sábado, 7 de junio de 2014

Josef y el viento (Cap 199)

Entre camas de camiones y carretas de tractores llegaron a un sitio al este de La Habana, en el limite de la provincia de Matanzas llamado Bacunayagua. Se habían detenido por un rato para comer algo y habían visto por primera vez un puente tan alto que se veían los pájaros volando desde arriba. Josef olió el mar a sus espaldas y vio un pequeño río cristalino que se defendía por debajo de aquella inmensa construcción. Juntos se quedaron observando desde el puente y soñaron volar desde el un día. Sin media palabra bajaron a toda carrera por una de sus cuestas y siguiendo el río, llegaron a un mar azul. inmenso, bello y rico que les hizo decidir al momento quedarse ahí.


Era como un paraíso con sombras de uvas caletas, el murmullo de la costa, peces fáciles de los cuales Josef sabía agenciarse sin mucho esfuerzo, agua y paz. Para llegar al sitio había que escalar una pequeña pared de piedras que los separaban de cualquier contacto humano.

Se dejaron caer en la hierba un rato con toda la tranquilidad del mundo, de momento desaparecieron todas la preocupaciones, la persecución que pudiera acarrear sus fugas, el tiempo y todo lo que haría triste ese día. Comenzaron a quererse tanto que llegó la noche y llegó el día siguiente sin mas. Josef había recogido de su casa algunas cosas y entre ellas estaba su equipo de pesca, azúcar, algunos panes, un cuchillo y otras cosas que tomó en su alocada huida.

No habían hablado de sus historias anteriores a este nuevo encuentro y no tenían deseos de hacerlo. Los dos se habían encontrado en tan malas condiciones cada uno, que nada iba a solucionarlo. Habana del Mar no dejaba de acariciar y mirar a Josef como si fuera un sueño, Josef, era feliz de tener su sueño en la realidad. Se habían pedido el uno al otro cuando mas lo necesitaban y no habían fallado. Josef se sentía feliz, tan feliz que sería capaz de todo a partir de ahora.


Habana cada mañana corría alocadamente por la orilla entre arena y piedras, mientras que Josef se tiraba al agua tibia de la madrugada a coger dos o tres peces que comerían ese día asados en la misma varilla de pesca, aliñados con limón jíbaro de la costa y sal recogida de las piedras secas de las pocetas de la orilla. 


Se daban festines de pecado fresco y algunos mangos que recogían en matas aisladas un poco mas tierradentro. Francamente, nunca hubo un mejor plato que ese, sabiendo que después todo el día era para amarse en todos los sitios posibles, en todas las piedras, todas las cuevas, todos los árboles hasta que la energía no daba para más, se acababa la piel recorrida varias veces y había que comer de nuevo.


Perdieron la cuenta de los días, cada día exploraban mas lejos de "su campamento" en el cual había un tronco acostado que le llamaban "el sofá" Para los días de mucha lluvia habían unas cuevas perfectas y cómodas un poco al oeste de su posición. Les habían puesto nombres por sus formas. Doña basura, por un personaje de Fraggle Rock, el perro, porque parecía la cabeza de un perro, la ballena y el cachalote. A veces Josef salía temprano y le dejaba escrito en la arena a Habana en cual cueva estaría, si no, Habana de todas maneras lo encontraría en cualquiera, descansando de la pesca y ahí mismo comenzaba un mar de caricias hasta que se acabara la luz del día.

A veces veían a lo lejos gente de unos campismos que estaban un par de kilómetros al oeste y ellos se ocultaban como pequeños salvajes. Las personas les pasaban cerca y nunca advertían que ahí habían mas personas. Realmente Josef y Habana lo menos que querían era tropezar con personas. Su vida asalvajada y natural les había devuelto todos los momentos felices que habían perdido por la dureza de sus vidas, o de las vidas de todos en general.

Un día, después de una lluvia atroz, vieron a lo lejos un objeto flotando que daba golpes contra la orilla. Como la orilla era una buena fuente de provisiones por las cosas que recalaban, muchas veces en forma de frutas que tiraban de los barcos, fueron corriendo a ver que era. Cuando llegaron se quedaron paralizados. Eran los restos de una balsa de la que colgaban, amarrados, algunos sacos de yute y dentro de ella, pegados por el sol, manchones de sangre, cabellos y pedazos de ropa.

En una tabla de afuera estaba pintado con toscos trazos "La Esperanza" y Josef y Habana no sabían que hacer, la balsa seguía al compás de las olas pegando contra la orilla como si insistiera en tocar una puerta de tierra firme. Josef supuso que con el cambio de marea podría irse por donde mismo vino y se tiró al agua desde el acantilado a unos tres metros de altura. Habana miraba mordiéndose las uñas en lo que Josef rodeaba las piedras para alcanzar la balsa. De pronto una gran mancha negra se vio detrás de Josef y Habana pensó que era una de las tablas de la balsa que se había desprendido, pero después aguzó la vista a pesar de lo nublado del día y pudo identificar claramente que se trataba de algún animal.

