sábado, 25 de abril de 2015

Josef pescador (Speed Cap 205)

Había amanecido muy raro, un calor sofocante con lluvias intermitentes que no dejaban predecir el tiempo, a cada rato salía un sol extremadamente naranja que coloreaba hasta los mas recónditos recovecos de las esquinas sin interesarle la física. Las cosas en ese país cada día eran mas densas, mas en cámara lenta. Allá enfrente, a mas de 90 millas según decían, había otra vida pero Josef nunca había mirado mas allá de sus pocas millas de dominio marítimo. Muchos conocidos se habían ido y nunca mas se había sabido de ellos. - Supongo que habrá comida, y techo- Pensaba de vez en cuando sin darle más tiempo de meditación. -No debe existir una costa mas bella que esta que habito, da igual cuan distinta sea, no necesito nada de ningún país mientras hayan peces y mar.. pensaba en lo que veía a los vecinos serruchando las tablas de los bancos del parque para hacer artefactos flotantes que los llevarían al "mas allá" Era 1993.

 De vez en cuando, las carreras de carros daban bastante dinero como para sobrevivir por meses. Cada día se hacían mas difíciles y violentas. La gente ya no iba por ganar apuestas, la gente iba por apostarlo todo para tener dinero para "La salida" se apostaban casas, joyas, cualquier tipo de bienes y esto traía consigo disparos y machetazos como regla diaria de comportamiento. Josef se había comprado su propio carro para correr en las carreras. Un Studebacker Champion del 1955, motor de carrera corta V8 con caja y diferencial de ALFA ROMEO, ya que su propia transmisión la había despedazado en la primera carrera que hizo. Se jugaba cada día la vida porque el Studebacker era un endiablado furioso y descontrolado cuando de correr se trataba. Apenas ganaba unos 3 000 pesos cubanos y 200 dólares en cada carrera, pero mas bien lo hacía por divertirse, y por ver a Clementine, pero esta no apareció en años. 

Muchas veces la policía se metía a la fuerza, intentando decomisar carros, dineros y bienes pero tenían que pensárselo bien, ahí no era cuestión de apalear a unos disidentes pacíficos que se dejaban golpear contra el piso gritando consignas, en estos grupos probablemente había mas armas y municiones de las que la policía trajera, de paso, se vendían, desde makarovs hasta kalevnikovs y a ningún facineroso de los que corrían carros en las autopistas le interesaba donar pacíficamente al estado cubano sus ganancias. De vez en cuando se veía una patrulla pero era de corruptos vendiendo gasolina o cobrando sus propias apuestas. No obstante a Josef no le gustaban, se retiraba cuando los veía y ya. La droga también hacía olas, la vendían todo tipo de personas y todo tipo de drogas. Josef consideraba que su cerebro no funcionó nunca bien y que algo de esto lo empeoraría, por eso no probaba mas nada que unos sorbos de ron meloso y caliente sin marca que cualquiera ofreciera gratis.  

A veces Josef maldecía el sol. Quería acabar pronto la carrera de ese día y esto comenzaba cuando el sol de una buena vez caía en el horizonte dejando unos rastros rojizos y sanguinolentos como si predijera. Las carreras estaban todas arregladas, a Josef le decían previamente que lugar tomaría en la meta. Los guajiros incautos que venían desde muy lejos siempre perdían su dinero. También por esto volaban los machetazos.
 A lo lejos se sentía siempre olor a carne quemada porque en unas grandes fogatas se cocinaban pedazos de vacas que traía en el sidecar de una URAL un jefe de sector de Arrollo Naranjo, le decían Papucho el carnicero, el proveía de proteínas todo el sórdido evento deportivo y según él, era carne fresca recién extraviada del matadero. Leonel, un muchacho con parálisis cerebral al nacer, a duras penas vendía panes con algo y refrescos. Era increíble como sin apenas tener control sobre su cuerpo, a veces los corredores para entretenerse, lo ponían a manejar un carro amarrándole una mano al timón y la otra mano a la palanca de cambios y era uno de los mejores corredores. Era como un genio atrapado en un cuerpo defectuoso e inválido. Félix el payaso vendía cocaína, o al menos eso decía. Varias veces le dieron severas palizas por efectos adversos de lo que vendía alejados de lo que se deseaba, como diarrea o impotencia. Andaba siempre con una pistola en el cinto, o en su moto ETZ pero que se sepa nunca le había disparado a nadie. Rigoberto "Garabato" vendía o alquilaba armas. tenía buenas conexiones con las unidades militares de Habana del Este, lo que uno quisiera y piezas de vehículos militares también, estas venían de perilla para los viejos carros americanos ya que toda la mecánica militar rusa era copia exacta de los motores comunes de la General Motor, la FORD, Chrysler, American Motors y Packard. 
 Josef casi no hablaba con nadie. Iba, corría, recogía su dinero y se largaba. La gente le temía porque al no ser fiestero, alcohólico, drogadicto y dado a los servicios de prostitución que también abundaban en aquellas carreteras olvidadas de dios, los demás pensaban que era una especie de psicópata con vidas criminales paralelas o algo así. Nadie sabía que Josef solo estaba haciendo un duro esfuerzo por adaptarse y sobrevivir en la vida terrestre, soñando con sirenas y anhelando encontrarse de nuevo una parte de su corazón que hacía tanto tiempo que no veía y que ya confundía con imaginaciones o recuerdos implantados. 

- ¡Maldita Habana del Mar!-  

Era su forma de persignarse antes de cada carrera. Se sentó dentro del Studebacker roído y esquizofrénico, giró la llave y rugió como una bestia a la que le abren la jaula. Un negro gordo que apenas podía caminar dió varias palmadas en la blanca puerta del carro. - ¡Ya sabes pesca! Hoy te toca quedar en tercero.

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