domingo, 16 de septiembre de 2007

A isla Do II parte

Estaba yo por la loma de la calle 20 en el vedado, mas exactamente en 20 entre 11 y 13 por donde viven mis primos. Mi primo el más pequeño, Yosvany se acababa de comprar un Buick del 52 verde claro, descascarado como todos los Buicks. Con peste a grasa vieja y seca, a carro ya muerto o como mucho desfallecido. Los carros tienen olores. Yo por el olor se como están por dentro, cosas de mecánico. Los Buick tienen su olor especial, un olor triste, pasado de época. A los buick les duele envejecer, no son como los Chevrolet que cambian de motor, de dueño, los chapistean 500 veces y siguen ahí con el corazón en la mano como Juantorena dándolo todo desde el parque central hasta la ceguera. Los Buick tenían clase, de hecho quedan pocos vivos, en terapia muchos y fallecidos casi todos. Mi primo se había comprado un buick, un buick de La Habana, triste, con el vinil caído o roto, con los niquelados llenos de poros como escaras de un anciano abandonado, con ruedas de camión y ningún medico quería mirarlo.
Me llamó porque yo era un raro “biusero” lo que quiere decir gente que sabe de la mecánica de los carros raros, en este caso los Buick que muchos mecánicos no atendían. Al arrancar tiraba lenguas de candela por el carburador parriba como si escupiese demonios que tenía dentro y se oían en sus entrañas horribles explosiones que denotaban una enfermedad grave, no por eso incurable. Lo habían visto muchos mecánicos pero cada uno daba su opinión sin atreverse a tocarlo –eso es un ocho en línea- decían como si dijeran esto se nos muere y no podemos hacer nada. El ocho en línea se referían a un motor de lujo especial que sacó la General Motors para hacer unos motores silenciosos y estables pero con particularidades ingenieriles bastante raras. Ya no quedaban folletos o información de este tipo de carros pero como yo había sido un encuentracosas toda mi vida, los había estudiado y aunque celosamente custodiados habían pasado por mis manos el suficiente tiempo como para que yo supiera cosas exclusivas que me permitían ganarme la vida con este tipo de rarezas.
Escuchen bien, voy a revelar un secreto profesional y sobre todo quiero escribirlo antes de que se me vaya de mi mente envejecida, el orden de encendido del Buick ocho en línea es 1,6,2,5,8,3,7,4 por ese simple detalle gané bastante dinero en Cuba, era mi clave de llegar y arreglar muchas cosas al igual que la cadena de distribución del árbol de levas que estaba a 11 dientes por la derecha. Cosas ajenas, pero claves como la historia clínica de un paciente o el detalle de la especialidad en algún tema. Le arreglé el carro a mi primo en lo que canta un gallo. Arrancó, el motor gemía y sonaba como solo saben hacerlo ellos, era como mi música. Yo por instinto movía las manos al compás de la aceleración y sus ruidos me decían lo que estaba haciendo específicamente cada parte de sus sistemas o mecanismos. Dentro de mi veía todo el motor por dentro y no se me escapaba ningún detalle, aceleración, torque, el motor torcía de lado un poco el carro de tanta potencia reunida, solo le faltaba tener alas. Sonaba como un bombardero de la segunda guerra mundial, era hermoso contemplar este logro de la mecánica andando.
Un señor de pelo blanco no cesaba de mirarme todo el tiempo, pero ya estaba acostumbrado. En Cuba la gente se puede poner a mirarte sin más, no hay nada mas que mirar lo que te rodea y nada en que pensar, todo puede ser perjudicial por eso mirar todo el santo día lo que hace otra persona es normal. A veces, hoy en día me paro en las obras por ahí a ver como sueldan los trabajadores y me miran con mala cara, me voy rápido por supuesto. Pero en Cuba, es normal mirar, mirarlo todo y si es posible opinar. Este señor no dejaba de mirarme hasta que cerré el capó del Buick que aun seguía ronroneando como un gato de acero feliz y ajeno a la tristeza circundante.