- ¡¡Joseef!!!..¡¡Joo...!!!!- comenzó a gritar a todo pulmón señalando aquello que se iba moviendo lentamente-  ¡¡¡¡Joseeefff!!!  ¡¡Tiburóooonn !!!!!!!!
Josef apretó el ritmo de natación aunque no se desesperó, había oído mas que claramente a Habana y sabía que con eso no se jugaba, no obstante optó por ponerse el cuchillo en uno de sus pulsos y con la careta ir mirando a todos lados. Llegó a la balsa y se subió sin mucho esfuerzo. La mole negra pasaba por debajo haciendo varios cruces, pero sea lo que fuere se veía lento y desinteresado. Con una tabla Josef fue remando hasta una parte mas accesible de la orilla y entre los dos la subieron a la arena. Al moverla, el agua que se iba batiendo disolvió las manchas dejando un rastro de sangre que en segundos se llenó de pequeños peces y la gran mancha negra que seguía dando vueltas en el sitio. Josef abrió los sacos. Tenían turrones de maní metidos en latas de galletas, abrigos y varias botellas de ron. Se sentaron un rato alrededor de la balsa sin decir nada. Quizás Josef hubiera querido rezar por los que se perdieron en ese viaje pero no se sabía ningún rezo. Optó por decir algunas palabras.

- Supongo que si la balsa está aquí llena de sangre, querrá decir que no llegaron a ningún sitio. Espero que donde quiera que estén, al menos estén mejor de donde desesperadamente han salido. Hombres, mujeres o lo que hayan sido. Los respeto por haber tenido el valor de arriesgarse a cambiar la vida aunque sea escapando- Miró a Habana de reojo, estaba en un mar de llanto. Josef se acercó y la abrazó tan fuerte como sus cansados brazos se lo permitieron- Gracias por estas provisiones que vienen bien a otros fugitivos, no se si se dirá así, pero que dios, si existe, los reciba y les de ayuda, paz y les cumpla algún sueño en pago por la terrible muerte que han tenido luchando por sus vidas..

- ¡Yaaa! Gritó Habana separándose y echando a correr.

Josef la miró corriendo por la costa. Se preguntó como, ante tanta tristeza de un momento así, aun podría ser tan feliz. Se sintió indigno y enfermizo al esbozar una sonrisa -A pesar de todo- dijo dirigiéndose a los restos de la balsa de madera  - Aun estamos aquí y no nos vamos a rendir.
Habana al poco rato volvió sobre sus pasos. Vio a Josef intentando cargar con todos los sacos y ella cogió los que pudo con sus delgados brazos. Hacían silencio. Entre las nubes tan tupidas de ese día lluvioso y la tarde, oscureció de pronto sin dejarles hacer nada, ni siquiera buscar agua, cosa que hacían de día en la orilla del río porque era peligrosos escalar el acantilado de noche.



Josef fue a romper una tabla de los restos de la balsa para hacer un fuego porque hacía frío y no querían ponerse las ropas que habían encontrado en ese macabro escenario.
- No la rompas- Le pidió Habana con un murmullo - No por favor.
Josef la miró un poco sorprendido, estaba comenzando a asustarse.
- Quizás debamos usarla... un día de estos...
- Habana...
Habana se paró como un resorte mirando al norte. Por mas que Josef afinó la vista solo se veía una oscuridad infinita y de vez en cuando una centella rápida tan lejana que parecía que había caído en el borde antiguo del planeta tierra.
- ¡Si Josef! ¿No pensarás que vamos a estar siempre así no? Nos van a encontrar un día, vamos a ir presos los dos. ¿Es el futuro que tenemos disponible el que quieres?
- ¡No! Ni nos van a encontrar ni vamos a ir presos, pero no nos vamos a echar a los tiburones.. Habana, yo nací en el mar, he andado mas kilómetros en el mar que en la tierra, la gente que hace estas cosas es porque no conoce y yo no quiero esa muerte, prefiero coger mi machete y degollar a cincuenta hasta que me maten a tiros pero no me voy a echar a los tiburones porque unos hijos de puta hayan decidido por mí!!!
- ¡Josef!- Habana lo miró con los ojos llenos de lágrimas - ¿No va a haber mas sangre, mas nunca verdad?
Josef apretaba el cabo del machete tan fuerte que en el silencio de la costa se le oían traquear los nudillos, poco a poco liberó la presión y lo dejo caer a sus pies. Se arrodilló como vencido pero le susurró a Habana.
- No nos va a pasar nada malo. Yo estoy aquí. Yo siempre he subsistido, se que hacer. Entre los dos vamos a luchar juntos y todo se va a solucionar, solo si lo queremos, todo se va a arreglar. Josef bebió de las saladas lágrimas de Habana. Habana se rió porque le hacía cosquilla en los párpados. Se abrazaron tan fuerte como pudieron y se acostaron bocarriba a mirar las estrellas. Con besos y con una tristeza tan densa como la noche se taparon y quedaron dormidos profundamente.





3 comentarios:

  1. hola, oiga yoyi, nos podría contar mas historias de el capitán Brazo Fuerte que a sus hijas y a mi nos gustaría escucharlas o leerlas...Gracias

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  2. hola, oiga yoyi, nos podría contar mas historias de el capitán Brazo Fuerte que a sus hijas y a mi nos gustaría escucharlas o leerlas...Gracias

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  3. cipm cipm escribo historias desconectadas trabajé un tiempo con Brazo, y la verdad que no escribo mas de el por respeto. Buena persona y un sentido del humor especial. Dígame donde leyó sobre el en mi blog para continuar esa misma historia.

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