viernes, 23 de febrero de 2007

Un Granito de arena (Apnea III)

Simplemente no puedo escribir nada presente. Pega. ¿Qué voy a contar? ¿Que me despierto entre ruidos de obras quinquenarias y que me desayuno lo primero que cojo apurado para irme al trabajo? Sin embargo aunque deseo vivir así, me la paso recordando mi escabrosa vida anterior. Muchos años sin saber que iba a ser de mí mañana. Aunque no lo puedo contar todo aun. Son historias entretenidas para hacerles a mis nietos en algún momento de la vida. No envidio a Tom Sawyer ni a Huckleberry Finn. Yo soy así como ellos, O peor.
No tengo la lista completa de todas las cosas que hice en Cuba para sobrevivir. No fui a la escuela. La dejé en 9º grado después de repetirlo tres veces. Esa es mi primera carrera. Licenciatura en 9º grado. Hay alguien que odio, me cuesta decirlo y lo ando buscando con sobradas ansias de venganza. Ruffini. Ese maldito ¿Dónde andará? Si alguien le ve por ahí o a sus descendientes que me avise. Pago por ello.
Es decir, al no ir a la escuela me la pasé literalmente mataperreando con todas las de la ley. Está en mi currículo. Doctorado en mataperrerías. De noche miraba las estrellas y me preguntaba si en el 2000 podríamos subir a ellas. Todos me decían que no. Que el 2000 sería como ahora o peor, por eso dejé de estudiar. Mi primer sueño de ser astronauta ya estaba truncado. La gente es sabia. No solo no subimos al espacio si no que ni siquiera sabemos que hay bajo nuestros pies o dentro de nosotros mismos, así que hice bien en no tirar mi tiempo estudiando. Cosa que no quisiera que hicieran nuestros hijos. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. De mis cientos de formas de buscarme la vida ya he estado contando de una. La apnea. Quiere decir contener la respiración en este caso aplicado al buceo. Viví bastante del buceo, más específicamente la pesca. De estas tribulaciones tengo para hacer dos libros entretenidos. Hoy cuento la segunda parte de apnea, esa historia de cuando hacíamos competencias de ver quien era más estúpido, o teóricamente quien aguantaba más la respiración bajo una piscina.
Pues ganarse un Kake por estar cuatro minutos bajo el agua estaba bien. Además eso servía para ver si nos conseguíamos una novia porque siempre estábamos en la fuacata económicamente hablando sin mencionar el desamparo textil que nos caracterizaba. Teníamos mala pinta y digo teníamos porque éramos una pandilla de maleantes sobrevivientes. Hoy los veo. Tan papás, tan mamás, tan profesores e ingenieros, tan jefes que me asusto. Quizás algún día crezca pero mientras gozo con asustarme de ellos. ¡Ay Tom! Como me gusta mi barril.
Llevaba meses ganando, ya la gente me conocía, se habían generado apuestas seguras sobre mi persona y llegué a ganar dinero. Pero un día perdí. Y dejé de hacerlo. Ese fue un momento hermoso y raro, trataré de relatarlo.
Días antes había salido de pescar y como siempre limpiaba en la orilla todo el pescado que había cogido esa jornada que tampoco era mucho, pero me servía de sustento. Me encantaba tirar los desechos o las escamas en la orilla y meter la cara para ver a través de mi vieja mascara como peces y cangrejos se repartían el botín. Hasta los más diminutos corrían con felicidad inexpresiva con ese regalo de la mañana. Los cangrejos, como viejos gruñones arrastraban las mayores partes no sin ser molestados por ávidos peces que no respetaban su trofeo y no paraban de darle tirones con el objetivo de arrancárselo de las pinzas, pero estos seguían su camino seguros de que nadie tenía más fuerza que ellos en sus muelas y así era. Con pequeñas perdidas en el viaje llegaban a su cueva con el día hecho. Si no tuvieran una coraza por cuerpo seguro sonreirían al allegar a la puerta de casa. Y suspirarían aliviados. Venderlo era solo salir a la calle primera y ya alguien me estaba esperando. Por lo general era a 15 pesos la libra. Con el antebrazo como balanza hacíamos un estimado y eso se me pagaba al momento. Me servía para desayunar y guardar algo para coser las velas de mi tabla. Gracias a algo aun existía en Santa Fé un señor muy mayor que le decían el mallorquín y nos cobraba poquísimo por el caro trabajo de coser velas viejas de tablas de surf. Cosía velas de los turistas de la marina Hemingway y cobraba mucho dinero pero nunca dejó de regalarnos su arte a los muchachos pobres de la costa. Ojala aun esté vivo, se me pasó preguntar.