Al poco rato de haber apagado el motor y disfrutar de los tics de las contracciones metálicas el señor se me acercó por la espalda y disparó un dialogo como solo se dispara en la calle 20 del vedado. La calle 20 es un mundo aparte, paralelo a la calle 12, la Dionisia, el Canal del Cerro o el Fanguito. La calle 20 tiene su propio lenguaje y ahí la gente se dispara palabras sin mediar ninguna cortesía o confianza, al que le tengas que decir algo díselo antes de que se muera en los próximos 50 años, o no lo digas nunca más.
-es raro ver gente que sepa de este tipo de cacharros.
No le contesté. Es de mala educación hablar en medio de una opera o un teatro, también en medio de un discurso muy sublime o un entierro. El motor de un buick de casi 50 años andando en una isla hundida de crisis, llena de espectros de personas arrastrando sus pies sin rumbo y despedidas diarias así lo era. Era todo aquello junto. Se le miró mal al señor por violar ese espacio, ese silencio. Me volví y lo miré sin decirle nada. Tenia el pelo blanco y las cejas negras, el señor no bajó la vista, al contrario me miró de arriba abajo con los brazos cruzados en actitud superiora. Pasaron varios segundos. Volvió a romper el silencio.
-¿También arreglas ladas?
-¡NO! – dije tajantemente sin dejar terminar siquiera el siseo de la S final de su frase y sin mirarlo, ya había metido mi vida y mis sentidos de nuevo en el capo del Buick con el hermoso motor ocho en línea esta vez ya sonriente.
- Has crecido mucho – Hay frases que entran como contraseñas en la vida. Hay cosas que entran como contraseñas en la vida. Quizás si yo sigo hablando de mecánica todo eso resbala a tus sentidos porque no entiendes, no te lo vas a aprender ahora y quizás y es lógico tampoco te interesa. Sin embargo si digo quizás helado de chocolate si pones atención, o algo de sexo o de violencia. El helado de chocolate tiene sexo y violencia. Sirve para las dos cosas pero no me pregunten porque. En la calle 20 ningún viejo le debería decir a un joven desconocido “has crecido mucho” eso no se decía, de eso no se hablaba.
-¿Como esta tu padre? Un tiro de gracia. Mi sagrado padre estaba muriendo poco a poco. Esta vez lo miré yo de arriba abajo pero ya sin ojos, lo mire con el alma, la gente alrededor prestaba atención cual si de una novela se tratase.
- ahí está, tirado en la cama. No quiere moverse, no quiere salir, y a veces no quiere abrir los ojos.
-¿pero esta muy mal?
- No…….solo que no quiere estar bien.
- Dile que lo quiero, dale un abrazo de mi parte.
La tierra empezó a removerse debajo de mis pies, a pesar de cambiarme de sitio más de diez veces la tierra seguía persiguiéndome como para tragarme. Recogí mis herramientas como pude y me largué a mi casa. Me duele escribir sobre mi padre pero quizás contando cosas esté mas tranquilo y sobre todo logro algo. Que no se me olvide. Mi mente no se porque. Se esta borrando.
-¿como te llamas?
- Diego, dile que su primo Diego le manda un abrazo.
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De camino a casa hacía grandes esfuerzos por recordar algún Diego conocido pero no me salía ninguno. Por parte de mi padre no conocía más familia o amigos que mi abuela que tampoco me había contado nada ni siquiera de mi abuelo Canario. Apuré los pasos hasta llegar, mi madre como siempre me estaba esperando con la comida hecha. Atravesé los pocos metros de la casa para llegar al cuarto de donde mi padre no quería levantarse nunca, le tiré de un pie, esto siempre lo hacia reír un poco y abría los ojos con cansancio, cansancio del alma. En aquella época mi padre, lo que tenía era eso. Cansancio del alma.
