La carretera era cada vez mas oscura y llena de baches. A pesar de la gran suspensión oléoneumatica del Buick Roadmaster del 1953, a cada rato se sentían estrechonazos que parecía que iban a partir toda la carrocería. Josef seguía conduciendo en lo que el Pasta contaba una y otra vez el dinero que le habían cedido los tipos hostiles que estaban en la iglesia de Río Verde. Josef no quería mirar hacia atrás pero le carcomía la curiosidad de no haber visto a su extraño pasajero. Este tampoco decía una palabra, así que llegó con la incertidumbre hasta el sitio de las carreras en el conocido y a la vez abandonado cine La novia del mediodía.
El sitio olía profundamente a humo y gomas quemadas, allá y acullá varias motos hacían competencias de levantar gomas o quemar acelerando con la rueda delantera frenada. A cado rato, como si de un aterrizaje se tratara, varios carros bufaban frenando después de una carrera seguida de una especie de feria de discusiones violentas, gritos, humo a través de luces halógenas y motores acelerando. Aquella zona era un planeta nuevo para Josef, todos marginados, Todos huyendo de algo o de alguien. Jugándose la vida por placer o por un poco de dinero. Quizás por primera vez en la vida Josef se sintió a gusto en la tierra.
El Pasta se tiró casi antes que parara el carro para hablar con los apostadores. Josef una vez detuvo el Buick en la hierba en un sitio al parecer seguro, se volteó completamente en el asiento para matar su curiosidad. En el contraluz vio alguien con el pelo largo y muy desordenado. Ese alguien desde la oscuridad le sonrió y mostró una sonrisa especial que cambiaba todas las cosas del día, de ese tipo de sonrisas que compra todo lo demás sin decir mas. Josef se bajó del carro algo asustado y fue donde el Pasta, halándolo de la manga como si fuera un niño pequeño.
- Pasta!..Pasta!!..... hay una mujer en el carro!....¿Quien es?.. ¿Quien es? ¿Quien es?
- ¡¡Ya chico!!- El Pasta sacudió a Josef como si fuera una mosca molesta - Que estoy cuadrando la apuesta compadre! ¡Compórtate!
- ¿Pero quien es? ¿Quien es? ¿Porqué está ahí con nosotros?
El Pasta separó a Josef de los apostadores y lo llevó a una esquina, lo agarró por el cuello de la camisa visiblemente asustado, cosa rara, porque el Pasta era lo más lacónico que había visto Josef en su vida.
- ¡Atiéndeme pesca! Si fallamos aquí nos van a llenar de huecos por tos laos, y los que ya tenemos nos lo van a hacer mas grandes, no se puede estar comiendo mierda chico! ¡Ponte pa esto!
- ¡Pasta que pinga eh! ¡To este lío te estás metiendo tu solo, yo bien que te dije que no!
- ¡Si pero ya no podemos echarnos patrás! Acabo de apostar 10 000 pesos que nos prestó Arcadio!
- ¡Quien cojones es Arcadio, Pasta? Susurró Josef ya un poco molesto por tanta seriedad.
- ¡¡El guajiro singao ese que estaba en la iglesia!! ¡¡tu no ve que esa gente nos mata y no nos paga!!
Josef intentó retirarse visiblemente molesto por el cambio de energías que estaba teniendo la cosa. El Pasta lo sostuvo por última vez. - ¡Y la mujer esa que está en el carro, es la mujer de Arcadio! ¡¡Así que delante de ella ni múu!! La mandó pacá con nosotros para que viera el resultado de las apuestas y le tenemos que dar el dinero a ella! ¡ 15 000 baros sonantes y 5000 pa nosotros, si todo sale bien!
- ¿Y Si no, Pasta?
- ¿Si no?- El Pasta quedó un rato pensativo - Vamos a tener que tirarla por ahí en una cuneta y desaparecernos de Cuba pa siempre.
Josef volvió alicaído al carro. La misteriosa mujer seguía sentada en silencio en el asiento trasero refugiada en la oscuridad. Ya Josef no estaba disfrutando la emoción de la aventura que le venía encima, ya todo estaba tan serio y peligroso que no era interesante. No estaba teniendo ninguna diferencia con su vida marina tan seria y peligrosa que decidió dejarla de una vez, pero parece que en todos los sitios se cuecen habas y en todos los planetas hay que sufrir por todo.