Por esos días cuando salía del agua, había una muchacha lindísima (tengo que repetirlo) lindísima que estaba en la playa solitaria con un perro negro pequeño de estos que parece una frazada de limpiar el piso y se sentaba a mirar el horizonte en lo que el viento le movía caprichosamente su pelo rubio. Era una visión fílmica del sueño mío. Como una de estas películas francesas lentas y aburridas pero que nadie se para del cine y se va porque “hay que verla” Casi sonaba música de piano cuando la veía. Describir estas cosas y no parecer cursi solo lo puede hacer un buen escritor y yo soy mas bien tirando a mecánico automotriz. Pero es que todo se paraba. Que si, que si, que es cursi lo sé. Las olas venían en cámara lenta y el sonido del mar murmuraba cosas que solo había oído en sueños. Es ella, me gritaba una voz dentro de mis costillas a golpe de tambor cardíaco. Es ella, lo sé. Que puedo decir que no suene tonto. En fracciones de segundo, como cuando uno está a punto de morirse, pasó delante de mí, mi vida en imágenes y reflejos. Me hice un recuento de que no era una buena forma de vida y que nunca llegaría a tener algo tan hermoso como un amor correspondido. La vida pasó y pasó como cuando uno se muere porque enamorarse es como morirse. Es dejarse su cuerpo para andar por las nubes. Es tirar el alma contra el piso, pisotearla y no recuperarla jamás. La gente no debería llorar cuando alguien se muere, la gente debería llorar más cuando alguien se enamora. Porque lo pierdes del todo una vez que ha caído y lo más duro que sabes donde va a estar esa alma restregándose por el suelo de los sentimientos que te hacer no ser más nunca tú. De no ser porque Hiscler* me tiró del brazo se me hubiesen podrido los pescados en la mano y no me hubiera dado cuenta ni de las moscas. Sentí que me arrastraba como cuando llevan un perro grande al veterinario que va haciendo un surco con las uñas en el piso. De haber estado atento hubiese oído chirriar mis pies ante la negativa. Pero el negro me llevó a cumplir con mi vida de ese día. Vender nuestro pescadoTengo que hacer un alto para una reflexión un poco burra. El amor es como los sueños creo. Hay gente que no sobrevive a ello. Buscarlos es genial, verlos pasar emocionante, tenerlo ya es indescriptible, pero ese pequeño momento de encontrarlo ante tus ojos es un momento mágico que no les puedo contar bien porque mis dedos se cansarían o no me saldrían palabras. Ahí es donde se prueba de verdad de que estas hecho. Es cuando nada tiene explicación, de cuando pierdes el horizonte y no vez mas allá de ese suceso que te provoca sentirte horriblemente bien. Donde el corazón se te cae al suelo dentro de la piel de las piernas y tienes que subírtelo a su lugar como monedas que se te han caído por el hueco de un bolsillo roto. Es donde respirar duele porque estas aplastado en sentimientos e incertidumbres. Donde cada bocanada te llevas el aire de 20 millas a la redonda y dejas al mundo sin vida porque toda la vida la tienes tu. El amor es expansivo, implosivo y a la vez devastador. Green peace aun no lo sabe. Menos mal. Estaría jodido un movimiento contra el amor.
Me dio igual que me dieran 36 pesos que 50, me dio igual. Poco faltó para que Hiscler me galleteara con razón. El estaba vivo, yo no. En el valle de los muertos de nada sirve el dinero. Caronte se lo queda todo en forma de una moneda que se mete en su bolsillo que cubre sus costillas. Yo ya no existía, me miraba a mi mismo desde arriba y moví mis hilos para volver a la playa. Ya ella no estaba por supuesto. Creía que debería ir al medico, una clínica de desintoxicación por favor. Algo, ayuda, que me peguen en la cabeza con un buen mazo, que me den en la cara con una tabla o que me encierren. Dios mío. Estaba perdido.
Por suerte algunos traumas, enfermedades y lesiones al paso del tiempo ceden un poco y con el amor no era distinto. Unos días después ya estaba dispuesto a ganarme lo que fuera en la competencia de apnea del Cristino Naranjo y fui con mi habitual alarde fingiendo que hacía yoga minutos antes de la inmersión, de lo cual no tenía ni pajolera idea pero lo había visto en una película y eso le daba swing al asunto. Caminé como solía hacerlo.”Suave pa que te conozcan” rumbo a la piscina donde ya otros novatos victimas que no pasarían del minuto me esperaban deseosos de quedar bien delante de sus burguesitas novias militarizadas. Esperando el silbido de comienzo vi acercarse a un concursante nuevo, era un tipo raro, un poco esquelético y con una trusa que más bien parecía un calzoncillo sin elásticos por donde se podía vender de todo. Tenía una mandíbula prominente y un peinado con raya al lado impecable. Vaya sujeto más raro*.
–este es el primero que sale- pensé y me dispuse a acabar aquella batalla ganada. Silbido. Comienzo. Mis cuatro minutos eran imbatibles. Comencé a zambullirme con seguridad y una sonrisa pero cuando estaba a punto de meter los ojos en el agua una visión me dio un flachazo en la mente que me dejó ciego. ¡Ahí estaba ella! De no haber estado bajo el agua la primera explosión de mi corazón hubiera matado unos cuantos. En el reloj de mi mente vi con impunidad como el oxigeno se bajaba desmedidamente como si tuviera ponchado los pulmones. ¡Serás estúpido!- me grité a mi mismo mentalmente – has suspirado ¡has suspirado que te he visto estúpido estúpido!- miré las burbujas como se iban con todo mi tesoro hacia la superficie. No había estudiado nada referente al buceo y la apnea pero estoy seguro que no había que ser tonto para saber una que era una cuestión que, vista de donde se viere, era una contradicción fatal. Aguantar aire no era soltarlo en un suspiro. Era incluso idiomáticamente imposible aguantar antónimo de soltar, concentrarse antónimo de enamorarse. Hacer buceo y respirar sinónimo de