- ¿Quien es Diego? Te manda saludos.
- ¿Diego?...........Ah……..Mi primo Dieguito ¿está bien?
- ¡¡Ah!! Tu primo, yo pensé que estabas solo en el mundo.
- Si el primo Dieguito el de la calle 20 ¿Cómo lo viste?
- No sé yo estaba ahí en lo mío y te mandó saludos, no se si está bien o mal, no lo conocía ¿tienes mas familia por ahí o ya esto es todo?
La conversación tenía un rumbo predeterminado, ya sabíamos adonde iba a parar. Horrible conversación que siempre terminaba en lo mismo.
- Su familia vino cuando Girón, ellos venían a matarnos. ¿Qué tu querías que hiciera? ¡Yo no tengo más familia que ustedes!
Vinieron a colación varios recuerdos gastados. Ocho años antes en el 92 a mi padre le había dado un infarto que casi le provoca la muerte cuando se enteró que “la Revolución” había aceptado el dinero del “enemigo” como moneda que circularía libremente entre los cubanos. Se negó rotundamente a visitar cualquier lugar donde existiera esa moneda, negó toda relación con los odiados dólares a pesar de que sus hijos subsistíamos gracias a ellos. En la cama del Hospital Hermanos Ameijeiras aparte de nosotros solo lo fue a visitar una persona ajena. Una prima que era una señora muy gorda venida de los Estados Unidos cuando se enteró que mi padre estaba enfermo. Habíamos recibido instrucciones precisas de no aceptar ningún regalo de la prima y de ser posible hablar lo menos posible con ella ya que “esa familia no era familia” yo tenia 22 años y estaba en el servicio militar, no me interesaba nada, solo tenia mi cabeza en montar Windsurf, escaparme de la unidad y perseguir rubias por las playas.
- ¿Cuanta familia negada más tienes por ahí papá?
- ¡A pues mira!- espetó con la zoquetería que he heredado calcada de su comportamiento y con una sonrisa sarcástica muy bien lograda – Está tu prima Chichi, Luisito, Macho, Javierito, Emilito.
Fingía que le provocaba risa como yo me iba escandalizando a medida que iba mencionando nombres pero intenté calmarme a toda costa y contenerme. Ya estaba cansado de discutir con mi padre por lo mismo, no se arreglaría nunca, nunca daría su brazo a torcer como nunca lo hizo. Consigo se llevó la terquedad mas grande del mundo aunque la lección que quizás quiso darme cumpliera exactamente el efecto contrario en todo momento y hasta el día de hoy me haya hecho un renegado de las discusiones y un incrédulo político relegado a la anarquía y el apolitismo.
- Papa….papá ¿Por qué nunca me hablaste de esa familia?
- Porque yo no tengo mas familia que ustedes.
- Papá….esa es tu familia, la prima esa que vino que parece un tanquecito viajó desde Miami hasta aquí a pesar de a saber cuantos años hace que tu no le hablas ¿y todo porque? ¿Por qué?
Silencio por respuesta. La forma de darse por vencido era hacer silencio. Quizás yo en el fondo tenía razón. Pero la razón nunca se le da a un discípulo, o así me parecía.
Bajé de nuevo a mi mecánica. Abajo como siempre ya me estaban esperando mas cacharros viejos, que si los frenos, que si la electricidad. Mas que nada para pedir consejo. Yo arreglaba los que podía y cobraba lo que me dieran. Los que no, al menos les decía lo que tenían que hacer o adonde ir. Empecé a pensar. Cuantas cosas se me estaban prohibidas, miles de cosas. Conocimientos, lecturas, y me dolía imaginar que mi padre y maestro era una de las piezas de esa censura. Me preguntaba constantemente ¿por qué? Repetidamente ¿porque? Por accidente había descubierto un libro de Reinaldo arenas, de milagro me enteré que Cabrera Infante existía, un día de paso por un barrio que ni recuerdo oí a Feliciano, en una fiesta me sorprendió Willy Chirino, en la radio, a veces cuando la atmósfera estaba limpia se podía oír a tres patines. No tenía palabras para ello, solo una.

