domingo, 14 de octubre de 2007

Josef y las señales (Capitulo 5)

Nunca había pasado tanto tiempo sentado en el contén de la acera de frente a su casa. Ver la gente pasar era un privilegio. Reparó en que llevaba años sin hablar con nadie, solo luchando, consiguiendo, pescando….quizás muriendo. Retumbaron las palabras de su madre al oído diciéndole que estaba hecho un mar de huesos, que debía comer un poco, parar. No conocía a las demás personas de su barrio que también se sentaban en el contén. Meticulosamente iban saludando a cada uno de los pasantes y con cada uno tenían una conversación distinta. Josef aguzó el oído, creía que si iba a estar sentado ahí los próximos días al menos debería saludar a alguien, socializar un poco pero le era difícil. Era como si el resto del mundo transmitiera en una frecuencia distinta a la de sus pensamientos. Se preguntó si aquellas personas llevaban años ahí o si se habían sentado hoy como él para pasar un día de paz, de observación, de meditación y de descanso. Se le acercó un muchacho de los que vivía al lado de su casa. Se sentó justo a su lado mirándolo con una sonrisa amistosa, Josef tuvo que hacer un esfuerzo por devolver la sonrisa pero no logró destrabar las mandíbulas para articular palabra alguna.

- ¿Que volá Josef? ¿No fuiste a pescar hoy?

Mas tarde supo que la gente sabía que el pescaba porque muchas de las personas de su barrio compraban pescado de los revendedores que el suministraba y era una especie de etiqueta de calidad de pescado fresco –este se lo cogí a Josef esta mañana- decían para asegurar la venta. La gente lo compraba sin más, sabían que Josef se pasaba 10 horas del día en el agua incluso había quien dudaba que pudiera caminar o hablar, era un hombre pez. Su pelo, aun siendo largo no se movía de lo quemado que estaba y la piel le hacia pliegues en las articulaciones a pesar de tener 18 años. Josef estaba ahí porque estaba cansado. Tomarse un día libre estaba siendo interesante, estaba viendo gente, estaba seco y no miraba alrededor constantemente para ver si no venía un tiburón de esos que hasta ahora había tenido suerte de no encontrar o al menos no ver estando el en el agua.

- Anoche soñé con el mar asere………

Josef lo miró pero a la dura piel de su cara le estaba costando sonreír, no obstante se quedó esperando, precisamente estaba deseando hablar con alguien o al menos que le hablaran.

- Soñé asere…que yo miraba pal mar desde aquí mismo desde esta calle…..y de pronto a lo lejos se levantó una ola grandísima, como un muro ¡que coño un muro! Como una pared hasta el cielo y se oía tremendo estruendo asere, tremendo estruendo pero nadie hacía caso. Yo le empecé a gritar a la gente pa que huyeran y la gente se reía de mi asere…entonces yo empecé a dudar si yo estaba loco pal carajo y la gente tenia la razón, pero miraba patrás y aquel muro ya venía y venía con mas furia con..Con…descojonándolo todo vaya y yo intenté correr pero no pude, era como si hubiese estado metido en leche condensada, la densidad ya tu sabe…..caaamaraaa leeeentaaa y aquella ola reventó aquí en el barrio. Lo arranco tó de cuajo, los árboles los carros, la gente…. ¡se llevó hasta las poncheras y los poncheros querían flotar en los tanques esos que usan ellos para probar las cámaras pero todo se iba rodando y yo me aguanté de un poste. Por poco las manos no me dan más pero me aguantaron hasta el momento justo asere….hasta que se fue el agua. Me caguen diez el barrio quedó hecho mierda asere……..bueno, mas hecho mierda de lo que está, to descojonao y la gente tirá por piso llorando y saliendo de los escombros. Candelones con tostones asere que pesadilla.