comemierdaenamoradoquevasaperderestacompetenciacomountonto. Por supuesto que a los 36 segundos ya me estaban dando convulsiones y me halaron por los brazos fuera de la piscina. Fui el primero en salir y oí el vergonzoso pitido de la derrota hasta ahora nunca tocado por mi. La gente gritaba a los héroes que aun estaban bajo el agua y nadie me miraba ni me hacían el más mínimo caso. Con miedo recorrí con la vista la muchedumbre. Tenía la cabeza tan baja que la visión se me dificultaba al intentarlo a través de mis cejas. Di marcha atrás y logré salir del tumulto. Esperaría a que terminaran y pediría una segunda oportunidad pero el tipo raro de la trusa por calzoncillo hizo 4 minutos con 26 segundos. Me superaba con creces. Maldición, ¡todo perdido! ¡Todo perdido! Seguí buscando, quemando con la vista a las personas para ver a través de sus cuerpos, buscando, buscándola hasta que la encontré. El maldito corazón no se estaba quieto. Los bombazos que pegaba cada vez que la veía me aflojaban todos los tornillos del esternón si hubiera tenido. Imaginé mi cara como la del lobo de unos muñequitos de Bugs Bunny en el oeste cuando ve una chica vestida de Cowboy que canta en un bar y se le cae la mandíbula hasta el suelo como un gran pedazo de hierro. Esto no podía ser. Me pararé al lado de ella porque no puede ser tan perfecta y algo decepcionante tiene que tener por el bien de mi salud. Fue peor. Pero noté que con el que andaba yo le conocía así que le abordaría en cuanto se separara un poco de ella. A este muchacho le decían el Bujío porque escupía mucho al hablar y alguien un día le dijo – oye echas mas chispas que una bujía de moto- a lo que el respondió –en todo caso un bujío, un bujío que yo soy macho- y ahí se le quedó el mote, montábamos tabla juntos de vez en cuando así que ni corto ni perezoso le caí encima en cuanto pude y lo interrogué como se ve en las películas de los nazis diciéndole a los rusos prisioneros ¡dime nombres!¡DIIIMEE NOOOMBREEES!

