sábado, 6 de julio de 2013

El Niágara en bicleta

¿Conoces la ley de Murphy? La carretera no podía estar mejor. Soleada, tranquila. Un viaje con excelentes amigos. Como sabemos un viaje sin retorno, como suelen ser los viajes de los emigrantes. Rumbo a la línea que pusieron los hombres en lo que creó la naturaleza. Esta vez en un gran fenómeno geográfico. El Niágara. Todas las sensaciones que cuente van a ser pocas y pobres. Hay veces, muchas veces que el lenguaje se queda tan atrasado e inútil como la inteligencia humana. Las sensaciones de cambiar la tierra bajo los pies, de volver a emigrar, de comenzar de nuevo. La frase (Ya estoy demasiado viejo para esto) dando golpes en la cabeza todo el tiempo, pero puta ley de Murphy. En este camino he conocido gente tan buena. Las preocupaciones se han disuelto en risas, recuerdos y sobre todo en un amor repentino e inesperado. En este viaje me ha pasado de todo, como siempre, viajo solo. Es uno de mis sueños mas preciados algún día en mi vida hacer un viaje con alguien querido pero los aviones solo me conocen a mi. Ya será algún día, como todo. Hasta que llegué al Niágara. ¿Recuerdas ese invento de las abuelas para sacar las muelas? Eso de amarrártela en algún sitio con un hilito. Sabías que si te movías te arrancabas la muela. En Montreal me amarraron ese hilito. Allí encontré a Is, con quien no paro de reírme, ser quien soy, hablar de todo y querernos más aun. No pensé volver a pensar cosas como quiero esta persona para mí, y para siempre. Cosas así que uno piensa que ya no suceden y son cuentos de películas sensibleras de domingos. Y ahí estaba, yendo al Niágara, pero queriendo volver. Todo lo que me hizo irme de Madrid, El frío, la falta de trabajo, el aislamiento, era peor en Canadá, sumado al idioma francés ese que para decir 80 sacan una cuenta. Dicen cuatro veces 20 para decir 80. Le ronca. No hay derecho, pero no me importa. César dijo; Te veo paleando nieve a menos 40 grados y no se equivocaba. Lo hubiera hecho. Y ahí mi viaje al Niágara. Arranqué de nuevo pero sin ímpetu de emigrante, esa adrenalina que te hace correr como un potro salvaje o caminar con mochilas sin sentir su peso. Esperando que de un momento a otro se tensara ese hilito y me arrancara con alevosía esa muela de la felicidad temporal e infinita que encontré en Montreal. Todo el viaje queriendo volver, todo el viaje esperando ese dolor. El dolor si lo esperas, es menos. Pero no, recibí esa llamada de Is, ella decía que venía también al sur, también iba a cruzar frontera y el hilito se destensó. No se cuando nos volveremos a ver. Lo que juega con nosotros lo hace bien, se divierte y le da emoción. Tantos años perdidos, debí encontrarte antes. Heme aquí rumbo al Niágara queriendo volver. Triste porque extraño mi nueva familia, a las tres, Is y sus dos niñas y Murphy, quien me había dejado muchos años tirados en España sin ánimos de nada, ahora que me voy, me lo consigue todo, y ni siquiera en el principio o en el final del viaje. En el principio para quedarme o en el final para ser completamente feliz. En la mitad del viaje Murphy, eres tan hijodeputa como Ruffinni el de las matemáticas. Bien por ti Murphy, bien por tí. Pero yo voy a mí que me salgo con la mía ¿Quieres apostar?


1 comentario:

  1. Nada de volver, mi amor. Como escribían los hippies en Mayo del 68 en los muros de la Sorbonne: "La vie est ailleurs". Feliz de semejante "trouvaille", con mucho la más hermosa y sorprendente que la vida nos ha deparado.

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