Hay cosas en La Habana que pasan desapercibidas. Una de ellas, es este faro que lo que le llamamos “La Puntilla” donde se termina el histórico río Almendares llamado por los indígenas “Casiguaguas” Casi ningún Habanero sabe de el. Aunque es un punto visible de cualquier manera que se mire el mapa de La Habana, no puedes decirle a alguien de quedar en el Faro de La Puntilla, hay sitios insuperables donde quedar. El Coppelia por ejemplo, el Yara, 23 y 12, Línea y Paseo. No obstante por desconocido a pesar de estar siempre delante de nuestra vista es un sitio genial, romántico, poético que revuelve las sensaciones, máxime si se va de madrugada. Yo siempre acudo ahí. Es verdad que estoy ligado a el de manera especial, mas que cualquier transeúnte habanero porque ese faro era mi guía de llegar a casa después de días de navegación o agotadora jornada de pesca. Ver ese faro era saber que ya podía venir el mayor ciclón del mundo que con unas brazadas o unos remazos estaba tomándome un jarro de aluminio de café con leche y pan dentro de mi casa. En mas de una ocasión mis ojos no se apartaron de el por horas mientras entre olas terribles no dejaba de aletear sabiendo que a partir de ahí era CASA y que no importaba si no había mirado la meteorología y me había sorprendido una penetración del mar en medio de una pesca o de una jornada de WindSurf. A partir de ahí ya era casa, el río, sucio y olvidado abría su cauce cariñoso para recibir a sus hijos y protegerlos de cualquier furia vengativa marítima. Cada vez que vuelvo voy por ahí, preferiblemente de madrugada. Por más que se esfuercen todas las discotecas o chinchales de los alrededores no matan el ruido del mar en este sitio con su reggetón. Ver amanecer desde ahí es ver pasar a mi abuelo ya ausente en su viejo barco de tablas abandonadas, es volver a ser el niño de las trastadas dado por incorregible, es sentir los nervios del sitio de cita de los primeros amores alejados de la civilización citadina. Siempre amanezco ahí cuando la diferencia de horario y las tristezas de mi tierra no me dejan dormir en paz. Es una pena que a esas horas de la madrugada llegue la policía con malísima forma a preguntarme que estoy haciendo ahí. ¿Yo? filmando como amanece, ¿y ustedes que?