El Bujío se detuvo a mirarme de arriba abajo como si fuera yo un mendigo tratando de entrar en la casa blanca. Se esmeró en los flecos de mi pantalón cortado de mezclilla, mojado y medio seco con prominentes manchas de sal o sangre de pescado. Mirándome desde afuera mi aspecto era deplorable. Sonrió.

- ¿Esa?Esa se va a casar con un mexicano millonario en unos meses y se va pal carajo.

Europa 1943. Las sirenas se oían como bestias desgarradoras de tímpanos, el sonido de los motores de los aviones bombarderos anunciaba su carga de muerte. Un silbido ensordecedor aquí y otro allá seguido de las explosiones que ya no se oían porque ya estabas sordo. Solo veías los pedazos de carne y concreto saltando por el aire y el retumbar de cada uno de tus huesos con la onda expansiva. No sabias si vivirías en el próximo segundo porque desde el humo negro del cielo y de la muerte seguían cayendo racimos de bombas engendradas con el mayor odio del mundo hacia la vida. De nada valía correr a ninguna parte, de nada valía quitarte la tierra de os ojos. Quizás era mejor estar ciego y sordo. O mejor muerto. Las explosiones se sucedían aquí y allá. Solo era quedarte donde estabas, viendo la negra tierra llover como una hermosa primavera en negativo. La peste a sangre lo inundaba todo y los rostros de los que aun vivían estaban irreconocibles de no tener ninguna expresión, solo esperando la muerte hasta que los aviones se alejaban y sabrías que llegarías en ese preciso instante a estar vivo hasta mañana.

Así me sentía yo..............

- ¡Me cago en el mexicano! ¡Me cago en los millonarios, en los turistas, en el dinero y los dólares! ¡Cuando me vuelvan a pagar por limpiarle el casco de los barcos en la marina voy a ir con un taladro y lo que voy a hacer es hundirle todos los barcos! ¡Me caguen todos los extranjeros en Nikita kruschov, en Cantinflas, en Charlie Chaplin, en Robert Redford!

Estuve maldiciendo un rato hasta que se me acabó la corta lista de extranjeros conocidos. De todas maneras a Cantinflas lo repetí varias veces por ser de la nacionalidad del maldecido. El Bujío esperó pacientemente a que me cagara en todo lo cagable y prosiguió con tristeza como si a el también lo afectara.

- esa niña está muy linda ¿Qué tu te crees? ¿Que se va a morir de hambre con nosotros? Se piraaa como todo el mundo que puede.

Quizás eso era mejor. Los sueños, sueños son. De todas maneras fue bonito lo que sucedió. Ahora solo quería llegar a mi casa y romper todos los poemas absurdos que había escrito con ahínco para leérselos un día. Me hubiera gustado llorar un poco incluso, pero eso estaría muy mal delante del Bujío. ¡Mierda! Se me sale una lágrima. Corrí todo lo que pude por el muro del cristino dejando al Bujío con la palabra en la boca y como Supermán me lancé al vuelo a toda carrera desde el muro de unos tres metros de altura. Caí con tanta fuerza en el agua que se me quedaron detrás algunos de los pensamientos más tristes. Nadé y nadé como una maquina hasta que llegué a la playita de doce en pocos segundos. Ahí ya me estaba esperando Hiscler para irnos a descansar un rato antes de sacar las tablas de surf a navegar. -¡se nos ha enamorado, se nos ha enamorado!- repetía como una cotorra. A mi me venía a la mente una película que se llamaba masacre en la que un tipo con una motosierra iba despedazando a todo el reparto en lo que duraba el filme, ese día supe de donde el director sacó la idea, si Hiscler no se callaba.