Josef disfrutó de la interpretación con mucho gusto, la gesticulación las onomatopeyas y la expresión corporal típica le habían hecho ver cada imágen al detalle. El muchacho se sentó de nuevo a su lado, mirando a la nada. Josef suspiró porque aun no había salido de la pesadilla de su vecino, el agua lo arrastraba calle arriba sin compasión y a pesar de estar mojado como siempre se sentía las quemaduras de la piel cuando rozaban a toda velocidad con el asfalto. Por su lado pasaban todo tipo de escombros y de pronto vio una muñeca sin brazos entre el agua turbia que ya le entraba por la nariz y la boca con tanta presión como intentar soplar por la manguera del compresor de inflar ruedas de la ponchera. La muñeca tenía partes en la cabeza sin pelos, no tenia ropas pero en un pie tenia un delicado zapato blanco, los ojos los tenía semi cerrados y a la vista de Josef abrió uno e hizo un guiño humano. Josef se aterrorizó, dio un empujón bajo la vista del vecino que dudaba si josef lo había escuchado o estaba en otro mundo. Cogió una bocanada de aire que casi revienta sus pulmones y observó de nuevo al vecino que ya estaba listo para proseguir.

- Lo mas jodío asere…..vino después. Las cosas no valían ná. Nada existía y nada importaba. ¡¡Y tu sabe lo mas raro que me pasaba??

Josef no se inmutó en preguntar que, a decir verdad en ese día aun no había hablado con nadie, solo había visto la gente y había escuchado los sonidos de los seres humanos.

- Lo mas raro asere, era que la gente se peleaba, pero no por comida, ni por las cosas, la gente se peleaba por los periódicos asere….le ronca…..la gente ya no tenía casa ni familia ni que comer pero se peleaban por los periódicos, la moneda empezó a ser los pedacitos de periódico que a duras penas habían encontrado y secado a sol, el que tenía muchos pedacitos era rico, y si alguien armaba una página entera o una noticia ya era lo mejor que tenías en el mundo, yo me dediqué a buscar periódicos asere, la gente levantaba los escombros y los muertos no importaban, la gente solo quería periódicos asere, la gente quería leer asere….esto le ronca.

Terminando su relato se fue sin despedirse como un resorte. Siguió conversando con los demás “sentados” ¿Quién vende gasolina por ahí? Preguntaba. Josef aún tenía el maldito guiño de la muñeca nublándole la vista. No sabía si quejarse o agradecerlo. Quizás era una señal, o un mensaje. Siguió con la vista al vecino hasta que dobló la esquina. Iba hablando con todos por el camino pero por lo alto que hablaba, Josef pudo constatar que a nadie más le contaba el sueño. Iba como es común hablando de pelota, de películas, de vender o comprar cosas, de cadenas de oro pero a nadie le mencionó su sueño. Josef se quedó con este detalle. Había sido como si alguien le enviase esa grabación en el cuerpo de ese muchacho. Tomó la palabra de lo que fuera y se fue al malecón. El mar estaba como avergonzado de tamaño mensaje, había sol, estaba azul, hermoso. Los ruidos de las olas contra el extenso muro no susurraban nada, como si le hubieran retirado la licencia a Josef de entender el mar.
- ........adiós mar…………
Dijo en un susurro solemne. Se fué a su casa a ocultarse de mas señales como esa. - En tierra tampoco se está seguro- Dejó pasar ese día. Antes de proseguir con sus pensamientos intentó tener la mente en blanco pero en un lugar con tiempo de sobra eso es imposible, ni sabía desde cuando no podía tener la mente en blanco, incluso ensartando peces con su escopeta, no dejaba de pensar, de sacar cuentas, de soñar, de esperar. Que soñaba que esperaba, tampoco se sabía, ni el mismo lo sabía.

Al otro día entró el mar por las calles para adentro y arrasó con todas las viviendas cerca de la costa en el malecón y el municipio playa. Han pasado muchos años de eso y como todo en la isola. Aun se ven los destrozos.

Basado en hechos literalmente reales

2 comentarios:

  1. Luis Antonio Pérez Cerra17 de octubre de 2007, 3:57

    Yoyi: He leído con interés y fascinación la historia del pescador Josef o Josep. Te felecitio. Tienes una facilidad para narrar espontánea, tierna, divertida y, sobre todo, muy natural. Sigue así, pero sin dejar de ser tú mismo. Igualmente voy escuchando tus audios y visionado los videos. No tienen desperdicio alguno. Enhorabuena otra vez y gracias por los agradables ratos que nos haces pasar.
    Un abrazo extensible también para Annia
    Luis Antonio

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  2. Este Josef con su nombre raro y ese carácter... cada vez me gusta más, lo quiero más...

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