperlo todo. El agua parecía fuego por los reflejos de un sol que nos abandonaba sin más. En la tierra la gente se veía a lo lejos tan tranquila. Los carros tan lentos. Todo como si no pasara nada y nosotros estábamos a punto de estamparnos contra el muro del malecón en un amasijo de hierros y maderas. Hubiera querido verme desde afuera, eso iba a ser un espectáculo. De pronto mi padre encendió con calma una pipa y se sentó en el timón como si nada pasara, pero se veía en sus ojos que algo terrible iba a pasar. Me echaba miradas furtivas no diría yo de despedida pero si de “en la que nos hemos metido” y se le veía una leve sonrisa como de quien deja caer a alguien por un barranco con ganas. Quizás estaba un poco cansado y ya le daba lo mismo todo. De pronto y sin avisar el barco se viró a un lado con unos grados que no permitían caminar sin agarrarse y vimos que era una de las tres neveras cargada de frutas y comida que en el oleaje se había corrido a estribor donde estaban las otras dos. Mi padre soltó el timón para irlas a equilibrar pero el barco ponía proa a las olas si se dejaba solo y eso podría ser fatal. Me mandé a correr por toda la cubierta y mi padre gritaba ¡tira todas las neveras pal agua y que se jodan! Cosa que hice no sin sentir un peso extraño en mi pie derecho que al mirar descubrí con rabia que me había enterrado un garfio en mi carrera, cosa curiosa, sin sentir dolor alguno. Me quite el garfio del pie y por segundos vi un agujero pequeño del que manaba sangre pero lo deje para después. A duras penas logre tirar dos de las neveras de proa al agua. Flotarán frutas y comida por el mar por unos días pensaba yo. Cuando volví a popa el timón estaba solo, mi padre no estaba por ningún lado y el corazón me dio un salto que casi me rompe el pecho -¡¡papá!!- Empecé a gritar desesperadamente –papáa!!!! En lo que oteaba el horizonte a ver si le veía flotando cuando la ola me tenía en su cresta, empecé a virar para atrás el barco, este se montó en una pendiente muy pronunciada y cogió una velocidad que las velas de pronto se quedaron vacías o infladas para el lado contrario del empuje. Ya casi estaba terminando la media vuelta cuando una voz salió de la cocina.
– ¡que haces?
- ¡coño! Pensé que te habías caído y estaba virando el barco ¡que susto me has dado!
- Estaba comiendo…
- Pero como vas estar comiendo si nos vamos a hundir (parecía yo el padre ahora)
- Si nos vamos a hundir……..nos hundimos con la barriga llena.
No hablé mas nada. Me di por vencido. Dejé de sacar agua, dejé de equilibrar las cargas, deje de lanzar cosas al mar. Ya lo había dicho el capitán. Nos íbamos a hundir. El capitán estaba con un pedazo de cerdo frito de una de las cajitas que llevábamos para la casa. Yo cogí un mamey de los que rodaban por el piso y me lo empecé a comer con una cuchara. El agua pasaba a tremenda velocidad a menos de 10 centímetros de la borda. Y el motor ya tocaba agua y hacía un arco perfecto del cristalino líquido cuando el volante se sumergía en ella.
De pronto, no se porque. Vi que mi padre intentaba ponerse un chaleco salvavidas pero no le entraba en su cuerpo de 200 libras, era pequeño. Nunca lo habíamos mirado y cuando nos fijamos decía solo para uso de niños. Empezamos a reírnos. Nos reímos tanto que casi se me sale el mamey que me estaba comiendo. Mi padre se tiró al piso a reírse, tanto que se ahogaba pero con la misma se metía otra masa de cerdo. Yo estaba en el timón y me caí al piso también. No se de que era esa risa, es la misma risa que me persigue cuando me pasa algo muy malo. Miré a la orilla, se veía en el horizonte la embajada americana y algunas luces adelantadas que querían retar a atardecer. El mar, fresco y tibio empezaba ya a deslizarse por la cubierta. Mis pies parecía lanchas entre tanta velocidad a la que pasaba el agua y mi papá mirando a la tierra. Ni siquiera me sugirió que me pusiera chaleco, el sabía que para un buen nadador eso era un estorbo. Estaba nerviosamente tranquilo como si todo estuviera preparado. La proa ya no se defendía, el Paraíso también estaba rendido además del peso del agua que llevaba adentro que no le dejaba saltar alegremente como horas antes había hecho. El mar ya lo tenía de su parte y pronto quizás descansaría. Será un buen criadero de langostas pensé. Imaginé como seria bucear en mi barco hundido. Mi propio barco hundido. A quien le cuento yo debajo del agua que en este barco aprendí a caminar, a soñar, a amar el mar. Como cuento yo que ahora esta lleno de peces, pero una vez estuvo lleno de sueños. El motor apenas se sentía pero aun medio sumergido al tener la admisión de aire alta no dejaba de funcionar como un héroes con solo los agujeros de la nariz fuera del charco que inundaba el cuarto de maquinas. Maderas flotando dentro, trapos, cosas. Aun metido en el agua seguía funcionando el YANMAR japonés de tres cilindros. Con esa furia de kamikaze de no dejarnos hasta el momento final. Con su orgullo japonés hasta lo mas alto, acompañado de su ejercito de maderas viejas y roídas que habían hecho miles de millas.