Al llegar a casa no quise subir. Me quedé sentado en la esquina en las raíces de un árbol que ya tienen a forma de una perfecta butaca. Allí, mirando los carros doblar una vez que pasaban el puente de hierro. Aunque trataba de olvidar la cabeza me seguía dando vueltas como un trompo. En lo más profundo de mi no paraba de maldecir, blasfemar y quejarme de todo. Pero mi otra voz me decía que no tenía nada que no me mereciese por el lugar y la época en la que estaba viviendo. Me negué a salir a navegar con Hiscler. Vi entre las casetas de los pescadores como la vela amarilla de su tabla salía dando cortes para poder ir en contra del viento que a esa hora era un poco del nordeste. Caminé de una esquina a la otra sin rumbo, sin deseos de llegar a ningún lugar. La vida en el barrio era bastante tranquila, siempre había algún que otro borrachín tirado por una de sus esquinas, una señora que no paraba de discutir y pelearle a sus nietos y algún que otro perro sato yendo a toda las personas posibles para ganarse una caricia. En eso apareció como una sombra por detrás mío Miguelón, un negro gordo de unas 250 libras que fungía como guardaespaldas de los macetas de mi barrio. Me dio su tosca mano y me preguntó que qué hacía que no estaba en la playa como todos los días. Quizás pensé que por contárselo a alguien me sentiría un poco aliviado y le solté toda la historia. Cuando termine el Miguelón se había quedado boquiabierto y me miraba como si yo fuera un bicho raro. Pensé que lo había aburrido con tanta muela y estaba preparando una disculpa cuando el migue soltó un sonido que parecía que venia desde dentro de una cueva.

- Buaf yo pensé que esas cosas solo pasaban en las películas, coóoñooo.

Se me quedó mirando como quien mira un cuadro en un museo. -¿se lo has dicho?- freí un huevo a toda velocidad

–como se lo voy a decir tu estas loco ni siquiera me mira si le hablo yo creo que me llama a la policía.

- pues tienes que decírselo aunque sea lo ultimo que hagas ¿Cómo te puedes quedar con eso que me has contado por dentro?

- Pero ¿Qué puedo hacer?
- Decírselo, ¡¡¡decirseloo!!!

El negrón había puesto cara como de quien ve que algo muy grande se pierde ante sus narices. Casi estaba ofendido por mi supuesta cobardía y daba vueltas como pensando, como si mis actos le hubieran ofendido directamente a el. - ¡Ya sé! - Exclamó casi rugiendo. Se quitó las cadenas, el reloj e intentó engancharme todo eso. Yo me retiré un poco como asustado y el insistía en lo que ya era una orden. Miraba a los lados y llamaba a mas compinches suyos del negocio a gritos. ¡Potaje! ¡Chapa! Los colegas vinieron más por curiosidad que por sus gritos. Miguelón les despojó de todas sus doradas alhajas y me las fue poniendo una a una. Cadenas, medallas, manillas que parecían cadenas de barcos. En un momento parecía yo el jefe del cartel de la posada de 11 y 24. Potaje me dejó su camisa casi por la fuerza y me obligaron a subir a uno de sus carros después de repetirle el negrón en extracto la historia a los dos recién llegados. Amarré la tabla de surf en el techo y nos fuimos rumbo a la playa, yo con un miedo como si a lo que me llevaran fuera a darme una paliza. Llegando al teatro Kars Marx se bajaron misteriosamente del carro y me dijeron con un pequeño empujón que tenía que seguir yo solo. – Si le gustan los millonarios ahora tu eres millonario – me dijo el negrón en lo que yo me sentaba al timón del flamante chevy 57 plateado sin columnas V8 con escapes directos que rugía como king kong (el de la película).

Entré suavemente en la playa de 12 sabiendo exactamente el lugar donde ella solía sentarse a esa hora con su perro y paré a menos de medio metro del muro donde ese pelo rubio que me sacaba de mis cabales jugaba a placer con el viento de la tarde como cada día. Me bajé del carro pero sin mirarla. Al sentarme al lado suyo con una distancia bastante corta fingí que estaba mirando al mar como buscando algo. El problema estaba en que no me atrevía a mirarla. No se cuanto rato estuve mirando el mar. Creo que me hubiera quedado ahí sin decir nada por el resto de mis días. Mientras la supiera mi lado. No progresaba nada. Ni siquiera podía con el rabillo del ojo observar que hacia ella. El perro se estaba bañando alegremente en las olas así que ella no se había marchado aun. No se cuanto tiempo pasó hasta que llegaron los tres amigos y se sentaron a mi izquierda, respetando la derecha que era el espacio que quedaba entre mi tieso cuerpo asustado y la chica de mis sueños. Me empezaron a dar con el codo. Potaje comenzó a hablar con marcado acento teatral.