Se sentó en el asiento del chofer y recostó su cabeza al timón como si estuviera exhausto. Miró hacia atrás de pronto y vio esa sonrisa mágica otra vez. Josef decidió no respetar nada. No se deben respetar las cosas que amenazan, las cosas que dan miedo, las cosas violentas. Nunca se debe respetar el terror o la agresividad. Eran las normas automáticas de Josef, solo respetaba la sabiduría, la amistad y las buenas energías. Todo lo demás formaba parte de un mundo al que Josef no pidió venir y por tanto no merecía respeto, así que decidió intentar hablar con esa persona que probablemente en media hora después estaría siendo empujada por ahí en un callejón o cañaveral cualquiera antes de comenzar la huida interminable.
- ¿Como te llamas?
- Clementine ¿y tu?
- Josef...
- ¿Y porque te dice pesca?
Josef se centraba cada vez más en la sonrisa. Era como una especie de encanto de sirena. De esas sirenas que estuvo por años esperando en las costas de niño. Comenzó a sentir cierto embrujo delicioso en el tono de la voz. A cada rato las luces de los carros lejanos en sus carreras iluminaban por el cristal trasero del Buick una gran masa de pelos negros rebeldes y desordenados. Para ser la mujer de un pseudo mafioso agresivo, no parecía muy gánster, al contrario, daba impresión de ser alguien encantador, alguien que atraía por todas las esquinas de sus energías. Josef se sintió un poco poseído y se asustó. Volvió rápidamente la mirada hacia alante y puso las manos en el timón.
- Me dicen pesca porque era pescador
- ¿Si todo sale mal me van a matar verdad? - creo que mi marido quiere que me maten..
- ¡No! Ni yo ni el pasta somos de esa gente...- Josef recordó a Habana del mar, la maldijo un poco y como siempre, pensó que de no ser por sus desapariciones el no estaría de nuevo metido en líos como este.
Decidió jugar con todo, ya estaba ahí, así que lo mejor sería si algo malo iba a pasar, que fuera con algo de risa. El irrespeto a veces llenaba la vacía copa de la mala suerte en muchos pasajes de su vida.
- Clementine... si todo sale mal huimos tu y yo. Yo conozco lugares muy cerca del mar donde nadie nunca nos encontraría. - Clementine comenzó a reír a carcajadas, Josef se sintió tan bien como nunca. Si era capaz de, a pesar de ser un renunciado de la vida terrestre, un lacónico antipático y un solitario, si era capaz de hacer reír a alguien ya las cosas no estaban tan mal. Josef también soltó unas risas y Clementine no paraba, en eso blandió un revólver niquelado en el aire entre risas diciendo- ¡y si nos encuentran nos defendemos con esto!- Josef se asustó otro poco, pero siguió riendo. La situación no podría ser más surrealista, volvía a preguntarse cómo había llegado a hasta ese punto de su vida.
El pasta dió unos manotazos de pronto en la puerta del conductor. Josef no lo vio venir.
- ¡¡Dale!!- dijo mirándolos a los dios a regañadientes como un profesor muy molesto - ¡¡Dale cojone!! ponte ahí al lado del chevrolet verde ese! cuando tiren la bengala pal piso arranca que singa porí pallá!!!
- ¡Dale vamos Pasta!
- No no, vamo ni pinga, tu eres el chofer, yo soy el apostador, yo me quedo aquí
- ¡Pasta!
- ¡Pasta ni pinga! dale, que yo no me meto en cosas peligrosas! - Clementine echó a reír a carcajadas de nuevo y repetía burlándose del Pasta - no me meto en cosas peligrosas no me meto en peligros!! ¡Dale! ¡Voy contigo! Clementine se pasó para el asiento del copiloto y Josef estaba aturdido, el Pasta pateaba el suelo molesto, pero no dejaba de contar dineros y más bultos de dineros de un bolsillo a otro, los demás apostadores ya se hacían a un lado y dejaron ver una fila a todo lo ancho de la carretera de carros americanos de los 50s, acelerando, bufando, echando humos por todas partes que tomaban formas fantasmagóricas entre los haces de luces delanteras que apuntaban a una carretera a punto de ser quemada por unos abuelos rodantes.
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