- ¡Los cojones del caballo de Calixto García!
Eso quería decir que estábamos por la calle G. de pronto mi padre exclamó entre mas risas.
-¡coño! ¡Tenemos visita! En el agua cerca del barco se veía una especie de submarino gris a la misma pobre velocidad del barco, con unos ojos negros malditos que se dirigían a nosotros. El fondo se veía cristalino y cerca, estábamos muy cerca de la costa, quizás unos cinco metros de profundidad.
- un pez dama.
- no, míralo bien.
- un damero coño
- no….un hijo de puta tiburón que sabe que vamos a nadar dentro de poco.
Salté como un resorte del asiento de capitán donde estaba sentado, me fui a la proa y preparé un arpón que consistía en una barra de acero níquel de mas de 50 libras de peso con una punta afiladísima y el otro extremo amarrado a un cable y me puse en plan moby dick con la intención de que si nos iba a comer que al menos tuviera un agujero que no se olvidara de nosotros.
- es una madre, no le hagas eso.
Mi padre la miraba con lástima, como si no supiera que era una terrible maquina de matar, como si hablara del carnero del vecino.
- Pero ¿¿¿???
- Esta vez no va a ser, lo siento niña.
Se metió de un salto en el cuarto de maquinas y empezó a trastear algo en el motor, este se aceleró a mas no poder. Empezó a vibrar tanto el barco que se caían las cosas de la cocina y el agua hacia unas ondas muy seguidas que la hacían perder su transparencia.
- le quité el tope pal carajo.
El tope se refería a un tope de aceleración. Según el fabricante el motor no podía acelerarse más que lo que estaba, pero al quitarle ese tope daba un poco mas de si, lo único que cabía el riesgo de que se reventase como una bomba. El curioso tiburón seguía escoltándonos como si de un buen amigo resacoso se tratara. El Paraíso a duras penas aceleró un poco su marcha y yo no soltaba el arpón. Me esperaba de un momento a otro que el barco diera una media vuelta y todo se fuera al carajo, por suerte no pensé ni un momento que podía pasar, pensaba en el ahora.
Calle doce, Echevarria, ya entrábamos al río. El tiburón se fue decepcionado o se dejó de ver por la falta de luz. Más de cinco barcos se nos pegaron gritándonos que habían salido en nuestra busca. Mi hermano en uno de ellos como aburrido de tamaña aventura que se había perdido.
1830, Garita de guardafronteras. El Paraíso chocó con fuerza como culpándolos de toda la mala suerte del viaje y ahí mismo el motor hizo un ruido horrible, como un quejido de despedida. Soltó aceite hirviendo por todos los lados posibles y pedazos de hierro salieron pobremente de la piscina donde estaba sumergido. Se calló para siempre. De no haber estado hirviendo le hubiera dado un beso, no obstante mi padre y yo mirándonos le pasamos la mano como a un buen perro que te cuida, te salva y te trae a casa. El casco del paraíso por suerte había encallado y ya no iba a hundirse más. Alejándome del barco con mi mama secándome con una toalla veía a los curiosos como entraban al barco y trataban de rescatar cosas. La radio, los salvavidas, las herramientas. Todo transcurría en blanco y negro, a cámara lenta. El Paraíso muerto de tristeza nos dedicaba una última sonrisa. A mi papá le preguntaban de todo pero el no contaba nada, nunca contaba nada. Solo se reía y aceptó una buena perga de cerveza que le trajeron tomándosela como si de agua se tratase. Mas tarde llegó a casa. Aun sin decir nada, solo mirándome y riéndose y yo con el y mi hermano ajeno a todo preguntándome por al herida del pie que se me había olvidado y iba manchando de sangre todo cuanto pisaba.
A los pocos meses empezamos a navegar de nuevo en el paraíso, esta ves en sus entrañas. Un perkins de cuatro cilindros…alemán.
PD: hace dos años cuando fui a cuba, justo iban a hundir el Paraíso.
Mi padre ya no estaba y vi con impotencia como se lo llevaban a remolque ya saqueado, sin motor, sin cables, sin baterías, sin nada, ni siquiera los cristales de la cocina donde se escondió mi padre a comer en medio de la tragedia. Iba sumiso, triste, cansado y rendido. Me alegré por el. Si las cosas tienen alma, este barco tenía un alma de titán, de héroe y ahora, con todo el honor del mundo se iba como todos. A vivir en paz.