- Yeeeeeehaaa ¿cuando viniste de México!

Me vino otra vez la idea de la sierra a la cabeza.

- ¿que tal los negocios por allá y tu yate lo dejaste en la marina?
- Ehhh………¿Qué rayos dices?
- ¡Haz algo coño! –Susurró -¡Aunque sea tírale agua pa que te miente la madre no se!

Me quité la ropa con marcado convencimiento de lo absurdo de la misión. Entregué todas las cosas doradas y me metí con mi tabla a la playa sin mirar atrás en lo que los tres villanos me decían casi al unísono. Báñate que te cuidamos la ropa las cadenas de OROOO y el carro, no te preocupes ¿en que hotel estás hospedado?
Por un momento levanté la vista y los vi divirtiéndose y dándose codazos como si estuvieran presenciando una comedia ¿o estaban realmente presenciando una comedia? Me monté en mi tabla y me fui al medio del mar, a lo azul, me senté con ánimos a esperar que cayera la tarde con su rojo sol que cada día explotaba en colores al tocar el mar.


Algo raro pasaba en la costa. Me atreví a mirar. Los tres villanos ya no estaban sin embargo habían dejado el carro, empecé a preocuparme. Volví a la orilla y subí la tabla parcialmente. Llegue donde el carro y no había nadie, el carro estaba cerrado a cal y canto con mi ropa adentro. Suspiré y me senté en el muro a esperar que aparecieran los compinches.

- Toma las llaves, me las dejaron tus amigos para cuando volvieras.

La voz vino de donde solo podía provenir a esa hora de la tarde. ¡Ella me había hablado! Tomé las llaves de sus manos sin poder esconder un desagradable temblor de las mías.

- ¿tienes frío? – La pregunta sonó como un retumbar en un mundo abandonado.
- No.
- ¿y porque estas temblando? ¿ya no vas a montar más?
- Sss si..nooo este creooo
- Es que me gustaría montar en una de esas- señaló a la tabla con decisión, yo no pude mas que bajar la tabla al agua enseguida después de guardar su pulóver blanco dentro del carro de los socios del barrio.

Alcé la vela impecablemente como si en vez de estar montado en una inestable tabla de surf estuviera sobre la cubierta de un crucero. Cacé la botavara y esta despegó como cuando se le da la orden de despegar a un avión. La pink Panther era una tabla fabricada por mi que a pesar de estar anticuada navegaba y cargaba bastante bien. A las primeras olas que cortó miré abajo para cerciorarme de que estaba teniendo alucinaciones o era un sueño pero no, ella estaba ahí montada en mi tabla, acostada disfrutando y riendo de cómo el mar la golpeaba con suavidad y las nubes de salitre se dibujaban en arcoiris coloreado por mi alegría. Cuando miré al frente Hiscler venía a mi encuentro en su tabla que le decían el panviejo por la cantidad de parches mal acabados que tenía que semejaba la corteza de una libra de la panadería de calzada y 18. Al ver a mi pasajera abrió la boca hasta que se le vieron todos los empastes y empezó a hacer una cantidad de muecas de todo tipo dejando ver su alegría por mi momento de tal manera que en el par de segundos que nos cruzamos me provocó un ataque de risa tan violento que me caí al agua. Al salir ella estaba mirándome con una sonrisa reservada y la cabeza apoyada en su hombro. Yo no sabía que decir. Nos quedamos callados en ese momento en que el mundo puede derrumbarse y nadie enterarse. Otra vez el mar se paró como esperando y seguro algún que otro pez cogió espacio en un buen coral para presenciar el desenlace de esta hermosa y a la vez difícil situación.