SÓRDIDO.

Todo lo que me rodeaba. Miraba a todos ¿Cuánta familia negada mas había por ahí? y peor cuanta cultura, cuanta historia, cuanta humanidad perdida en el silencio establecido.
Nuestros padres eran piezas móviles del inmenso reloj que nos ahorcaba con su acerada cuerda. Pero ellos no tenían la culpa. Pensar, usar la cabeza era perjudicial y nuestros padres harían lo que fuese y aun lo hacen para vernos a nosotros lejos de cualquier situación incomoda. Es como la prostitución del alma por chantaje familiar. Había que decidir ver a tu hijo sufrir o sobrevivir. Cada padre tomó su decisión y cualquiera que fuera estaba correcta porque si sufrías lo hacías hasta escapar y después sobrevivías y si sobrevivías un día te dabas cuenta, sufrías y después te escapabas a sobrevivir. Un trabalenguas que me deja vacía la cabeza y que no me deja atinar a cuantos grados de encendido tiene este Chevrolet de 150 caballos de fuerza que esta descompensado el motor y fuera de tiempo.
Recuerdo una vez que le grité a mi padre con toda la fuerza de mis pulmones. Aún me duele cada costilla por ese día. El barco del trabajo en que pescaba mi hermano fue secuestrado y llevado a los Estados Unidos. Llegó el guardia a reclamar como decomisado el barco mas pequeño, el que era propiedad privada de nosotros, yo no le quise dar la llave y el pobre recluta descerebrado comenzó a intentar romper el candado con un martillo. Hubo tensión. Por mediación de un tío mió los guardias se llevaron el barco de mi padre detenido sin que ocurrieran desgracias, decían que si mi hermano se quedaba lo decomisarían. Mi padre fingía estar tranquilo, yo, a mi me daba igual, me alegraba que mi hermano estuviera a salvo, fuere donde fuere pero no iba a dejar que me quitaran el barco de mi familia. – Si se queda se quedó- Le dije al guardia -pero ese bote tiene dueño y es de una familia, es de mi madre, de mi padre y de una familia y lo hundo primero porque ese bote lo fabricó mi abuelo, no me lo dio nadie. Mi tío intentaba calmarme, yo intentaba romperle la cara a alguien, a esa edad las cosas solo suceden, hasta que mi padre rompió el escándalo.
-Si se queda no es más mi hijo……………..
Mi madre bajó la cabeza y se fue, el silencio lo tomó todo. Sentí el fuego, la onda expansiva, me vi desde afuera como reventaron mis venas y mis dedos se quebraron de tanto apretar el puño.

-¡¡¡¡SI ES TU HIJO, Y LO SERA SIEMPRE!!!!

Hubo un silencio total, todos los presentes bajaron la cabeza ante la pena de tamaño cuadro desolador. Mi padre dio media vuelta y se fue caminando lo más rápido que podía. Todavía en mi mente está tratando de irse. Cada día lo veo. Alejándose, callado, tratando de que me calle, de que me salve, que sobreviva. Mi hermano volvió. Todavía anda por las costas pescando y yo, cada día descubro cosas nuevas que me fueron prohibidas. Lezama Lima, Jesús Diaz, Eliseo Alberto, Tres Patines. Se que mi padre me mira y se alegra como siempre de mi sed de conocimiento. Dónde está ya nadie le puede hacer daño, ya nada importa. Solo queda recordar, perdonar y unir a los que estamos de este lado y sobre todo que ningún sórdido proyecto de un absurdo ser humano te separe o te haga ir en contra de tu familia.

3 comentarios:

  1. uffff....
    me parece increible que aun nadie haya puesto ningun comentario de una de tus mejores creaciones. tienes varias ya. altamente publicable.
    para que contarte las emociones liberadas con este cuento? y eso que no tengo una historia parecida, pero nosotros los cubanos conocemos tantas...
    un beso Yoyi, que maravilla leerte de nuevo.
    oye, porci, y lo de la ayuda con la traduccion que? no me la mandaste, no????
    cariños desde aca abajo.
    Liset

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  2. Yoyi:
    un abrazo desde Miami.
    este cuento es genial y me ha conmovido sobremanera.
    Gracias por tu blog y tus videos.
    Felicitaciones,
    Alain

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  3. Pero que historia tan buena! Y después dices que no eres escritor. Yo haré mi trbajo, pero Ud, a seguir escribiendo! Besitos.

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