- Pensé que nunca ibas a hablarme, hace meses que miro como montas vela- dijo con toda la seguridad del mundo en lo que yo intentaba tragarme junto a un poco de agua de mar ese nudo traidor que se forma en la garganta cuando uno le hace mas falta. El sonido de la proa de la tabla en su subir y bajar por las pequeñas olas añadía una percusión estable como intentado crear una melodía de acompañamiento. Imaginé debajo del mar al cangrejo de la sirenita empujándome y creando música para que yo por fin de una buena vez abriera la boca aunque sea para decir alguna estupidez.
- Pues yoooo..... nunca te había visto.
Ya dicha la primera estupidez típica. Al menos me sentí mas seguro por haberme destrabado la lengua rígida como una columna de cemento.
- Me llamo Sandra*- a cada letra se grabó con un surco en mi memoria esculpido con violentos cinceles.
- Y yo…………………..Josef. – pos vaya mierda de nombre pensé para mi mismo ¿Cómo es que crees que le puede gustar a una chica como esta alguien que se llame Josef? Mi otro yo me estaba molestando. Pasaban minutos y minutos y yo no sabia que hacer hasta que sentí que era una situación extremadamente incomoda y decidí echarlo a perder del todo y salir de aquello de una vez y por todas – y me gusta montar tabla…….y me gustas tu y ahora mismo casi preferiría que me fuera al fondo del mar antes que decirte que…..- el nudo ¡el nudo coño! ¡El nudo ataca otra vez! Metí la cabeza en el agua repetidas veces, me sacudía como un perro acabado de bañar. Sentía que había jodido el momento mágico. Que quizás conociéndonos, o hablando a lo largo de los días se podía lograr un acercamiento pero así de sopetón, de pronto. La has cagado decía el otro yo maldito. Hay que irse. Hay que irse. Salí de debajo del agua y me crucé con su mirada risueña.

- ¿Decirme que?
- Queeee… que…….

Me quedé mirándola fijamente esperando que ella bajase la mirada pero no la bajaba. Me acordé de un tío mío que decía que las cosas cuando se pusieran malas y sin arreglo lo único que quedaba era ponerlas peor pero que nunca me quedara donde estaba que eso era de cobardes, así que no lo pensé mucho como cuando uno salta por primera vez en paracaídas que te encomiendas a dios y a Arquímedes y me fui acercando aun con la esperanza de que alguien parara eso que estaba sucediendo pero cuando sentí un mar de labios tibios en los míos y después de contenerme para no dar el grito de Tarzán me empecé a creer que aquello había sucedido. Mil tentáculos me iban agarrando todo el cuerpo con solo tocar sus labios y sentí como la piel se rompía al compás de la música de las olas para dejar entrar algo que aun no puedo ni podré describir en el pobre lenguaje de las letras. Cuando nos separamos el mundo estaba al revés, el mar era rojo y el cielo lleno círculos de todos los colores, quizás acabamos de chocar con un meteorito de esos que va a acabar la humanidad pero ya puede pasar lo que sea que ya he vivido. Sandra no dejaba de mirarme con curiosidad y una leve sonrisa como si disfrutara que me estaba rompiendo en mil pedazos y esparciéndome alegremente por sobre si misma como si fueran una vulgar lata de talco.

El sol ya hacia un buen rato se había escondido y cuando llegamos a la orilla ya estaba bastante entrada la noche. Sandra acarició a su perro que ya estaba hastiado de esperarla y en la playa no quedaba nadie. Ayudada por ella amarré la tabla en el techo del chevy y me dispuse a llevarla a su casa que era en la calle 6 ahí mismo cerca. Dentro del carro siguieron los besos, las caricias. Y yo sin disfrutarlo del todo porque aun no me lo creía. Esperaba con ansiedad el momento de despertarme solo, en medio de la costa de ese terrible sueño. Pero mis manos por su cuenta se iban metiendo por debajo del frágil pulóver blanco. A cada centímetro que descubría me paraba unos segundos a disfrutarlo. Sandra me miraba extrañada de porque me quedaba en blanco paralizado como una película de tres cuadros por segundo pero era eso. Un centímetro, otro, otro y pausa entre ellos hasta que llegué a donde terminaba la piel y comenzaba la trusa. Entre besos mis devoradores dedos descubrieron un grano de arena y me detuve. Sandra seguía mirándome extrañada como si tuviera en su poder un bicho raro. Me separé suavemente y encendí la luz interna del carro. El pobre bombillo amarillento daba una tenue luz como si estuviera cansado a esas horas. Volví a toda velocidad adonde el grano de arena pero esta vez para verlo de cerca, con la punta de la lengua lo hice mío y me volví a separar. Lo tomé entre mis dedos y lo miré a trasluz. Era un pedazo diminuto de concha blanca bivalvo. Con mucha calma saqué mi cartera y lo guardé dentro de mi carné en una pagina sin usar y sagrada, las otras tenían otras cosas, mosquitos de Jaruco, hojas de Bacunayagua, un anzuelo. Pero esta tenia ese grano de arena sagrado que me merecía. Me sentía rico y feliz la vez. Nos tomamos de las manos y nos seguimos mirando mucho rato. El solo estar ahí, a la luz amarillenta y mirándonos provocó en mi la mayor sensación que recuerdo en casi toda mi vida. Quizás estuvimos una hora o más tomados de las manos y mirándonos. Sin palabras, sin movimientos congelando para la eternidad los latidos y el vibrar de un cuerpo de dos personas.

La acerqué hasta su casa. Con un beso y un te veo mañana nos despedimos. Salí suavemente con el chevy que me llevaba en sus acerados brazos como un triunfador. Paré en 3ª y 4 y me bajé un momento del carro. No me pude controlar las ganas de gritar y saltar hasta que vinieron la gente de la casa del oro y la plata que está por esa esquina a ver si me sucedía algo malo. Dejé de llamar la atención y cosa rara en Cuba seguí mi camino bordeando los dos túneles para no coger por la calle diez que ahí siempre estaba la policía. Las ventanillas se empañaron a mis gritos dentro del carro que me ensordecían a mi mismo y mi mala forma de cantar We Are The Champion. Crucé el puente, llegué al barrio. Los villanos me esperaban. Al ver mi cara aplaudieron como cuando se mete el mejor de los goles Salí brincando y dejé el carro encendido atravesado en la calle con tabla y todo. Mañana la recogería. Subí a mi casa y temprano, muy temprano. Me acosté con mi granito precioso de arena para que llegara rápido el otro día.

5 comentarios:

  1. Ño! te dio duro! yo tambien me cago en los millonarios jejejejeje, pa que estamos?

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  2. Me gustó, Yoyín, me gustó. Creo que de esas perretas todos podemos contar un poco pero es bueno constatar que no somos los únicos que se quedaron en eso. Saludos.

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  3. Vaya Yoyi, ojala algún dia alguien realmente haya sentido algo así por mi.... No sé como acabó tu historia... Creía que nadie en el mundo se podría sentir como uno, enamorarse es eso q dices, Green Peace no se puede enterar.... haberte enamorado hace que valga la pena todo lo demás....
    Un beso

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  4. Pegué algunos de tus cuentos en word y me los llevé para la casa a ver si podia aunque sea así leerlos. me parece que hace siglos fue que lei tus cosas. Llevo mas de un mes viviendo aqui sin internet y en el trabajo no puedo ponerme a ver estas cosas, solo me decidí antes de ayer a copiar esto.
    Llevo dias y dias esperando poderme conectar de nuevo.
    Cuando lei los cuentos me senti tan bien. Volvi de nuevo a disfrutar tanto las cosas que cuentas y como lo cuentas, me he reido como loca con el cuento de los mocos, que comico.
    Mannana me deben poner internet pero no podia dejar de escribirte hoy al calor de lo leido. No dejes NUNCA de hacer un libro con esto. Te lo juró, los cubanos lo devorarán y seguro muchas otras gentes lo disfruten.
    Contigo me pasa como con mi mejor amiga: me dan envidia.
    Me muero de la envidia de tu short ripiao y tus mocos.
    Un beso, la desaparecida aparecida.
    Liset

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  5. Estupenda historia, tiene todo el sabor de las tardes tropicales de AMOR. Haz hecho bein en presentarla en el Evento de BLOGGERS POR UN SUEÑO, a mi q no me suelen gustar las historias largas, no me perdí ni una oración, FELICIDADES!!!...SALUDOS

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